Jueves, 26 de Diciembre 2024
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El complot satánico

Hay quienes sólo recurren a la mentira cuando es compasiva sin generar engaño importante

Por: EL INFORMADOR

     Según el diccionario, mentir es “decir algo que no es verdad con intención de engañar”. Pero si buscamos una definición más académica, encontramos que la mentira es una “expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, cree o piensa”, de manera que el mentiroso puede justificarse diciendo que, en realidad no miente sino que simplemente trasmite a los demás su propia equivocación.

     La relación que cada persona mantiene con la mentira tiene sus particularidades, ya que hay quienes sólo recurren a la mentira cuando es compasiva sin generar engaño importante o si se trata de un asunto banal. Pero también encontramos a quienes mienten a menudo, casi por costumbre, tanto en temas poco relevantes como en importantes. Pero no podemos olvidar a quienes mienten esporádicamente con plena conciencia de lo que hacen, con el fin de generar perjuicios a los demás o para lograr beneficios personales. También existen quienes mienten, o callan verdades necesarias, por timidez, por vergüenza o por falta de carácter. Y por último, tenemos a los mentirosos patológicos, que mienten con una facilidad pasmosa, ya sea por conveniencia o por una absoluta y cínica falta de respeto a la verdad. En esta categoría encontramos, con frecuencia, a los delincuentes de cuello blanco, y a muchos políticos de nuestro pobre país.

     La cuestión es, ¿por qué mentimos? Algunas personas casi nunca mienten por razones distintas a la ética o a la moral; lo hacen por miedo a ser descubiertos, por pereza (no hay que recordar los detalles de la mentira en el futuro), por orgullo (¿cómo voy a caer yo tan bajo?), o porque sufren el síndrome de Asperger. Pero, si lo pensamos detenidamente las mismas razones son las que pueden impulsarnos a mentir u omitir, en determinadas circunstancias, lo que pensamos o sabemos que es la verdad. Tan importante como el hecho de mentir o decir la verdad, es la intención con que se hace una u otra cosa, y es ahí donde reside el dilema moral. Una mentira que a nadie daña, o incluso reporta beneficio a su destinatario, puede ser más defendible que una verdad que causa dolor innecesariamente (Tu eres gorda: ¿por qué crees que debes ser concursante de belleza?) Mentimos por muchas razones: por conveniencia, odio, compasión, envidia, egoísmo, por necesidad, o como defensa ante una agresión, pero no todas las mentiras son iguales. Las menos convenientes para nuestra salud mental son aquellas que decimos para no responsabilizarnos de las consecuencias de nuestros actos, y las menos admisibles son las que hacen daño, las que equivocan y las que pueden conducir a que el receptor adopte decisiones que le perjudiquen. En cualquier caso toda mentira tiene un efecto negativo sobre el mentiroso y siempre tendrá efectos perjudiciales para las relaciones interpersonales, pues menoscaba la confianza la que, a su vez, rige la totalidad de las relaciones.

  La mentira es obra de Satanás, pues sabemos que ha sido “asesino desde el principio. Nunca se ha basado en la verdad y nunca dice la verdad. Cuando dice mentiras habla como lo que es; porque es mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8, 44). El problema es que también es aquél por medio del cual el pecado y la muerte entraron en el mundo y, por cuya definitiva derrota, toda la creación entera será liberada del pecado y de la muerte. La obra de Satanás, el complot satánico, consiste en el engaño sistemático de todos aquellos que hacen de la mentira una forma frecuente de comunicación. El mejor ejemplo lo encontramos en la historia del nazismo, de la que nos da cuenta la famosa frase de Goebbels: “Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en verdad”. Así, los hijos que Dios no tienen por qué angustiarse puesto que “sabemos que el que tiene a Dios como Padre no peca, porque el Hijo de Dios lo cuida y el Maligno no llega a tocarle” (1 Jn 5, 18-19). Sin embargo, al mentir nos ponemos en la posición de hijos de Satanás, nos hacemos esclavos de nuestras propias mentiras y perdemos la paz y la felicidad. Que en este año que comienza sea nuestro propósito conocer la verdad que nos hace libres (Jn 8, 32) y caminar por los senderos de luz, hacia la felicidad terrena y la felicidad eterna evitando lo más posible participar en el complot satánico. Que el Señor nos bendiga y nos guarde.

Antonio Lara Barragán Gómez OFS
Escuela de Ingeniería Industrial
Universidad Panamericana
Campus Guadalajara
alara@up.edu.mx

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