'El Principito' en tres lecturas

GUADALAJARA, JALISCO (03/AGO/2014).- Cuando tenía 11 años, José Carlos Escobedo sufrió el piquete de una araña. En ese tiempo, el pequeño José Carlos andaba “de chivo loco en el cerro” y su padre, loco como él, aprovechó un remate y compró una biblioteca que estaba en una casa que se inundó. Mientras se recuperaba, José Carlos se interesó en ese montonal de libros que su padre llevó a casa. El niño curioso hurgó y encontró una edición de '' El Principito'' (''Le Petit Prince'') que Gallimard publicó en francés.

Como no sabía ni sabe leer en francés, José Carlos disfrutó los dibujos que tenía el libro escrito por Antoine de Saint-Exupéry en 1943. Al verlos, inventó historias que después contó a sus hermanos más pequeños. “Recuerdo que me imaginaba que los dibujos eran de un niño. Luego supe que sí eran de un niño atrapado en el  cuerpo de un piloto de aviones de guerra”.

Más tarde, al formar parte de un campamento nacional, José Carlos tomó el mojado ejemplar: quería aprovechar los dibujos para diseñar unos banderines. Sin embargo, una lectora del campamento reconoció el tesoro que cargaba bajo el brazo y se lo arrebató. No le importó que estuviera en mal estado ni que sus páginas estuvieran rayadas con lápices de colores.  

José Carlos leyó ''El Principito'' en español gracias a que una librería argentina le envió un libro por correo. Cuenta que se deleitó al conocer la verdadera historia de los dibujos, al paladear las vivencias de los personajes: rosas solitarias y zorros bribones. Sin embargo, Sarita, su hermana menor, prefería las versiones que José Carlos le contaba.

Actualmente, lo que José Carlos más recuerda de ''El Principito'' es el árbol Baobab, “el gran Árbol, ese árbol súper fuerte, inconmensurable como la vida misma”.

Considera que la novela corta de Saint-Exupéry es un libro para niños, si se toma en cuenta que los primeros 40 años de la niñez son los más difíciles.

“'El Principito' nos permite acercarnos a las vicisitudes de la vida con hermosas figuras retóricas. Es muy sencillo para los niños y para los grandes también, según sea la capacidad de asombro con que se lea”.

Libro corto y profundo

En 2011, durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), Diana Martín aprovechó un taller que impartió en FIL Niños para contar la historia de ''El Principito''. La artista plástica resalta que el libro atrapa con facilidad la imaginación de los niños.

En su memoria permanecen varias imágenes: “(El) dibujo que parecía sombrero, pero era una boa que se había comido a un elefante, todo el asunto del zorro, la rosa y el planeta donde vivía un tipo que contaba las estrellas”.

Martín dice que leyó ''El Principito'' cuando tenía 12 años. Estaba en casa de sus abuelos cuando vio el libro en un estante. Le llamó la atención y lo tomó. No necesitó que un intermediario se lo recomendara. En su opinión, el libro es “corto y profundísimo. Así, sin 'spoilers'”.

La mirada del lector adulto

Gabriela Lara tenía 12 años cuando tomó ''El Principito'' de un librero que tenía su padre. Más de 30 años después, volvió a leerlo con mirada adulta, que es más profunda.

“Me encantan las ‘fábulas’ del Principito, y muchas las aplico en la vida cotidiana. Mis  favoritas son las del zorro, que le enseña al Principito que para ser su amigo tiene que ‘domarlo’.  También me gusta mucho la historia de la rosa”.

Lara agrega que ''El Principito'' puede leerse como un libro para niños, sin reparar en las enseñanzas morales y de vida que encierran sus páginas.