Domingo, 19 de Enero 2025
Suplementos | Por: Iván González Vega

Batman, el héroe en el diván

El rasgo más celebrado en las versiones recientes del hombre murciélago es la 'oscuridad' con que lo retratan sus autores; la llegada de El caballero de la noche asciende permite revisar estos desvíos hacia lo escabroso en el personaje creado por Bob Kane

Por: EL INFORMADOR

El personaje: Batman.  /

El personaje: Batman. /

GUADALAJARA, JALISCO (29/JUL/2012).- Hoy Batman es hosco, estoico, severo y parco. Muchos fans lo adoran precisamente porque es la gran oposición al Batman travestido, cómico hasta la farsa, que sobrevivió desde la serie de televisión de los años sesenta hasta las divertidas aunque lamentables películas de Joel Schumacher en los años noventa. La respuesta límite —pero sólo una de las respuestas— a ese personaje es este Bruce Wayne, un hombre traumado y con constantes pulsiones de muerte, que para darle salida a su dolor ha inventado un tótem que justifica con su lucha justiciera.

El caricaturista mexicano Paco Calderón lamentó hace unos días, hablando de temas relacionados con la matanza de Aurora, Colorado, el rumbo que ha tomado el personaje de Batman, manifiesto en productos como las películas de Christopher Nolan. “Se ha transformado en una alegoría sádico-depresiva para desadaptados”, observó, y dibujó a un Batman deforme y furioso, distante de la popular serie policiaca de hace años dirigida a un público familiar.

Quizá exagera, quizá dio en el clavo. O quizá sólo tiene nostalgia por un Batman que no requería de honduras sociológicas y psicológicas para ser entretenido. Efectivamente, de un tiempo para acá el rasgo más explorado en Batman es la “oscuridad” con que se le retrata, tanto en el cine y los dibujos animados como en los cómics y las novelas gráficas.

Hasta allí algunas observaciones de quienes le buscan explicaciones al Batman más moderno. Allí hay argumentos nuevos y los narradores no los han desaprovechado. Por poner un ejemplo singular, a cualquiera le basta leer la que resultó la más famosa obra de toda la industria de las novelas gráficas, la delirante Arkham Asylum, para convencerse de que hay en Batman mil y una líneas narrativas que explotar sobre la base de lo terrorífico. Ésa y muchas otras novelas y cómics de Batman han propiciado que estos géneros alcancen nuevas cotas como obras de arte. Pero el origen del Batman grave y maduro está más bien en los años ochenta, en El regreso del caballero oscuro y Batman: Año uno, las dos sensacionales obras que consagraron a Frank Miller y a ese Batman tormentoso que brinca azoteas sobre la mancha de cielos azules de tan negros, que explora su fuerza casi hasta la brutalidad, que se equivoca con humana frecuencia.

Con Miller, Batman es el centro de una épica propia, pero es más propio de la novela negra que del psicoanálisis. Tim Burton filmó poco después, a principios de los noventa, dos cintas claramente inspiradas por este Batman redefinido, aunque, con los años, sus personajes parecen más bien fenómenos de feria.

Un superhéroe después del 11 de septiembre

Chris Nolan ha sido el nuevo encargado de retratar a Batman, de dibujar sus rasgos y decir: el personaje también permite esta lectura. Ha conseguido hacerlo espectacular, con películas que marcarán su futuro como cineasta más que Inception o Memento, sus obras más personales. Pero sobre todo lo ha puesto en el medio de una sociedad post-11 de septiembre que se hace las mismas preguntas de siempre sobre la naturaleza del mal. Pues el Batman de Nolan es un hombre de su tiempo. En estas películas se ve orillado a combatir a lo sobrenatural, pero su impulso inicial no es derrotar a villanos de circo sino, en principio, a delincuentes como el gánster Carmine Falcone, interpretado de manera brillante por Tom Wilkinson en la primera película, que es el azote de Ciudad Gótica sin tener que ser fantástico. Sólo es un capo del crimen, uno de esos delincuentes que reina en la impunidad, que siembra corrupción y vicio y que acaba con la confianza de la gente, que compra o mata a los policías y que soborna a quienes podrían hacer una diferencia.

Falcone no es el antagonista central de Batman inicia (Batman begins). Como parte de la espectacularidad que explota el cine, los supervillanos lucen sus rasgos más delirantes por otros más verosímiles. Lo más memorable de las cintas de Nolan será siempre el Joker (Guasón) de Heath Ledger, que, lejos del payaso homicida de las historias originales —a veces más bufonesco, a veces más sanguinario—, es más bien un psicópata punk, un maniaco-depresivo incapaz de experimentar emociones. Un tipo que se pone en medio de la calle para que Batman lo atropelle con la moto y que le grita, con auténtico deseo: “¡Pégame, quiero que lo hagas!”.

Pero el Joker es un segundo paso en Nolan; antes, la ciudad está rendida no ante villanos estrafalarios, sino ante un señor de traje y corbata, por culpa del cual el verdadero miedo es que te asalten en la calle.

Es el miedo de las ciudades modernas, en México, en Estados Unidos y en cualquier país. Y si Batman begins acertó en proponer al miedo como gran preocupación de los espectadores, en El caballero de la noche (The dark knight) quiso ir más lejos y lo puso en el mundo de Osama bin Laden y el internet, en donde los terroristas y las grandes corporaciones comparten abismos éticos.

Es el miedo por las calles sin alumbrado público, por los vecinos, por los políticos, por las mentiras de los medios de comunicación y por las conspiraciones de los grandes capitales. Por eso el Batman de Nolan no puede ser un vengador ni un justiciero, sino alguien en quién creer, un tipo tan valiente como para hacer lo necesario sin pasarse de la raya. El respetable fiscal Harvey Dent enloquece cuando pierde a alguien que ama; Batman no: resiste y se sacrifica en nombre de la ciudad que hay que arrebatar al crimen.

Nolan y otros cineastas —como Bryan Singer, autor de las dos primeras películas sobre los X-Men— han entregado al género de superhéroes películas con protagonistas que son campeones de lo moral. El supertraje y lo superpoderes son opcionales; lo importante es la ética y la responsabilidad. Charles Xavier en los X-Men de Bryan Singer capitula de sus metas por salvar a sus discípulos, porque son sus eternos niños, aunque vayan armados de garras de adamantium; el Hombre Araña es un simpático nerd que repite como mantra la frase del tío Ben, “un gran poder implica una gran responsabilidad”, para obligarse a actuar como una especie de policía de barrio con entrenamiento de élite; más obviamente, el Iron Man de Jon Favreau y Robert Downey Jr., incluso en Los Vengadores, abjura de su egoísmo no por simple heroísmo, sino porque la Humanidad merece el sacrificio.

La vida fuera de la gran pantalla

En la vida real, por supuesto, los dilemas morales son más complicados que un largometraje. Es más difícil enfrentar a los delincuentes, tanto a los simples como a los escabrosos. Sin Batman en la calle, los eternos Carmine Falcone complican los barrios y las colonias, el acceso a la justicia y la confianza en las autoridades. Los ciudadanos comunes temen y los que pueden superar algo de su miedo se organizan para defenderse, con ayuda de los Jim Gordon que andan por allí y que siempre son muy pocos. El Mal se parece más a los supervillanos: en la vida real, medra en las ciudades, a veces porque es el refugio de los desadaptados que además han perdido la cordura, más comúnmente porque es un negocio. La gente quiere ciudadanos ejemplares. Allí es donde funcionan el Batman de Nolan, con su sacrificado Jim Gordon, el recto Lucius Fox y el abnegado Alfred; incluso la temeraria Rachel Dawes es el tipo de héroe que celebran los espectadores, conscientes de que provocar a los capos del crimen no es ningún guión de cómic.

En medio de todo esto, el espectáculo: la explosión, los incendios, los batiaviones, el regodeo sociópata de El Espantapájaros, Ra’s al Ghul, Dos Caras y el Joker adaptados a tiempos en que los terroristas estrellan aviones contra edificios repletos de gente. Nolan no estableció los límites del sadismo, así como su éxito no está en sus moralejas o en su maniqueísmo —en El caballero de la noche, los ciudadanos son incapaces de resolver un dilema ético pero, ¡ajajá!, un peligroso recluso toma la decisión correcta y los salva a todos—, sino en su esfuerzo por adaptar a los excesos modernos a este héroe de cómic. Otros autores ambiciosos, como Frank Miller, han logrado cotas artísticas diferentes sin esas sofisticaciones; el mismo Grant Morrison, autor de Arkham Asylum, produce historias bastante divertidas y mucho menos escabrosas para la serie animada de la Liga de la Justicia, por ejemplo.

En medio de su amplio espectro de posibilidades, el personaje que Bob Kane creó en 1939 —unos meses antes de que un régimen brutal hiciera estallar la Segunda Guerra Mundial— sigue siendo un detective enmascarado que lucha por la justicia. Son los espectadores quienes se han vuelto diferentes, y permiten que convivan aquel amigable personaje y este otro, más rabioso, más atormentado. La idea que Bruce Wayne expresa en la primera película de Nolan demuestra, o la eficacia de los guiones o el significado que el personaje tiene todavía para el público: Batman perdura porque es un símbolo y los símbolos ni mueren ni cambian: se adaptan. Como elemento inspirador, según parece, Batman tiene todavía un poder enorme, comparado con el cual su necesidad de tumbarse en el diván es apenas otro rasgo de carácter, que dice más acerca del mundo que de él mismo porque, al fin y al cabo, es sólo un personaje de ficción.

PARA CONSULTAR
Horrores célebres

- El regreso del caballero oscuro y Batman: Año uno 1986 y 1987. Las famosas obras escritas por el guionista Frank Miller, consideradas las más influyentes novelas gráficas en la historia de Batman y, quizá, de este género.

- Arkham Asylum

1989. Auténtica joya de Grant Morrison y Dave McKeann, es una corta historia para adolescentes y adultos en la que Bruce Wayne se pierde en las pesadillas diabólicas de sus villanos.

- Batman. Dark night, dark city.

1990. De Peter Milligan, Kieron Dwyer y Dennis Janke. Una serie corta de historias en los cómic en donde el Acertijo manipula a Batman para que participe en un ritual satánico.

- El largo Halloween

1997. Historia de género negro, a cargo de Jeph Loeb y Tim Sale. Batman, Jim Gordon y Harvey Dent combaten juntos a las mafias de Gotham, pero un misterioso asesino se les adelanta.

- La broma asesina

1988. De Alan Moore, otro santón de la novela gráfica, y Brian Bolland. Reescribe el origen del Joker y, de acuerdo con muchos fans, es su biografía definitiva.

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