Suplementos | Por: José Luis Cuéllar de Dios Aprender de ellos La huida del tiempo Por: EL INFORMADOR 14 de enero de 2011 - 02:09 hs GUADALAJARA, JALISCO (14/ENE/2011).- Hay una hija y yo soy su padre; nació con discapacidad intelectual, condición que me hizo vivir el primer lustro de su existencia entre el pasmo, la aridez emocional y una suerte de insospechado duelo; incluso experimenté la fragilidad humana cuando se enfrenta a Dios. A partir de que cumplió los ocho años, con mensajes silenciosos y aterciopelada lentitud, me fue conduciendo por los misteriosos y complicados territorios de su alucinante mundo, tránsito que realicé de manera indolora, a cambio de hacer una profunda inmersión en su apacible naturaleza. Hoy, mi hija Martita se ha convertido para mí en una suerte de religión, religión cuyos postulados emanan de su indiscutible munificencia y naturaleza angelical, y aunque estoy cierto que ella, como todos aquellos seres que nacieron con discapacidad intelectual, pertenecen a otro mundo, no dejo de entender claramente que en éste, nuestro mundo, ¿el de la normalidad?, su fragilidad y rotunda vulnerabilidad nos ha grabado en la retina, a lo largo de los siglos, la visión de la tragedia. La inmisericorde, real y puntual huida del tiempo a la que todos los seres humanos estamos sujetos, independientemente de convocarme a una profunda y radical nostalgia, me abre los ojos ante el reto que significa dejar en las mejores condiciones de apoyo y protección a mi hija, una vez que yo haya cumplido mi ciclo de vida en esta tierra. Soslayar este tema es condenarla a vivir en una cotidiana y cruel tristeza por el resto de sus días. Lo primero que tengo que hacer, es vencer la cómoda hipocresía que insita a mi condición humana, invita a juzgarme con magnanimidad y complacencia hacia mis deberes. Con qué asombrosa facilidad practicamos la filantropía en pos de reconocimiento social, que con frecuencia raya en el exhibicionismo, cuando lo más simple es buscar el bienestar de ellos antes que el nuestro. Es indiscutible y peligroso que si no acepto lo irremediable, de alguna manera devaluaré mi dignidad y en consecuencia cometeré el pecado de ignorar lo obvio: pobreza de voluntad. Ya lo comentó Martita la semana pasada en este mismo espacio, ella representa a millones de seres que viven en las mismas condiciones de riesgos, olvidos y abandonos. Se trata de un reto que permanentemente debe analizarse con celo inquisitorial. Los padres somos los encargados de heredarles la euritmia de su existencia, evitándoles así condenarlos al cansancio de la desdicha. Si caigo en la cómoda y latente tentación de considerar la muerte como la gran solución, convocaré sin remedio el miasma que emana de aquellos espíritus inconscientemente egoístas. Traigo a mi mente la recomendación de G. Zaid: “Tener siempre presente: observar, reflexionar, investigar, hacer y aprender”. El reto no es poca cosa. Se requiere un esfuerzo para no sonar pesimista, pero qué difícil resulta encontrar seres verdaderamente dedicados, altruistas, preparados y honestos a quienes encargar una tarea de marcado reto moral y espiritual. ¿Cómo enfrentar la melancolía que me provocará ir preparando a mi hija para que paso a paso se vaya integrando a una comunidad sustituta, del cariño insustituible de sus padres? Quizá recordando la premisa aristotélica que afirma que la melancolía produce bilis negra, que provoca un estado alterado de conciencia propicio para la locura. Amén de los amenes. Temas Calor de hogar Aprender de ellos Lee También Tips para dejar de manchar la ropa con residuos de jabón al lavarla ¡Adiós, chinches! Elimina las plagas fácilmente con este remedio casero De este color debe ir tu árbol de Navidad para mejorar la salud mental El Buen Fin llega a Shein; estos son 3 productos de menos de $20 pesos para decorar esta Navidad Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones