Viernes, 10 de Octubre 2025
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El primer cardenal de México

A 120 años del natalicio de José Garibi Rivera

Por: EL INFORMADOR

Fue pieza fundamental en la construcción del templo Expiatorio y en las relaciones Iglesia-Estado durante la llamada Guerra Fría

A manera de introducción

Durante los difíciles años de la llamada Guerra Fría, la Iglesia católica se sumó al combate contra el comunismo, y una de las acciones que realizó en México fue nombrar un cardenal, personaje de alto rango en la jerarquía eclesiástica que nunca antes lo había ostentado un mexicano. El nombramiento recayó en el arzobispo de Guadalajara, José Mariano Garibi Rivera, a raíz de lo cual obtuvo un lugar importante en la vida social y política no sólo de la ciudad, sino del país. Como arzobispo de Guadalajara su presencia fue pieza clave para dar continuidad a la labor de su antecesor, el arzobispo Francisco Orozco y Jiménez, quien en 1936 le heredó la difícil tarea de la “reestructuración de la Arquidiócesis en la inmediata etapa post-revolucionaria…”.

La biografía

Los biógrafos de Garibi Rivera nos dicen que nació en esta ciudad, el 30 de enero de 1889, hace 120 años. Fueron sus padres Miguel Garibi Reyes y Joaquina Rivera y Robledo, ambos oriundos de Guadalajara; su linaje europeo viene de su bisabuelo materno, José Santos Rivera, proveniente al parecer de la provincia de Vizcaya, España, según la genealogía que publicó el historiador Ignacio Dávila Garibi, en 1924.
En octubre de 1900 ingresó al Seminario Conciliar del Señor San José, donde realizó sus primeros estudios, cuando era arzobispo de Guadalajara Jacinto López y Romo. El 22 de febrero de 1912 sería una fecha importante en su carrera religiosa puesto que obtuvo la unción sacerdotal de manos del arzobispo José de Jesús Ortiz y Rodríguez. Al año siguiente, siendo aún estudiante, impartió algunas clases y llegó a ser prefecto del Seminario menor. El recién nombrado arzobispo de Guadalajara, Orozco y Jiménez, lo envió a perfeccionarse a Roma en el Colegio Pio Latino Americano y en la Universidad Gregoriana. Allá se doctoró en Teología y obtuvo el bachillerato en Derecho Canónigo.
Regresó a México en 1916 e hizo escala en Estados Unidos; desde aquel país acompañó a Orozco y Jiménez a México durante los duros tiempos de la Revolución y la persecución religiosa. Incluso, el gobierno Federal lo tomó preso en una ocasión en que regresaba hacia los Altos de Jalisco desde Guadalajara. En la población de Totatiche trabajó para la fundación de del Seminario Auxiliar de la localidad; al año siguiente fue nombrado vicario de la parroquia de Atotonilco el Alto y poco después lo fue de la capilla de Jesús, en Guadalajara. Impartió clases de Filosofía en el Seminario mayor, además de tener el cargo de Oficial segundo de la Secretaría del Arzobispado.
En estos años de su regreso estuvo al frente de distintas capillas y templos, entre ellos el de la Soledad, que estaba donde hoy se encuentra la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres. Era de esperarse que su dinámica forma de trabajar lo llevara a realizar una carrera eclesiástica ascendente y, para muchos, ejemplar. En marzo de 1924 obtuvo la canonjía doctoral en la Catedral de Guadalajara, y a los pocos días recibió uno de sus más importantes encargos como canónigo doctoral, Orozco y Jiménez le encomendó continuar la construcción del templo Expiatorio.
En mayo de 1930 fue consagrado como obispo titular de Rosso, y tres años después fue nombrado vicario general, tras la muerte del deán Manuel Alvarado. En 1934 fue ascendido a la dignidad de arzobispo titular de Byzia, al mismo tiempo que lo nombraban arzobispo coadjutor de Orozco y Jiménez “con derecho a la futura sucesión… toda la facultad y potestad que de derecho pertenecen a dichos obispos coadjutores”. Ante la enfermedad del arzobispo Orozco, Garibi fue llamado a venir a Guadalajara y le acompañó hasta su último día de vida, el 18 de febrero de 1936; en ese momento, y de manera automática, Garibi se convirtió en el sexto arzobispo de Guadalajara.

Sobre el templo Expiatorio

En agosto de 1897 se colocó la primera piedra de este templo, cuando era arzobispo de Guadalajara Pedro Loza y Pardavé, quien puso al frente de la obra al canónigo Pedro Romero. Cuatro años después se inició la cimentación formal, siguiendo los planos del arquitecto italiano Adamo Boari, quien vino a México a petición de Porfirio Díaz para la construcción del Teatro de Bellas Artes y otros edificios. En 1916, durante la Revolución, tuvo que abandonar el país. El primer maestro de obras del Expiatorio fue Feliciano Arias, que tras su muerte le sucedió su hijo Jerónimo.
Seguramente la gesta revolucionaria debió interrumpir las obras por algunos años. Fue debido a la muerte del canónigo Romero, en 1924, por lo que Garibi Rivera retomó las riendas de la obra. Los problemas de estilos arquitectónicos, por demás eclécticos entre lo nacional y lo italiano, lo moderno y lo tradicional, Garibi Rivera tuvo que definir cómo sería la conclusión. En 1927, Garibi encargó los trabajos al arquitecto Ignacio Díaz Morales, quien trabajó en la obra hasta 1972. Díaz no era de la idea de que el templo se hiciera en estilo gótico, a lo que el futuro cardenal le indicó:   “… los padres antiguos nos han dejado un edificio tan adelantado en gótico que no puedo destruirlo, por lo que no tenemos más remedio que terminarlo en gótico”. Aún sin estar completamente concluido, el templo fue consagrado y dedicado por Garibi, el 23 de febrero de 1962, fecha en que el cardenal festejó sus Bodas de Oro Sacerdotales. En los siguientes 10 años, el cardenal ordenó la construcción de vitrales, el retablo del altar, así como la colocación de un monumental reloj en la torre; finalmente el templo fue concluido en 1972.

El primer Cardenal mexicano

En otra edición hemos dedicado mayor espacio al asunto de su nombramiento como cardenal, noticia que recorrió los rincones del país. En noviembre de 1958, luego de su participación en las sesiones del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), en Roma, recibió la noticia de que sería uno de los 23 cardenales que el Papa, Juan XXIII, nombraría en aquella ocasión. La ceremonia se realizó en el Salón Consistorial del Vaticano el 17 de diciembre, fecha memorable para la curia tapatía.
A su regreso a Guadalajara fue recibido con todos los honores que la Iglesia otorga a sus jerarcas; Garibi se convirtió en el primer cardenal mexicano y tapatío de la historia, era el máximo jerarca de la Iglesia católica en el país. El reto fue grande: además del régimen comunista, el nuevo cardenal hizo frente al largo proceso de secularización en el que la Iglesia era excluida de la política y de la vida pública. En México, y particularmente en Guadalajara desde los años de la Revolución, la batalla entre gobierno e Iglesia fue difícil: cierre de templos, persecución religiosa, expulsión de clérigos y demás. Garibi tenía que dar continuidad a la lucha en que la Iglesia reclamó lo que consideró su derecho sobre el cuidado de las almas.

El final

La labor del cardenal siempre fue dinámica y en su carrera consagró a varios obispos del país. Luego de 33 años de fungir como arzobispo, y 11 como cardenal, en marzo de 1969 el Vaticano aceptó la renuncia a su cargo, en virtud de su avanzada edad. A partir de entonces se dedicó a cuidar el templo que durante largos años dirigió su construcción: el Expiatorio, labor en la que lo sorprendió la muerte el 27 de mayo de 1972.

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