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Suplementos | Aún no era invierno y ya ambulantes ofertaban en las calles bufandas, gorros y guantes

Escenas que se llevó el otoño

Aún no era invierno y ya estaban en las calles esos carritos ambulantes donde ofertan bufandas, gorros y guantes

Por: EL INFORMADOR

Para el frío. Apenas comienza a sentirse el aire helado, cuando los ciudadanos ya sacan sus chamarras, guantes y gorros.  /

Para el frío. Apenas comienza a sentirse el aire helado, cuando los ciudadanos ya sacan sus chamarras, guantes y gorros. /

GUADALAJARA, JALISCO (29/DIC/2013).- Para muchos tapatíos, el fin de año de 2013 se perfila para ser uno de los más bipolares en cuanto al tema del clima se refiere. Como cada año, hay un deseo, por lo general no muy expresado, pero que habita en el fondo del corazón de los habitantes de Guadalajara: que sea una temporada invernal como la que se ve en las películas, que si no cae nieve (milagro que al parecer está destinado para que suceda una vez cada cien años), al menos haga mucho frío, como para que haya justificación de sacar esas botas largas anchas y tremendas, esos abrigos de piel de oso de peluche y las bufandas que se regalan en los intercambios del trabajo cada año, y que parecieran pretender refrendar la fe en la llegada del frío.

Pero por lo regular termina diciembre sin que llegue el frío. Si acaso se asoma, amenaza y se va. De todas maneras, apenas entrando diciembre y aunque sea otoño y no invierno, se aparecen en las calles esos carritos ambulantes que ofertan bufandas, gorritas, guantes y que por lo general terminan comprando los padres de familia que llevan por la mañana a sus hijos a la escuela. Y ahí va el niño todo envuelto y envuelto durará si acaso sólo hasta que aparezca el sol en el patio de la escuela. A la hora de la salida hace un calorón que hace sudar y dudar si en verdad es época de frío.

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Son las ocho y media de la mañana y en la parada, esperando el camión, hay apenas unas cuantas personas. No hace frío, pero estamos ya en diciembre y no habrá casi ya oportunidad de sacar el guardarropa invernal y presumirlo en la oficina. Por eso quienes esperan el camión, la mayoría de ellas mujeres, van forradas con sus mejores suéteres y chamarras. El cielo se ve despejado, con apenas unas cuantas nubes esparcidas en el cielo, como blancos brochazos borroneados caprichosamente por el aire.

Llega el camión y el encontronazo con la realidad es inevitable: el chofer no sólo no trae suéter o algo parecido, sino que luce una camiseta resacada, con la intachable figura de una Virgen de Guadalupe. La fotografía del instante podría catalogarse al menos de incoherente: ¿Quiénes están mal dibujados en la historia, los friolentos o los que pecan de padecer calor? Quien esté libre de frío, que evite emanar la primer gota de sudor.

El camión resultó ser de esos que hay circulando por ahí, a los que el dueño decidió que no tenían que abrírsele las ventanas, para qué. Así que fueron soldadas y no hay manera de que entre ventilación, a menos que alguien suba o baje y con ello llegue una racha de aire que venga a ventilar un poco el ambiente.

Quizá la calefacción inducida y claramente rudimentaria fue realizada en prevención de un posible resfrío del chofer, que no tiene en su guardarropa más que camisas sin mangas. Quizá.

Con el camión lleno, las primeras chamarras comienzan a salir de los cuerpos: adiós suéteres, adiós bufandas, nada de guantes. Si esto fuera una película habría que ponerle una banda sonora adecuada para observar cómo los friolentos se han ido despojando de sus cálidos ropajes más pronto de lo que pensaron y aquello parece un concurso de quién quedará al último con el suéter puesto. Y al perdedor se le condenará a sudar lo que resta del trayecto.

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Por la avenida Hidalgo se escucha a lo lejos una cancioncita navideña. Y campana no sobre campana, sino zangoloteándose como si las sacudiera un maraquero. Hay que poner atención, porque el camión con una plataforma muy larga pasará rápido: se trata de una escena navideña, confeccionada sin gracia, sin ganas y al parecer sin presupuesto. Es de una estación de radio y a los creativos les ha parecido buena idea pasear el camión con un Santaclós flaco y desgarbado, junto con unas señoritas en shorcitos y playeras diminutas. ¿Cuál es su gracia? Porque ni regalan dulces ni se ve que se apuren por saludar al prójimo o bajarse a hacer su buena acción del día (ayudar a cruzar la calle a los viejecitos y esas cosas de buen boy scout), sino que van ahí porque seguro tienen que ir ahí y las muchachas bailan con la gracia de alguien que mejor ya se quisiera ir a dormir o tener un trabajo menos denigrante.

Y pasarán no uno ni dos, sino casi todos los días por la misma avenida, al menos diez o quince días y quizá piensen que con ello —con haber contribuido a empeorar el tráfico en estos días ya de por si complicados— han hecho ya bastante.

Quiera Dios que exista un círculo en el infierno para las mentes que se creen creativas sin en verdad serlo.

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Al menos hizo frío la noche del 24. Y si no fue suficiente, ahí están todavía las pistas de hielo en Zapopan y en la Plaza de la Liberación, que justifican, —ahí sí—  ponerse chamarra sobre chamarra, guantes y bufanda para estar en contacto con el hielo. Y tomarse la foto. Y ponerla en un cuadro, en el muro frente a la ventana de la sala por la que pega todo el día el sol.

david.izazaga@gmial.com
Twitter: @dizazaga

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