El Espinazo del Diablo en Durango

GUADALAJARA, JALISCO (27/ABR/2014).- Aunque el nombre a algunos les suene siniestro, a otros exótico y a otros atractivo, estoy seguro de que si las leyendas tejidas a su derredor resultaran ser ciertas, le añadirían un encanto muy especial. Pero temo desilusionarlos porque… a mí ni se me apareció el diablo (que mucho me gustaría) ni me asaltaron los narcos (que nada que me gustaría).

Dicen las leyendas que dizque ahí fue donde sucedió una batalla entre San Miguel y el Diablo; y que dizque duró 52 días; y que los espadazos retumbaban entre las montañas; y que brillaba no tan solo el cielo, si no dizque todo el universo; y que dizque que cuando el santo ganó la batalla (claro está), el pobre diablo dizque quedó embrocado entre los cerros con el espinazo por afuera; y también dizque eso mero es el altero de rocas pelonas que se ven ahí saliendo de la montaña. Todo eso es dizque lo que sucedió en el lugar de donde se ven los barrancones a uno y otro lado de la carretera. Y que dizque eso fue todo lo quedó después de la batalla.   

No. La carretera tan misteriosa y dueña de tantas leyendas y “disiones”, actualmente, al construirse la nueva carretera (Nº 400), muy recta y llena de hermosos puentes que cruzan ríos y barrancas; y con profundos y bien construidos túneles de concreto que traspasan los cerros como si fueran intestinos, la antigua y legendaria carretera (Nº 40) que pasa por el Espinazo del Diablo con sus abismos a ambos lados y coronada por altísimas y espectaculares rocas, ha quedado convertida en una bonita carretera, casi sin tránsito, que curva tras curva (hay muchas)
de buen pavimento y marcaciones claras, pasa por las zonas arboladas y vistas espectaculares de las montañas de la Sierra Madre.

Ambas carreteras casi paralelas, unen a las ciudades de Mazatlán y Durango, con el visionario corredor que pasa por Torreón, Saltillo y Monterrey para llegar hasta el puerto de Matamoros en el Golfo de México. Y un poco más al sur, Zacatecas y San Luis Potosí se unen con Tampico —ya muy próximo al Atlántico— para establecer una “vía corta” entre Asia y el Oriente con los países primer-mundistas occidentales, acarreando los beneficios inherentes (compitiendo con el Canal de Panamá) de cruzar por nuestro territorio.

Pero volviendo a nuestro paseo… es una delicia recorrerlo en moto; porque las curvas tan pronunciadas  son un constante reto a la pericia del piloto. Pero aclaro que los accidentes de estos diablos motorizados son más que frecuentes (y hasta mortales) porque, si bien debemos controlar la dopamina que es la que nos hace emprender las aventuras —además de oír los consejos que nunca sobran— debemos, auxiliados por la adrenalina que es la que nos hace salir de los peligros, regresar a casa sanos y salvos. “Lo importante no es ir, sino regresar” Dice el viejo dicho…

Unos cuatro trailers, y cuando mucho unos quince coches, fue todo los que nos encontramos durante el recorrido. Al detenernos, gente muy amable se acercaba a preguntarnos si algo se ofrecía. Solo gente buena encontramos. Claro que gente mala puede haber en todos lados pero… “Somos más los buenos” siempre dice Fernanda Familiar; y es muy cierto. No teman a salir.

El peligro puede estar en todos lados. En su misma casa. En la tina de baño. En el autobús. En el súper. En los columpios.

Salgan… la vida es única e irrepetible. Es bella e inquietante… Es maravillosa es… es… es… triste quedarse en casa aterrados por el miedo…

¿Miedo a qué?¿Miedo a ver las cosas bellas? ¿Miedo a disfrutarlas viviendo aterrorizados por el miedo? ¿Miedo al hecho de vivir?

El Espinazo del Diablo —como tantas otras cosas de la vida— es un regalo ¡Disfrútenlo sin miedo por favor!

Salgan a ver la luna… que la vida es solo una.
                                         
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