Viernes, 22 de Noviembre 2024
Suplementos | Por: Juan Palomar

Diario de un espectador

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Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (12/NOV/2011).- 12 de noviembre, día del cartero, así solían decir unos sellos azules que se imprimían en las cartas cada año alrededor de estas fechas. Le jeune facteur est mort… empezaba la triste y muy bonita canción de Georges Moustaki dedicada al ejemplar y entrañable gremio de los carteros.  

Este espectador tiene para sí que la experiencia de recibir una carta, de un objeto físico que viajó, que cumplió un trayecto geográfico desde las manos de quien la escribe a las de quien está destinado a leerla y conservarla, tiene ya poco que ver con la inmaterialidad  cibernética que ha venido a desplazar en gran medida el trabajo de los viejos carteros. Bicicleta, mochila de cuero, gorra reglamentaria (moscova) y silbato inconfundible: tales eran las señales que alegraban las calles cada mediodía. Días de la mano abierta, reza el título de un álbum de Suzanne Vega: así era cada vez que, luego del silbido ritual, bajaba uno a la calle para recibir, maravilla o decepción, una carta. Larga vida a los carteros.

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Borges traduce a Francis Ponge, hablando del agua:

Más abajo que yo, siempre más abajo que yo está el agua. Siempre la miro con los ojos bajos. Como el suelo, como una parte del suelo, como una modificación del suelo.

Es blanca y brillante, informe y fresca, pasiva y obstinada en su único vicio: el peso; y dispone de medios excepcionales para satisfacer ese vicio: contornea, atraviesa, corroe, se infiltra.

En su propio interior funciona también el vicio: se desfonda sin cesar, renuncia a cada instante a toda forma, sólo tiende a humillarse, se acuesta boca abajo en el suelo, casi cadáver, como los monjes de ciertas órdenes. Cada vez más abajo: tal parece ser su divisa: lo contrario de excelsior.

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Más del agua: naturaleza de la laguna. Apuesta por la gravedad, la duración, la fragilidad invencible. Descansa y fluye sin cesar, espera y vaticina mejores días.

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Concierto de Coco Álvarez. El concierto para la presentación del disco de Jorge Álvarez en la Alianza Francesa fue una grata reunión. Las interpretaciones de la banda de amigos de algunas canciones fundamentales como Here comes de sun o While my guitar gently weeps de George Harrison, o The needle and the damage done de Neil Young resultaron redondas. Después desfilaron las composiciones del disco que se llama No lugar (Non lieu, para acordarnos de André Breton). El entusiasmo de Coco para acometer la hechura y presentación de su producción resulta ejemplar. Su facilidad para reunir y poner a funcionar a diversos músicos e intérpretes es también agradecible. Inés Vachez, por ejemplo, canta Moondrops –con letra de su autoría– de manera sorprendente. La primera canción, sin embargo, atmosférica y misteriosa, que se llama Gaya (el pueblo en donde Buda se iluminó) es la que más permanece en la memoria. Aves de paso, tal vez…

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Concert for George. Queda pendiente hablar, a propósito de otro Jorge, del portentoso concierto de homenaje a Harrison que le armaron sus amigos luego de su muerte y que llegó a las manos de este espectador gracias a los siempre buenos oficios de Paco Barreda. Viene al caso, además por esa otra interpretación inolvidable que el video entrega de While my guitar…

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Cahiers du cinema. Impresiones del hallazgo de un número de esta legendaria revista francesa, vehículo por excelencia de la generación de la Nouvelle Vague. La primera cosa es acordarse de Emilio García Riera, insustituible crítico de cine y entrañable amigo, quien tanto navegó por sus páginas. El número en cuestión, de enero de 1963, está destinado a Howard Hawks y no tiene desperdicio. Las reseñas de cada película son muy útiles, los fotogramas son espléndidos: tres jirafas corren aterrorizadas y bellísimas mientras se filmaba Hatari, Marilyn Monroe, bailando sobre la mesa, devasta a dos viejos que a sus pies la adoran en Los caballeros las prefieren rubias. Y así.

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Las listas siempre dan una cierta curiosidad. El Rolling Stone propone desde hace tiempo “Las 500 mejores canciones de todos los tiempos” y “Los mejores 500 discos de todos los tiempos”. Van los diez primeros de esta última, por lo que valga: Uno: Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de los Beatles. Dos: Pet Sounds de The Beach Boys. Tres: Revolver de los Beatles. Cuatro: Highway 61 revisited, de Bob Dylan. Cinco: Rubber Soul, otra vez de los Beatles. Seis: What’s going on de Marvin Gaye. Siete: Exile in main street de los Rolling Stones. Ocho: London Calling de The Clash; Nueve: Blonde on blonde, de Bob Dylan. Y diez: The White álbum, otra vez de los Beatles. Este espectador fácilmente deportaría de la lista a Marvin Gaye y pondría en su lugar, por ejemplo, al enorme Who’s Next de The Who. Los Beach Boys son una amable y comprensible debilidad gringa, pero son light. Se propone para sustituirlos al inolvidable The Doors (con Light my fire) de los Doors. En fin.

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Para una despedida de Tomás Segovia (1927-2011):

Tendré pues que aceptar que me reprochen

Que aun hoy siga queriendo creer sin desdecirme

Que es posible tener lo que no se ha tomado

Que el verdadero don llega sin merecerlo

Que toda gracia es gratis

Que en el instante en que alguien

Logra poseer algo

En ese mismo instante lo ha perdido

Y sólo si en verdad nada poseo

Puede ser todo mío

Tapatío

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