Suplementos | por: Juan Palomar Diario de un espectador jpalomar@informador.com.mx Por: EL INFORMADOR 5 de febrero de 2011 - 01:58 hs GUADALAJARA, JALISCO (05/FEB/2011).- La sombra de un avión, pesada, instantánea, cruza sobre la terraza y por la fracción de un segundo cambia el talante de la mañana. El pájaro amarillo, más sabio, aguarda un rato y luego emprende un vuelo calculado y liviano. En los bordes de la ciudad el campo espera y los amarillos de la estación maduran rumbo a los días más largos. De las rayas de grafito comienza a subir un rumor de relaciones y alturas, huellas quizá de un lugar que compone su sentido. ** El turista es una película que ha recibido demoledoras críticas por parte de los medios especializados. Cero estrellas, dice Rolling Stone. Apenas seis sobre 10, según el registro del International Movie Database. Fallida, vacua, acartonada, son algunos de los términos al uso para referirse al filme dirigido por Florian Henckel von Donnersmarck (quien hiciera la notable Las vidas de los otros). Este espectador piensa que quizás el registro dentro del que está concebida la película escapó, irritó o desconcertó, a más de algún crítico. Porque El turista es, sobre todas las cosas, un ejercicio de estilo. Un ejercicio en el que Angelina Jolie pasea su extraña belleza por las calles de París, primero, y luego, largamente, por Venecia la serenísima. Johnny Depp interpreta al turista, al que ha dejado atrás a quien fue y recorre como un sonámbulo el hilo de un destino que no se sabe si le es propio. La sombra de Hitchcock, ampliamente homenajeado, aparece con nitidez en las persecuciones sobre los tejados venecianos, en los diálogos medidos, en la elegancia con que las escenas son resueltas. Al final, se agradece el paseo. ** El misterio esencial que, irrevocable, se imprime en el alma a través de la continuada enseñanza que toda ciudad transmite por incontables, inasibles vías. El aprendizaje del mundo y sus enigmas traducido en ciertas disposiciones cotidianas, en determinados gestos que, todos juntos, forman la fábrica de la ciudad. La infancia que transcurre como un campo originario en el que van tomando forma los perdurables paisajes del alma. Sándor Márai, en su novela Rebeldes: “La propia ciudad es no solamente la torre de la iglesia o la plaza con una fuente, es el floreciente comercio y la industria, es el umbral en donde algún pensamiento cruzó por primera vez tu mente, una banca en la que acostumbrabas sentarte a considerar algo incomprensible, un momento en la regadera donde parecías vagamente recordar fragmentos de una anterior existencia, una piedra pulida nítidamente y encontrada en un viejo cajón y que no puedes ya pensar por qué la guardaste ahí, el sombrero del maestro de las escrituras, café y con una desfavorecedora mancha, el sudor frío antes de una lección de historia, juegos extraños cuyas reglas nadie entendía y que tú te sentías demasiado apenado para explicar, una mentira cuyas consecuencias te dieron pesadillas por el resto de tu vida, un objeto en la mano de alguien, una voz que oyes en la noche a través de una ventana abierta y no puedes olvidar, la manera como un cuarto se ilumina, dos borlas al pie de un par de cortinas”. ** Dice Simone Weil: “La verdadera manera de escribir es escribir como se traduce. Cuando se ha traducido un texto escrito en lengua extranjera no se busca agregarle algo; se emplea, por el contrario, un escrúpulo religioso en no agregar nada. Es así que se debería ensayar de traducir un texto no escrito.” ** Considerando las doradas laderas del febrero tapatío, los restos del paisaje primigenio que va devorando la insensatez urbana, los destrozos de esta ciudad que no sabe hermanarse con su territorio. Que alguna vez lo supo; que tendrá que volver a aprenderlo. Viene al caso esta cita de Ortega y Gasset: “Un paisaje sin historia apenas es un paisaje. Para que lo sea plenamente es necesario que sobre el paisaje natural haya tendido su abono la historia y sobre esta capa que humaniza el paisaje hayan caído como un cultivo nuestras meditaciones. Hay que moralizar el paisaje entretejiendo en su urdimbre nuestras almas. Las meditaciones son como las raíces que va tendiendo nuestra alma sobre un paisaje. ¿Cómo elevar un árbol sobre una tierra sin raíces? Todo país, además de los puntos cardinales, necesita una orientación moral. Y esas largas miradas de orientación son las meditaciones”. ** La guitarra sobre la mesa, pequeña y tosca, tiene el poder de convocar, en el cuarto en silencio, a toda la música. Comprada para un niño en una tienda de una ciudad del Bajío, forma ya parte del equipaje que acompaña a la infancia indeleble. Su construcción es elemental, y sin embargo el artefacto contiene la esencia de todo lo que sus cuerdas pudieran decir en el aire quieto. Braque hubiera quizá dispuesto así su composición. ** Al azar de los vericuetos de la red, aparece un fragmento de apenas unos segundos en los que el olvidado Michel Polnareff canta con voz certera el poema de Carlos de Orleans (1394-1465): El tiempo ha dejado su manto De viento de frío y de lluvia, Y se ha vestido de bordados, De sol reluciente, claro y bello. No hay bestia ni pájaro Que en su lengua no cante o grite: “El tiempo ha dejado su manto De viento de frío y de lluvia.” Río, fuente y arroyo Portan como bonita librea Gotas de plata, de orfebrería; Cada uno se viste de nuevo. El tiempo ha dejado su manto De viento, de frío y del lluvia, Y se ha vestido de bordados, De sol reluciente, claro y bello. Temas Tapatío Diario de un espectador Lee También Vetan al Estadio de Chivas tras violencia en el Clásico Tapatío Las Chivas revelan plan para buscar refuerzos de cara al 2025 Sólo un título en el semestre Así quedaría el salario mínimo en 2025 según el estado en el que vives Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones