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Aprender de ellos

Vías de plenitud humana. Segunda de tres partes

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (22/OCT/2010).-
A Rosa Chávez Cárdenas, por la generosidad de su invaluable atención.

Un grupo de jóvenes, profesionistas y bien preparados, se han reunido para formar una empresa de consultoría social. El caso no llamaría la atención si no fuera porque abierta y claramente se confiesan como un colectivo perteneciente a la comunidad “gay”. Se han ofrecido para trabajar en forma voluntaria, con la Fundación que atiende a niños y jóvenes con algún tipo de discapacidad. Su oferta de servicios se llevó al Consejo para ser analizada. El Consejo está formado por 13 personas, entre las que se encuentran padres de familia, maestros, un sacerdote y empresarios de diferentes ramas. Los argumentos, opiniones y posiciones que cada miembro del Consejo expuso han sido múltiples y variados. Exposiciones que caminaron del radical rechazo (las más), a la meditada tolerancia (los menos). Me correspondió fungir como moderador, en ese contexto y habiendo escuchado cada una de las partes, me permití, al final, hacer y compartir algunas reflexiones, que, por cierto, asumo como propias y exclusivas de mi absoluta convicción.

Afortunadamente se cuenta con un Consejo respetuoso de todas las opiniones y por lo tanto hubo voces que rechazaron la oferta, calificándola de riesgosa e incluso lanzando frecuentes invectivas. Me pareció y es, insisto, una opinión personal, que en este tema se cae en la vieja y equivocada idea de considerar a la persona “gay” como réprobo y no como persona, lo que ha convertido a esa comunidad en una minoría agredida y relegada. No pude evitar que a cada argumento de rechazo correspondiera un recuerdo de las tantas veces que sentí la discriminación hacia mi hijita Martita, sobre todo cuando intenté incluirla en una escuela regular hace 20 años. Si para algunos, la comparación resultó fuera de lugar o incluso tendenciosa, les pedí se analizara que la humillación al prójimo es debilidad disfrazada de agresión.

El voluntariado que nos ofrecen estos jóvenes empresarios, como tantos otros voluntariados que hemos recibido, contiene una dosis de admirable labor filantrópica, son personas que al tener cercanía con los niños y jóvenes con discapacidad se convierten en mensajeros de paz y caridad. ¿Cambiarán las causas y efectos debido a su particular preferencia sexual? Así lo pregunte en el Consejo y abunde exponiendo que su discriminación como cualquier otra se convierte en acoso brutal, originado por anacronismos decadentes que representan un peligro social. No será que la contumacia de referir al “gay” sólo a su preferencia sexual -la palabra “homosexual” así lo confirma- es causa de sospechas y ambivalencias que nada tienen qué ver con su comportamiento cotidiano.

Noté cómo para algunos el peso del estigma que representa la preferencia sexual del equipo de voluntarios, era mayor que el beneficio que significa alejar sentimientos de soledad y alineación de los chicos con discapacidad a través de los trabajos artísticos que se ofrecían. Sentí, fue mi percepción, cómo un trabajo misional y educativo se podría ver obstaculizado por el odio de la incomprensión. Lo que implica promesa, porvenir y bienestar anulado por mirar a un colectivo con espina y escama. Tanto invocar la caridad para reivindicación del individuo y la dignidad humana, para luego discriminar viéndole de frente los ojos a la infamia. La reunión se convirtió en una serie de preguntas, hechas principalmente al grupo que apoyábamos la oferta de voluntariado, que denotaban más curiosidad morbosa que dudas o disonancias. El voto iba tomado un rumbo. Continuará...

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