GUADALAJARA, JALISCO (09/ABR/2017).- Dicen las leyendas que dizque ahí fue donde hubo una batalla entre el Diablo y San Miguel. Y que dizque la batalla duró 52 días. Y también dicen que los chasquidos de los espadazos retumbaban por todas las montañas; y que dizque hacían que todo el cielo brillara con las chispas de las espadas. Y que no tan solo el cielo era lo que se alumbraba, sino hasta el mismo universo entero. Y luego dicen, que dizque ya para cuando el santo había ganado la batalla, el pobre diablo había quedado ahí embrocado entre los cerros con el espinazo para arriba. Y dicen también que las rocas pelonas que se ven ahí saliendo de la montaña, es lo que quedó del espinazo. Dizque todo eso sucedió ahí donde se ven esas piedronas altas con los barrancones a uno y otro lado de la carretera. Eso es lo que dicen que dizque sucedió ahí entre lo arrugado de las montañas… Eso dicen. Aunque las historias resulten exageradas, siniestras y quizá hasta un poco exóticas, estoy seguro que si todo esto tuviera algunos visos de verdad, le añadirían un encanto especial al recorrido por el famoso Espinazo del Diablo. Pero temo desilusionarlos porque a mí ni se me apareció el diablo (que mucho me gustaría) ni me asaltaron los narcos malosos (nada que me gustaría) que dicen que por esos rumbos suelen hacer sus fechorías.No. La misteriosa carretera de tantas leyendas y ‘diciones’, actualmente, al construirse la nueva autopista (Nº 400) que corre casi paralela, se ocuparon de dotarla de puentes formidables que, con arquitectónica elegancia van saltando los ríos y las barrancas. Además de bellos y bien construidos túneles de concreto que -como si intestinos fueran- con frescura cruzan las montañas de uno a otro lado. Admirables trabajos de la ingeniería mexicana que vale la pena considerarlos, y por qué no, hasta presumirlos.Ambas carreteras, por medio de un visionario corredor, unen a las ciudades de Mazatlán y Durango (con Torreón, Saltillo y Monterrey) para llegar al puerto de Matamoros en Tamaulipas en el Golfo de México; uniendo -en última instancia- el Pacífico con el Atlántico, estableciéndose así una “vía corta” entre Asia y Occidente, acarreando a nuestro país las derramas económicas y los beneficios inherentes.Sin embargo, la antigua y legendaria carretera (N°40) que pasa por el famoso Espinazo, con sus profundos abismos a los lados, y coronada por espectaculares rocas, finalmente ha quedado convertida en una bonita y romántica carretera casi sin tránsito, que curva tras curva (hay muchas) de buen pavimento y marcaciones claras, transcurre entre cumbres y barrancas por las bellas zonas arboladas, con espectaculares vistas de la Sierra Madre.Unos cuatro ‘trailers’; y cuando mucho unos quince coches, fue todo los que nos encontramos en nuestro recorrido por la antigua y clásica carretera N°40. En ocasiones en que por algo nos deteníamos en el camino, siempre había alguien muy amable que se acercaba a preguntarnos si algo se nos ofrecía. Solo gente buena encontramos. Claro que gente mala puede haber en todos lados, pero bien se dice que “Somos más los buenos”. ¡No teman a salir! ¡El peligro puede estar en todos lados! En su misma casa. En la tina de baño. En el autobús. En el súper. En los columpios. Salgan, que la vida es única e irrepetible, es bella e inquietante, es maravillosa. Y es muy triste quedarse en casa aterrados por el miedo. ¿Miedo a que? ¿Miedo a disfrutar la vida aterrorizados por el miedo? ¿Miedo al hecho de vivir? El Espinazo del Diablo -como tantas otras cosas- es un regalo de la vida entre Durango y Mazatlán. ¡Disfrútenlo sin miedo por favor!