Domingo, 24 de Noviembre 2024
Suplementos | Por: David Izazaga

Fatiga Crónica

La cena ambulante (o una botanita para llegar a cenar a casa)

Por: EL INFORMADOR

Y si antes de la cena se apetece un tentempié, las frituras aparecen por doquier. M. FREYRÍA  /

Y si antes de la cena se apetece un tentempié, las frituras aparecen por doquier. M. FREYRÍA /

GUADALAJARA, JALISCO (09/JUL/2011).- A las siete de la noche el centro de la ciudad comienza a sufrir diversos cambios, preparándose para vestirse con su manto nocturno: varios negocios bajan la cortina, las dependientas caminan rápido hacia la parada del camión, el tráfico se hace más intenso y también aparece a lo largo ancho y largo de las calles una cantidad increíble de puestos de vendimia para la cena.

No es que en la mañana no existan: hay y seguramente tantos o más que en la noche, pero los que comienzan a aparecer apenas oscurece llaman la atención por diversas razones. Hay uno que pocos desconocen, no hace falta más que escuchar el chiflido (¡fuiiiiiiiiiii!) para que sepamos que ahí, muy cerca, va una chimenea ambulante, a la que el conductor, aparte de irle metiendo pedazos de madera, atenderá a fin de estar atento de que los camotes no se le tatemen demasiado. Camotes y plátanos al horno, ya sea con miel o leche condensada. Cada vez hay menos de estos carritos, cada vez son menos –también– quienes consumen este tipo de postre; el chiflido que emiten debería ser considerado patrimonio inmaterial de la humanidad.

Luego, sobre López Cotilla a la altura de Galeana, un par de tipos van empujando un carrito de esos que hay adentro de los supermercados (y siempre, invariablemente, piensa uno si no se lo habrán robado o si mejor les preguntamos dónde lo consiguieron, porque se antoja tener uno) (en el baratillo venden, por si alguien gusta). ¿Qué llevan arriba del carrito? Es una maravilla móvil: primero, una olla en la que hay elotes enteros cocidos y otra, más pequeña al lado, en la que ya descansan los granos de maíz, arrancados del molote. De manera que quien quiera el elote entero, ahí está y quien desee un vasito con los granos ya cortados, pues que los pida como más le gusten, con sal, limón y chile o bien con mayonesa o crema, queso y chile. Pero hay más sobre el carrito, mucho más: unos ramos de brócoli cocido con un verdor que podría pensarse “ocupó” de anilina para tener esa intensidad (según eso, a la hora de la cocción les ponen un poquito de carbonato, no para que repitan, sino para que amarre el verdor). Luego hay chayotes, de esa variedad que son de cáscara espinuda y verde y que se cultivaban mucho a las orillas de la carretera que va de Chapala a Jocotepec, en lo que era campo y hoy son casas y negocios y sabrá qué cosa más, pero menos chayoteras. Y hay también en el carrito betabeles cocidos, con ese rosado intenso que más bien es guinda y no rojo como muchos creen. Al betabel hay que tenerle respeto, pues si cuando uno lo come se resbala y va a manchar la camisa blanca, olvídense, que la mancha seguro ya no sale. Y también hay papas cocidas. Pero lo que más llama la atención es que ahí, junto a la verdura, haya una cartera de huevos, que están ya cocidos, duros pues, sólo para quitarles la cáscara.

Habrá quien se quiera cenar unos tacos al vapor en aquel negocio donde el trompo gira y gira, haciendo escurrir el jugo de la piña que lo corona; habrá quien quiera un hot dog de los carritos que abundan por todos lados cual tiendas de conveniencia, pero también hay quien se acerca para pedir un platito de brócoli, papas y elotes con crema y chile o bien betabel solo o los hay quienes piden el plato especial: todas las verduras, coronadas por un par de huevos cocidos, rebanados y puestos encima, sobre la crema o la mayonesa.

Y parados, porque sabrá Dios por qué, pero así la comida callejera sabe mejor.

Tapatío

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