Martes, 03 de Diciembre 2024
Suplementos | Más de una década tuvo que pasar para que esbozaran una reforma migratoria

El laberinto de la reforma migratoria

Más de una década tuvo que pasar para que demócratas y republicanos comenzaran a esbozar una reforma migratoria íntegra e impulsada por ambos partidos. La derecha americana entendió los resultados electorales de noviembre: el divorcio con los latinos es muy costoso

Por: EL INFORMADOR

Miles de personas se congregan frente al Capitolio para demandar una reforma migratoria. ESPECIAL /

Miles de personas se congregan frente al Capitolio para demandar una reforma migratoria. ESPECIAL /

GUADALAJARA, JALISCO (12/MAY/2013).- Alguna vez dijo el escritor mexicanos Carlos Fuentes que la inmigración latina a los Estados Unidos había provocado la aparición de un “tercer país”. No es ni México ni Estados Unidos, un territorio que tiene su génesis en ambos, pero que no es ninguno. Ese tercer país que se debate entre su pertenencia al mundo latino y su nuevo vínculo con el mundo anglosajón, se encuentra ubicado al borde de la frontera más intensa del mundo y  produce el Producto Interno Bruto de más de 15 países latinoamericanos juntos. No es un quinto mundo ni las sombras de la colisión entre dos culturas, sino un área pujante, productiva y económicamente muy rentable.

Estados Unidos atraviesa un proceso de debilidad económica indebatible. Aunque algunos indicadores, como la tasa de desempleo o la recuperación del mercado interno, han comenzado a mostrar signos positivos, es innegable que Estados Unidos seguirá con problemas financieros durante los siguientes años. La crisis inmobiliaria de 2008-2009 fue profunda y Estados Unidos experimenta algunos síntomas característicos de naciones que tuvieron que enfrentar periodos de depresión prolongados. Recordamos al Japón de los noventa, estancado en una tasa de crecimiento de cerca de 0% en términos reales durante más de una década. Ante esto, seguidores de Milton Friedman (el ala derecha de no intervención estatal) y John Maynard Keynes (apuestan por la inversión pública), chocan con recetas distintas de cómo sacar a Estados Unidos del letargo económico que se ha extendido durante los últimos 40 meses al menos. ¿Es importante reducir el déficit? ¿Se deben subir impuestos a los ricos o, al contrario, recortarlos para que generen mejores empleos? ¿El Estado debe recortar gastos en seguridad social o no? Son todas preguntas fundamentales que terminan impactando al debate migratorio.

La apuesta


Hay dos razones claves para entender las altas posibilidades que tiene de ser aprobada una reforma migratoria. Una es eminentemente política, incluso electoral; y la otra es de carácter económico.

Barack Obama apostó por la reforma migratoria como su gran proyecto en su segundo periodo al frente de la Casa Blanca. Sin posibilidad de reelegirse y con un congreso dividido, donde el Senado está en manos de los demócratas y la Cámara de Representantes de los republicanos, Obama se decantó por la vía bipartidista para encontrar acuerdos en esta materia. Así se formó el “grupo de los ocho”, compuesto por cuatro senadores demócratas y cuatro senadores republicanos. Ambos lados de la moneda ratificaron su interés por avanzar en las negociaciones al elegir cuadros con voluntad de acuerdos. Ni los demócratas jalaron de su base política ligada a los sindicatos y a las cooperativas, ni los republicanos se apoyaron en la extrema derecha de su partido que nunca avalará un proyecto que contemple la regularización de la migración sin papales. Al final, el debate arrojó un proyecto con un piso mínimo de acuerdo para aterrizar en el Senado y comenzar la discusión.

Paradójicamente, los republicanos necesitan más esta reforma. Por un lado, los resultados electorales de 2012 son muy claros: casi ocho de cada 10 latinos registrados para votar, sufragaron por los demócratas. Los republicanos sólo pudieron mantener algunos cotos de penetración electoral en el voto latino como son los cubanos de Florida o los hispanos que viven en estados del centro como Ohio o Nebraska. El divorcio entre republicanos y migrantes latinos es evidente. Según datos del Pew Hispanic Center, la mayoría de los migrantes latinos cree que su situación incluso empeoró durante el primer periodo de Obama: aumento de redadas, menos trabajo a migrantes y salarios deprimidos. Para los migrantes, los primeros cuatro años de Obama fueron todo menos un paraíso. Entonces, ¿cómo explicar el apoyo tan desbocado de los latinos a Obama en la última elección? ¿Por qué no castigar con el voto a un presidente que no cumplió con su promesa de impulsar una reforma migratoria en los primeros dos años?

La respuesta es sencilla: la radicalización republicana. El viejo pragmatismo del GOP (Great Old Party, en inglés; sinónimo de republicanos) se desdibujó y el ala más conservadora del partido se hizo presente. La retórica antimigrante impulsada por el “Tea Party” provocó que los latinos vieran en el proyecto republicano una afrenta directa. Si bien Obama no logró en su primer periodo generar mejores condiciones para los migrantes, hay que decir que nunca se instaló en el discurso antimigrante. Por el contrario, Obama se montó en la ofensiva contra la Ley SB1070 de Arizona y se pronunció a favor del aporte del migrante a la Unión Americana. Es decir, el espectro político en Estados Unidos se movió hacia la derecha y, en esa ecuación, Obama resultó como moderado y sensato. Lejos quedaron los años en que la derecha americana apoyaba la migración económica como en los años posteriores a la segunda guerra mundial o incluso en los noventa, tanto con George H. W. Bush como con su hijo George W. Bush. Tampoco se afianzó el discurso centrista de republicanos, como John McCain, que han tratado de impulsar proyectos de ley para reconciliar a los republicanos con el migrante.

Más de 12 millones de latinos acudieron a las urnas en los comicios presidenciales de 2012. La mayoría en los estados de Nuevo México, Arizona, California y Texas. Los resultados son muy interesantes. Los demócratas retuvieron sus zonas de influencia: California y Nuevo México; los republicanos se quedaron con Texas y Arizona. Sin embargo, tanto en el “Estado de la estrella solitaria” como en Arizona, la distancia en votos fue corta. En Arizona, los demócratas obtuvieron más votos que en 2008 y se quedaron a poco menos de 200 mil votos de llevarse los delegados electorales. En el caso de Texas, la candidatura de Obama se llevó más de tres millones y medio de votos, la mayoría de latinos e inmigrantes. Según proyecciones del propio Pew Hispanic Center, de continuar la tendencia del crecimiento del electorado latino y si los republicanos no moderan sus posiciones, podrían perder el bastión de Texas en la elección de 2016. Así, la reforma migratoria es estratégica para los republicanos, constituye un mensaje de moderación y reconciliación con el electorado migrante.

Escenarios

Sin embargo, dentro de este panorama de cálculos políticos, la variable económica también asoma. Barack Obama está tomando una postura que, a priori, luce como “contracíclica”. Es de sobra conocido en la literatura política, que en tiempos de “vacas flacas” la percepción del migrante se deteriora. Cuando el desempleo sube y los salarios se estancan, no es extraño que los ciudadanos comiencen a ver en el migrante una carga. Los reclamos son los mismos: le quitan los empleos a los “verdaderos ciudadanos”; no aportan lo que deberían en materia fiscal, y abusan de las contribuciones de otros ciudadanos. Es un fenómeno común que ante crisis económicas, los partidos de los extremos se fortalecen con pronunciamientos a favor de poner límites a la migración y tomar decisiones sobre los “sin papeles” (basta con ver Europa). A pesar de esto, sí existen incentivos para impulsar una reforma migratoria en un escenario de depresión económica.

En primer lugar, se puede consolidar una tendencia, ya esbozada anteriormente, hacia la formalidad y la contribución fiscal. Actualmente, según datos del propio Gobierno de los Estados Unidos, existen cerca de 51 millones de inmigrantes, de los cuales 40 son legales y 11 millones son indocumentados. La cifra de indocumentados viviendo en Estados Unidos cayó en dos millones desde 2007 y experimenta un retroceso sostenido desde 2005. A contracorriente, los migrantes con papeles, crecieron un 30% en una década y no han parado incluso durante los años de la crisis. Esto significa que establecer una “ruta hacia la ciudadanía”, el elemento más discutido de la reforma migratoria implicaría que 11 millones de ciudadanos pagaran sus contribuciones fiscales y coadyuvaran a la reducción de déficit fiscal. Hasta dos puntos del Producto Interno Bruto (PIB) puede recaudar Estados Unidos con la legalización de estos millones de migrantes que se mantienen en las penumbras fiscales. En el mismo sentido, la legalización implicaría mejores sueldos para estos trabajadores y, por ende, más capacidad de consumo y reactivación del mercado interno.

En segundo lugar, una zanahoria que lanza Obama con la reforma es la de los “trabajadores altamente cualificados”. No todos los migrantes son vistos con recelo, los que tienen doctorado causan menos resistencias. Hábilmente, el presidente de los Estados Unidos está relacionando reforma migratoria con competitividad y desarrollo de talentos. Uno de los puntos ya acordados en la reforma es crecer el número de visas a “talentos” que quieren ir a estudiar a la Unión Americana y después quedarse a trabajar ahí. Lo mencionó Obama en el primer debate contra Mitt Romney, Estados Unidos debe seguir captando a los cerebros del mundo para ser más competitivos y dinámicos en la globalización.

El acuerdo luce más cercano que nunca. Las incógnitas son las de siempre: los demócratas piden un “camino a la ciudadanía” para todos, los republicanos no quieren hablar de amnistía; los demócratas insisten en ciudadanía completa, los republicanos se decantan por las visas temporales; los republicanos exigen reforzar la frontera con México, los demócratas comienzan a ceder. Sin embargo, los consensos fluyen por primera vez en muchos años. El “grupo de los ocho” encontró coincidencias entre demócratas y republicanos, y Barack Obama se fue de gira a México para dar un discurso donde simboliza a un país pujante, sólido y con alta autoestima. En dos años, para el discurso oficial americano, México pasó de ser un estado fallido a una nación exitosa y confiable. Es cuestión de tiempo y a menos de que algún evento vuelva a llevar la mirada del presidente de Estados Unidos a otras coordenadas, la reforma migratoria es ahora más factible que nunca.

Tapatío

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