Suplementos | Por: Rubén Gil Esta es la historia de un hombre de pelos Jesús Fajardo heredó la hipertricosis, dejó el campo en zacatecas para ganarse la vida en ferias y circos, aunque quisiera mejor ser comerciante Por: EL INFORMADOR 6 de octubre de 2012 - 20:37 hs A la hija de Chuy también la llaman loba, chango y cosas feas, que dice, ha sabido sobrellevar. / GUADALAJARA, JALISCO (07/OCT/2012).- Chuy suele distinguirse entre los pasajeros que usan el transporte público; en la escuela y en todo lugar la gente habla de él a sus espaldas; pero también lo saludan con amabilidad y claro, sorpresa y estupor. “Hombre lobo”, le han dicho siempre, unas en buena onda y otras con mala leche. Su condición, que le ha dado muchos dolores de cabeza, es hoy su forma de ganarse la vida. Esta es su historia “Yo vengo del campo, del bonito pueblo de Loreto, Zacatecas. Ahí trabajamos las tierras para subsistir. Mi familia tiene la mayor cantidad de miembros con hipertricosis. Nueve personas la tenemos, entre ellos mis primos y sobrinos, también una que otra mujer, como mi hermana. Nosotros lo heredamos por parte de mi madre. Dicen que en el mundo hay 50 casos registrados y que se suele tratar. A nosotros nos han hecho varios análisis, pruebas de sangre y de orina; de todo tipo, todo eso, pero nunca nos han sabido decir de dónde viene o cómo combatirla”. Su nombre completo es Jesús Manuel Fajardo Aceves, tiene 38 años y desde muy pequeño comenzó a salirle el bello. Un poquitito. Pero eso bastó para causar extrañeza entre los demás niños. Si a los de secundaria a duras penas les salía bigote, cómo es que él podía tener pelo en partes insospechadas. “Lo único que sé es que con rayo láser te lo pueden quitar, pero sabemos que es muy fuerte para nosotros en la cara. Lo digo porque vi a una niña, a la que sus padres intentaron quitárselo y se le desarrolló lo doble o triple. Yo sí me he rasurado, dos veces, para televisión. Fue a los 32 años. Me pagaron por hacerlo y lo hice. En lo personal no me gustó cómo me vi. Como morado… o azul… todo raro y la cara se me hinchó por la irritación. No me gustó la experiencia y me dije ‘nunca más’. Mejor así, me siento bien”. Una que otra piedra ha dado vueltas y volado en dirección a él. Allá en el pueblo se sentía marginado porque muchos de sus compañeros de escuela lo rechazaban hasta el punto de la humillación. Otros, pocos, lo aceptaban como era. Los más buena onda lo invitaban a jugar. Se daban cuenta de que no les hacía daño. Así la estancia en la primaria fue más llevadera. “Me gustaba cuando llegaban los bailables. Me daba pena porque no quería que me vieran, aunque fue bonito porque conviví con muchos compañeros y compañeras. En una ocasión, en quinto, me vistieron de charro, tenía que usar sombrero. Siento que me veía gracioso con el sombrerote y mi cara negra. Pero me atreví y dejé de aislarme. Aparte de que me tenía que ganar puntos para poder pasar de año”. Allí acabó la educación en forma para Chuy. La mayoría de sus hermanos sólo llegaron hasta la primaria. No había dinero para llevar a la escuela a los ocho que son. Por eso entró a trabajar al campo. Bajo el sol cortaba lechuga, jitomate, cebolla o lo que hubiera. Así, por cuatro años. “Mi madre era un poco estricta, no nos dejaba salir. No nos dio mucha libertad. Crecí un poco como sin amigos, con muy poquitos. No salía a jugar, a andar en bicicleta. Me la pasaba encerrado. ‘Mejor en la casa que en la calle’, decía mi mamá porque tenía miedo a que la gente me tratara mal”. De una vecindad en el pueblo salió una persona a proponerle una oferta de trabajo: la oportunidad de salir para ganar un poco más de dinero, de feria en feria. A partir de ahí, en Aguascalientes y Jalisco, Chuy le daba vueltas a la ruleta con globos. “¡Pasen, pasen!”, les gritaba en el puesto para llamar la atención. 50 pesos sacaba al día. Hasta que en Chihuahua el dueño de un circo lo descubrió y así empezó su vida circense. Junto con sus primos Larry y Dany y los demás miembros de la familia se fueron a probar suerte en las carpas. Pasé 20 años en el circo. Ganaba 150 pesos. A mi familia no le gustaba, porque nos anunciaban como fenómenos, pero a mí no me importaba porque ganaba dinero de manera decente. Te presentas como algo raro, pero no le estás robando a nadie. Las luces se centraban en la arena y Chuy salía sonriendo y agitando las manos para saludar al público. Entraba el redoble y las trompetas que se mezclaban con los gritos de los niños y los aplausos del público. El olor de frituras, de inmundicias de elefante. Algodón de azúcar. “¿Es máscara? ¿Comes carne? ¿Puedo tocarte la cara?.” Le jalaban los pelos para comprobar que no fuera una farsa. Ese era su espectáculo. “Luego nos pusieron a malabarear, a subirnos a la rueda, a la cuerda y al trampolín. Yo aprendí muy poco. De ahí nos separamos cuando yo tenía como 14 años y mis primos se fueron a un circo donde tenían muchos aparatos y así les enseñaron más suertes. A mí no me gustaba que me preguntaran qué trucos sabía hacer, me comenzaba a molestar estar en el circo porque me exigían y me sentía expuesto, con mucho más morbo”. El circo llegó a Santiago Tilapa. Ella fue a ver la función y Chuy la vio entre la multitud, cuando se aglutinaban por la estrecha salida de la carpa. Y no fue difícil. Caminó hacia ella, decidido. Al principio, ella reaccionó temerosa, pero con la plática vino la confianza. “¿Te quieres ir conmigo?” Ese fue el primer encuentro con su ahora esposa. “Fueron 10 días en lo que nos íbamos de Tilapa, lo que me llevó convencerla. Se fue conmigo y el circo. Vendía palomitas. De ahí nació Chely, nuestra hija, que tiene un poquitito de vello. Ahorita está en primaria y dice que le dicen niña loba, chango y cosas muy feas. Pero no le importa, dice que no les hace caso, que les falta cerebro. Es muy inteligente ella”. A los 35 años aproximadamente dejó para siempre el circo y comenzó a trabajar como vigilante en el Museo del Policía en la Ciudad de México. De ahí los medios comenzaron a abordarlo y con revistas o cadenas de televisión viajó a Argentina, Chile y otras partes del mundo. Más no le gusta cómo lo retratan en los medios. En algunos lados lo ponen como un hombre lobo agresivo y no, “yo soy tímido”. De fiera y licántropo, de enamorado con la luna llena le viene sólo el prejuicio. Fajardo Aceves, quien esta en la ciudad este fin de semana para participar en las charlas sobre el programa Tabú, de National Geographic Channel asegura: “Me gustaría tener un puestecito, un pequeño negocio, para ya poder estar con mi familia y hacernos de un pequeño cuarto que sea de nosotros porque vivimos en un lugar prestado. Quiero seguir adelante, por eso hago todo este tipo de cosas. Quiero una tienda donde venda dulces o lo que sea”. PARA SABER Bullying Jesús Fajardo, el “hombre lobo” zacatecano y Mary Jose Cristerna, la “mujer vampiro” tapatía se dieron cita en Zapopan este fin de semana para hablar contra el hostigamiento escolar y la violencia intrafamiliar, en unas charlas promovidas por el canal de televisión National Geographic. “Hay que respetar a los demás aunque sean diferentes, pues todos merecemos ese valor”, dijo Jesús Fajardo, quien tiene la condición de origen genético llamada hipertricosis, caracterizada por el excesivo vello corporal y facial. Las charlas terminan hoy con una convivencia que inicia a las 13:00 horas en el Centro Cultural Alternativo ubicado en Avenida Hidalgo no. 254, planta alta, Zapopan Centro, a cuadra y media de la Basílica. 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