Domingo, 24 de Noviembre 2024
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Fatiga Crónica

¿Un hada? ¿Eso qué?

Por: EL INFORMADOR

Hace unos días la supuesta aparición de este ente hizo magia en Guadalajara y movió a la masas. E. PACHECO  /

Hace unos días la supuesta aparición de este ente hizo magia en Guadalajara y movió a la masas. E. PACHECO /

GUADALAJARA, JALISCO (13/AGO/2011).- Es una femenina (aparentemente, no puede uno andar metiendo la mano al fuego así como así por cualquier ser, menos si es inanimado) de aproximadamente seis centímetros, delgada (comparada con las de su clase: nomás recuerden al hada madrina de La Cenicienta: chaparrita y regordeta), rubia, aunque su condición de rubia es más que extraña: es un rubio tirando a rojizo, mismo tono que se extiende a sus brazos y sus piernas, suponemos que por el efecto del bello crecido, por lo que a los ojos de los terrenales tapatíos (tan ávidos por hacer filas de horas y horas para verla) luce, digamos pelirroja, de esas que obligan a uno a dar el pellizco a quien esté cerca nomás en cuanto se les divisa.

Tiene el cabello recogido a medias, seguramente lo tendrá bastante largo, pero como le estorba a la hora de emprender el vuelo, se lo enchonga. Parece tener orzuela, aunque nada grave que no pueda eliminarse con una despuntadita.

Ojos grandes, sorprende que aunque su propietario diga que ha muerto, los tenga abiertos (buenos para el morbo de tres pesos, pero nadie se ofreció a cerrárselos).

Sí, porque ha muerto; como dijeran los que salen entrevistados en las Historias de la Noche, “tiene lesiones incompatibles con la vida”: su dueño le cortó el pie y parte de la espinilla y al parecer esta clase de seres tienen justo ahí su punto débil, su talón de Aquiles, dijéramos. Tiene un pequeño lunar en la mejilla derecha y el mentón ligeramente pronunciado.

Sus alas las muestra desplegadas, completas, finísimas, transparentes, como las de una libélula, como las de una hormiga de San Juan, de ésas que se comen la ropa.

Está vestida con una suerte de leotardo amarillo, muy pegado al cuerpo, que hace resaltar sus formas muy definidas. Si se pone atención y se acerca uno bastante, se podrá advertir que no usa brasier y que incluso se le transparentan los diminutos senos.

Sobre el leotardo (seguramente para que no se le transparenten más cosas) viste una especie de bikini-short, ajustado con un cinturón delgadito de fina pedrería, de esos que parecerían el sueño perfecto de más de alguna buchona.

Asumimos, pues, que la descrita no sólo viste bien, sino va más allá (¡ups!, perdón, no quisimos herir susceptibilidades): la mascada que cubre el rededor de su cuello lo deja claro. Seguro es de Hermés.

Para completar el outfit, unas botas rojas, largas largas, de esas que casi llegan hasta muy arriba y un par de guantes del mismo tono. Podría pasar de chica Almodóvar.

Si fuéramos despistados, pensaríamos que es una integrante de la Liga de la Justicia. O Pixie, de los X-Men; o Megan Gwynn. Pero no, no es de este mundo, lo confirmamos cuando por debajo del vasito en el que se conserva, le proyectan luz y entonces se ve transparente, como si fuera de la misma sustancia de los panditas Ricolino. O cuiza, de esas lagartijas vallartenses que les dicen también cachoras.

No tiene estructura ósea. No ocupó, pues, de andar tomando glucosamina. Eso sí, por la postura que ostenta, se le ve que es de decisiones, de armas tomar, de pantalones: una mano apunta, contundente, hacia la Barranca de Huentitán (que por esos rumbos es, más bien, la de Oblatos), señalando quizá al lugar de donde vino, o donde se esconden las otras, las que la dejaron abajo.

En el otro brazo aprieta el puño con coraje. Quizá lo hizo en el momento que su dueño, el que la tiene en “morfol”, le arrancó la patita. Dijo el desgraciado que ni había chillado. Pero también alguien dice (vecinas chismosas nunca faltan) que le dijo (el del “morfol”) que antes de morir el hada, su último suspiro fue para decir: “estaríamos mejor con López Obrador”.

david.izazaga@gmail.com

• Los curiosos se dieron cita en una casa de la colonia San José del Río Verde para ver al hada en cautiverio, obtener una fotografía y, quizá, pedir un deseo.

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