Domingo, 24 de Noviembre 2024
Suplementos | David Alfaro Siqueiros selló su estadía en este lugar con un mural

Centro Cultural El Nigromante

Este recinto nos cuenta una amplia historia; por sus pasillos han desfilado personajes como David Alfaro Siqueiros

Por: EL INFORMADOR

El Museo contempla a los paseantes que transitan por la calle.  /

El Museo contempla a los paseantes que transitan por la calle. /

GUADALAJARA, JALISCO (24/AGO/2014).- La calle Doctor Hernández Macías, de San Miguel Allende, se pavonea de una hermosa edificación, antaño, Monasterio de la Concepción, popularmente referido como “Las Monjas”, edificado por iniciativa de María Josefa Lina de La Canal, para sí misma y otras monjas, hoy, Centro Cultural El Nigromante. A finales de la década de 1930, el escritor Felipe Cossío, asilado del Perú, le solicitó al Presidente Lázaro Cárdenas, el abandonado convento para transformarlo en escuela de artes. Entre los primitivos maestros, Pablo O´Higgins y Carlos Mérida. Posteriormente la dirigió Campanella, quien invitó a David Alfaro Siqueiros como maestro, quien dejó inconcluso un mural sobre la vida de Allende. Luego de la Segunda Guerra llegaron a la estación de San Miguel, 200 veteranos del Ejército norteamericano, entre sus inquietudes estuvo el arte, los nuevos moradores provocaron un parte aguas, cultural y una amalgama mestiza. Siqueiros tuvo un fuerte altercado con el director por sueldos caídos, se cerró la escuela y se reabrió en 1973 con el nombre de “Centro Cultural El Nigromante”, en honor al sanmiguelense Ignacio Ramírez, con la coordinación del INBA.

Del Museo Casa de Allende, caminamos unas cuadras para llegar al Centro Cultural. Entramos con regocijo y fuimos maravillados por el bello claustro. Fray Luis del Refugio de Palacio puso en tinta: “Todo nos tuvo embelesados; aun la calleja aquella, contigua a los escuetos y altos y rudos, muy rudos muros del asceterio, este, sombreado por arbolado mustio se descubre la portería; más para nosotros preferidos tan santos muros, y muy más atrayentes que palacios enfilados de bulliciosas y ricas ciudades; el claustro espacioso, impresionante, inolvidable, de melancólica alegría, con largas y superpuestas arcadas, rodeado del amplio refectorio, largo de profundis, muy capaz sala de labor; los pradecillos y la fuente, los cipreses añosos y las fragantes rosas, el césped y gentiles enredaderas prendidas a los arcos altos… el descollar de la cúpula vista de aquí”.

Admiramos el grandioso y cautivante claustro, monumental, fantástico espacio, en su forma y dimensión, de dos pisos, gruesas columnas cuadradas con capiteles dóricos soportan arcos en medio punto, los del primer nivel sostienen bóvedas de cuatro gajos y los del segundo bóvedas en cañón, de ladrillo aparente. Las expresivas arcadas delimitan un fabuloso jardín, con palmeras, fresnos, cipreses, bambús y otras plantas. Al centro de cada corredor, un andador se dirige el centro del jardín, que luce una fuente octagonal y de una copa, con unas plantas floridas en lugar de agua. En un portal vimos el busto de El Nigromante (1818-79) escritor, poeta y político, utilizó el seudónimo El Nigromante. “Tomó partido de la tierra y el hombre”, fue encarcelado por Santa Anna y desterrado por Maximiliano. Ministro de Justicia y Fomento con Juárez y con Porfirio, magistrado de la Suprema Corte, fundó la Biblioteca Nacional. En 1889 se recopilaron sus poemas y prosas en dos volúmenes, se evocan: Al sol, Al Amor y A Josefina Pérez.

Fuimos recorriendo despacio los atractivos corredores monjiles, unos son aprovechados para exposiciones, entre ellas estaba una de escultura, “Libertad (es)”, de Ana Castellón. Dos de las esquinas de planta baja presumen de mural: El vampiro, de Pedro Martínez y El bañarse y lavar en el arroyo Valle del Maíz, de Elenor Coen y en las escaleras principales, Los Tejedores, también de Pedro. Miguel J. Malo y F. León de Vivero comentaron: El Convento Real de la Concepción -autorizado por Real Cédula de Fernando VI, Buenretiro, Set. 21, 1754-, se cimentó en el solar -“Casa de los Naranjos”- que fuera del conquistador, don Juan González de la Cruz… El arquitecto Francisco Martínez Gudiño (tapatío) dirigió los trabajos, cooperando los alarifes y maestros de arquitectura Pedro Joaquín de Tapia y Salvador Antonio Hernández. Fungió de Consejero Francisco de Lara Villagómez. Comenzada la construcción (1755), inauguraron el edificio incompleto en Dic. 28, 1765. Carecía aún el templo de cúpula, presbiterio, torre y altares. Se terminó la torre en Mar. 1, 1842.

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