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Suplementos | Por: Juan Palomar

Diario de un espectador

Bajo la tracería de las bóvedas de Santa Teresa resonaron los versos del padre Alfredo R. Placencia, ordenado allí sacerdote el 17 de septiembre de 1899

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (26/NOV/2011).- La luz puede ser la misma, nadie podría jurarlo. Atraviesa los años el tabachín sembrado apenas ayer y la campana llama a quien ya no está a sentarse a la mesa. Proyectos de una nueva torre dibujan el aire y la conversación discurre y el tequila. En la casa del fondo una silla que apenas si puede estar en pie espera a su ocupante. Las acequias recién reparadas no centellean aún con el agua y los niños rompen la sombra con sus gritos ciertos. Decenas de palmas nuevas pueblan con su resplandor la tarde y los trabajos que arreglan la banqueta de ladrillos avanzan a buen paso. Se detiene el albañil, mide el tramo, sonríe, trabaja.

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Malla nostra pelle, Bona cuncta posce. Una inscripción que a toda una calle ilumina. Se encuentra en el dintel de piedra roja de la casa que habitara el recientemente desaparecido y lamentado Fray Asinello, nombre de pluma del presbítero Benjamín Sánchez Espinoza, autor del espléndido Romancero de la Vía Dolorosa. Esta casa, de buena factura moderna, alguna vez ya mencionada en estos renglones, se encuentra en la avenida Hidalgo número 878. Sería bueno que se preservara correctamente. La inscripción proviene del himno mariano Stella Maris, y en la traducción de nadie menos que Lope de Vega quiere decir Todos los males quita, Todos los bienes causa. De la cochera de la casa, rentada ahora para alojar una tienda de ropa para jóvenes, salen las notas estridentes de una música en boga, que bien hacen juego con las pintas del grafiti que cubren la fachada. Música, grafitis, inscripción: ahora se juntan en la memoria con el estruendo de la calle y forman, quizás, un solo, difícil himno.

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Bajo la tracería de las bóvedas de Santa Teresa resonaron los versos del padre Alfredo R. Placencia, ordenado allí sacerdote el 17 de septiembre de 1899. Luego el órgano hizo oir las voces prodigiosas de Sebastián Bach. Las nuevas pinturas sacras de Yoel Díaz Gálvez completaban la renovación. La iglesia marcha. Ad majorem Dei Gloriam.

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Iwan Baan es un fotógrafo holandés que se ha hecho conocido reseñando la obra de algunos “starchitects” del momento. En su página de internet se pueden ver notables sucesiones de imágenes de las producciones arquitectónicas más valoradas del mainstream contemporáneo, siempre siguiendo la doxa en boga. Sanaa, Koolhas, Herzog y de Meuron, Steven Holl… Entre la miscelánea que allí aparece figuran fotografías de la jalisciense Ruta del Peregrino, es decir, del camino a visitar a la Virgen de Talpa. Seguramente de la frecuentación de las recientes hechuras arquitectónicas diseminadas en ese trazo nació una serie totalmente distinta, cuya dirección es la siguiente: http://iwan.com/photo_Ruta.php?plaat=Ruta-Peregrino-4425.jpg&hsize=&vsize=

Desconcierta y conmueve el repasar, en el contexto de un sitio dedicado a dar cuenta de las lujosas gesticulaciones de cierta arquitectura actual, estas imágenes. La arquitectura que circula en las publicaciones de moda frecuentemente hace recordar una pinta aparecida en el Mayo de 1968 en París, sobre algún muro de la Sorbona o de Nanterre: “Inventen nuevas perversiones, no soporto más”. El camino para ir a visitar a la Virgen de Talpa, en cambio, tiene más bien todo que ver con el célebre y terrible cuento de Juan Rulfo, Talpa. Las fotos que Baan dedica al recorrido de los peregrinos conmueven por su frescura y transmiten, de repente, esos ecos rulfianos, esa terribilitá que subyace aún en el gesto del extenuado romero que, de rodillas, se acerca al fin a los pies de la Virgen.

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De lo que dijo Leonard Cohen en su recepción del Premio Príncipe de Asturias: “Mientras envejecía, entendí que esta voz venía con instrucciones. Y las instrucciones eran estas: nunca lamentarse nomás por que sí. Y si se va a expresar la gran e inevitable derrota que a todos nos espera, debe hacerse dentro de los estrictos confines de la dignidad y la belleza”.

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El hermano alacrán avanza. No hay cuartel ni gracia que conceda. Tampoco los espera. Todo es enemigo. El aguijón enhiesto aguarda la señal de un relámpago oscuro que habrá de traer la muerte. Un jeroglífico apretado y furioso recorre los apacibles mosaicos del cuarto. Ante su presencia definitiva una duda asalta los cimientos mismos de la casa. Se detiene, vigila, reinicia su marcha a paso de carga. Su trayecto guerrero parte en dos el aire. Por un sutil misterio, ya que se va, completa la quieta presencia de los días.

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César Vallejo: Es de madera mi paciencia,/ sorda, vegetal.

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Transcriptos: Considera una imaginaria fotografía del pasado. Es un grupo que posa con la descuidada convicción de que nada sucedía. Mira ahora, una luz como de piedra pómez que empieza a clarear por donde no pensabas. Un rayo fue llevándose, aquí y allá, estas caras queridas. Pasan los años y la luz va invadiendo la superficie del papel: luego -no ha de tardar- no habrá de quedar ya nadie. Una fotografía borrada y blanquecina, pasto del tiradero, solamente una mano muy pálida se reconoce en su margen.  

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De un disco de Gustavo Cerati: Pensándolo bien/ sé que siempre supe el desenlace/ me pasé la vida imaginándote/ no es momento para ser cobarde/ posaré mis manos/ sanaré toda llaga de distancia/ lo terrible del mar es morir de sed/ la lluvia cae/ cambia los paisajes de humo y viento/ borro el viejo mapa de catástrofes/ nuestros besos suenan verdaderos/ aún te sorprende el ruido del mundo/ desaparece, ya no hay vacío/ yo seguí a la estrella más voraz/ nunca me llevó tan lejos/ ¿para qué creer en el azar?/ yo nací para esto.

Tapatío

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