Divorcio, oportunidad de sentirte viva

CIUDAD DE MÉXICO (07/ENE/2015).- Desde niñas nos educan con la idea de que el “príncipe azul” llegará en cualquier momento a rescatarnos en su caballo blanco... y así nos vamos formando la idea de que dependemos de alguien, de un hombre que nos resuelva la vida.

Conforme crecemos, nos damos cuenta que ese caballero reluciente puede ser un simple sapo, que no nos resuelve absolutamente nada y que por el contrario nos obliga a someternos a una dictadura disfrazada de “un matrimonio feliz”.

Romper con esos esquemas no resulta fácil, sobre todo, cuando vivimos en una sociedad machista, donde las mujeres debemos ser sumisas, abnegadas y conducirnos dentro de los parámetros que las costumbres familiares nos dictan.

Y es por eso que cuando queremos romper esquemas y enfrentarnos al tan estigmatizado “ divorcio” nos invade un torbellino de sensaciones encontradas y los miedos pueden nublar las bendiciones de liberarnos; donde nos vemos obligadas a tomar decisiones que de cualquier manera nos van a transformar la vida, y en muchos casos, repercutirán en nuestros hijos.

LAS RESPUESTAS.

¿Cuántas veces nos hacemos la pregunta sobre si es lo correcto o no?

Pero quién tiene la respuesta, si lo correcto debería ser siempre lo que nosotras mismas decidamos sobre nuestra persona, nuestro bienestar y lo más importante, nuestro futuro.

Es natural que la idea del “fracaso” nos pase una y mil veces por la cabeza, en general somos competitivas y cuando firmamos el “sí acepto” creemos que estamos invirtiendo todo en uno de los proyectos más importantes de nuestra vida.

Sin embargo, no debemos perder de vista cuáles son retos que sí queremos enfrentar, rescatar las metas que a cada una de nosotras nos llevará a encontrar la paz, la estabilidad y a disfrutar momentos de felicidad.

La pregunta obligada es ¿y cómo lo logramos? Siendo nosotras, buscando nuestra esencia y luchando por recuperar el valor, la seguridad y el amor a nuestra persona, que sin medida fuimos dejando en el camino.

Asumirnos como “mujeres diferentes” dispuestas a imponer siempre la ruta por la cual encontrar la vía que nos llevará a sentirnos otra vez vivas.

¿Y por qué no? Volver a enamorarnos, a sentirnos valoradas, reconocidas por las cualidades de cada una y no por los estereotipos, que casi sin notarlo, vamos adoptando para ser aceptadas y lo peor, queridas.

¿Qué pasará con nuestros hijos?

Tema importante al tomar decisiones y acciones que inevitablemente les van a impactar, porque durante los años (pocos o muchos) que llevan en este planeta hemos creado la idea de que la familia está compuesta por mamá y papá, durmiendo bajo el mismo techo. A lo que debemos asumir e informarles que siempre seremos su madre y que el susodicho siempre será el papá, sin importar que habiten en distintas casas y los vean a cada uno por separado, debes hablar con la verdad y darles la seguridad de que no son “culpables”, de que vendrán cambios y sobre todo de que sin condición serán amados por ambos. No olvides, ni por orgullo ni por ignorancia, dejar de procesar la custodia y la pensión alimenticia.

LA REFLEXIÓN.

 Así entonces, cerrar ciclos no es la peor tragedia, al contrario, es la oportunidad de abrir las puertas a otras etapas, de comenzar de nuevo, renovadas y con la certeza de lo que sí queremos y de lo que no, en busca de escribir nuestro propio final feliz. Y te pregunto: ¿aprobarías que tu hija se aferre un matrimonio como el tuyo? Si la respuesta es no, es hora de enfrentar un futuro mejor.