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Del oficio de ser Santa Claus

Los personajes con sus barbas blancas y vestidos con trajes rojos se plantan en el Centro de la ciudad para escuchar las peticiones de los niños

Por: EL INFORMADOR

Santa Claus porta su característico traje rojo.  /

Santa Claus porta su característico traje rojo. /

GUADALAJARA, JALISCO (23/DIC/2012).- Sentado en su trineo, Santa Claus observa la interminable fila alrededor de la pista de hielo, sin duda el principal atractivo de estos días en la Plaza Liberación. Con el viejo de los regalos se acercan de cuando en cuando los niños más pequeños, y son cada vez menos los padres que se animan a pagar 50 pesos por la foto con el personaje. La Navidad está a la vuelta de la esquina, pero Santa parece bastante holgado en cuanto a ocupaciones.

Conforme avanzan los días decembrinos, más y más gente se da cita en este punto del Centro Histórico. Algunos se detienen a hacer fotos del nacimiento gigante, otros se acercan a los stands comerciales y unos más transitan apresurados con sus bolsas de compras. En el aire chocan los sonidos amplificados de los villancicos instrumentales que provienen de una esquina con los éxitos del pop que surgen de la otra. Los niños corren, los patinadores gritan, los turistas extranjeros pasean divertidos y los boleros de siempre intentan concentrarse en su par de zapatos.     

Para el fotógrafo Carlos Ramírez —quien hace 30 años incursionó en el negocio de la foto con Santa Claus— es una pena que en los últimos tiempos esta plaza se haya vuelto tan comercial, cuenta mientras espera que su Santa regrese de la hora de comida. El año pasado fueron los dinosaurios los que robaron toda la atención y este año es la pista de patinaje en hielo. Tan distinto a aquel tiempo en que él mismo aprendió la alquimia de la fotografía con su papá y su abuelo; cuando la gente acostumbraba a acudir a ellos para hacerse el retrato navideño sin necesidad de escenografías muy elaboradas.  

Ahora hay que esmerarse mucho más para convencer a los paseantes de pagar por una foto profesional, y para eso es fundamental la llamativa estructura de madera con forma de trineo donde se sienta Santa Claus. No faltan los renos adornados con escarcha navideña y los focos intermitentes que alumbran las casitas del fondo, de cuyos tejados escurre la nieve simulada con brillantina.

Y aun en el soleado invierno tapatío, donde la temperatura puede sobrepasar los 25 grados, Santa Claus porta su característico traje rojo, diseñado para los vientos gélidos del Polo Norte. Lleva botas negras y guantes blancos, además de unas largas y canosas barbas que le cubren la mitad de la cara. Por si fuera poco, debajo de sus ropas se esconde una almohada que cumple la función de barriga.  

Con todo esto, es menester de Santa Claus sonreír a cada niño que se acerca emocionado a estrechar su mano. Dejarse abrazar y besar por los que logran mayor cercanía en el momento de la foto, y preguntar a sus pequeños admiradores asuntos fundamentales de esta época decembrina: si se portaron bien, si ya hicieron sus cartas y cuáles fueron sus pedidos.

En el lado opuesto están los grupos de adolescentes que, desde una distancia prudente, le hacen bullying al hombre debajo del disfraz, con gritos como “¡viejo panzón!” o “¡ya vete, ya no sirves!”, una vez que pasaron la Noche Buena y Navidad.  Provocaciones que todo buen Santa Claus debe ignorar para poder continuar en su papel de hombre gentil.  

Así que no es cosa fácil ser Santa. Tres de los nueve personajes repartidos por todo el Centro de Guadalajara están de acuerdo en que son básicas para este trabajo cualidades como la paciencia, el amor por los niños y el buen humor.

“Para ser Santa Claus hay que tener carisma e inteligencia para llegarle a los niños”, afirma Óscar Aguiar desde atrás de sus falsas barbas. Él está acostumbrado a estar aquí, en la Plaza Liberación, donde normalmente atiende su negocio de aseo de calzado. “Hola precioso”, interrumpe para saludar a un niño que se acerca, “¿Cómo estás, chulo? ¡Jo Jo Jo!”.

A su patrón, Carlos Ramírez —quien además de tomar e imprimir las fotos en una sofisticada máquina, invita constantemente a las familias a retratarse con Santa— Óscar lo conoce desde hace mucho tiempo, pues con esta ocasión ya son 15 o 16 años los que ha trabajado con él representando al personaje barrigón.

El Santa de la Plaza Tapatía

Más abajo, en la Plaza Tapatía, la estructura del negocio es familiar: Manuel López Patiño es el fotógrafo y jefe; su yerno, José Bañuelos, es quien interpreta a Santa Claus; y su hija —esposa del Santa— se hace cargo de cobrar e imprimir las fotos que se entregan con un calendario del 2013.

Cuando no es Santa Claus, Bañuelos se dedica a la arquitectura: “Esto es completamente diferente a lo que hago, pero lo disfruto”, cuenta Bañuelos, pues asegura que los niños le enseñan muchas cosas, entre ellas a demostrar “la inocencia que los adultos perdemos con el tiempo”.

Su suegro, por su parte, es fotógrafo de tiempo completo en eventos sociales como bodas, bautizos y fiestas de quince años. Pero cada diciembre desde hace 30 años, Manuel obtiene su licencia del Ayuntamiento de Guadalajara para establecerse durante un mes en este sitio. Algunos de sus colegas, asegura, han obtenido permisos para instalar a su Santa Claus durante 45 años consecutivos. “Ya es toda una tradición”. Por el Centro los encontrará hasta el seis de enero del año que está por comenzar.

EL DATO

El mito

En internet puede encontrarse diferentes versiones sobre quién es en realidad en hombre, o los hombres, detrás de Santa Claus. La mayoría de ellas coinciden en que este personaje de estómago abultado, barba blanca y  traje rojo, así como lo conocemos hoy, tiene su principal origen en Obispo San Nicolás, quien nació en el siglo IV.  Se dice que venía de una familia rica y acomodada y que siendo muy joven perdió a sus padres y se convirtió en el heredero de una gran fortuna. A sus 19 años, decidió dar toda su riqueza a los más necesitados y se marchó con su tío para dedicarse al sacerdocio.

Al ser reconocido por su generosidad, la tradición católica de San Nicolás creció por Europa y permeó otros contenientes, hasta llegar a Estados Unidos, a quienes muchos atribuyen la imagen moderna que de él tenemos.

En 1823, el escritor inglés Clement Moore escribió el poema “Una visita de San Nicolás”, imaginando que surcaba los cielos en un trineo llevado por, al menos, nueve renos. Los colores del traje que hoy viste se deben a que en 1931, Coca-cola encargó al caricaturista Thomas Nast que dibujara un Santa humanizado y cuya imagen fuera más cercana a las personas para su campaña navideña. Así surgió el hombre vestido de rojo, con cinturón y botas negras que permanece hasta hoy en el imaginario popular.

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