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Aprender de ellos

Discapacidad invisible

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (09/JUL/2010).-  Existen, desde siempre, casos de mujeres y hombres, más de éstas que de éstos, que nacen con algún tipo de discapacidad intelectual ciertamente leve, pero que de alguna forma y con diferentes alcances impide un desarrollo adecuado en los diversos ámbitos de la vida: estados de maravillosa candidez a los que hay que oponer tratos plenos de comprensión, serenidad y bondad. Los avances científicos, especialmente en genética, neurología y psiquiatría han logrado diagnosticarlos con precisión y eficiencia. Muchos de ellos se ocultan por erróneas actitudes de los padres, temerosos ante el rechazo social y quedan sin la atención debida. A fuerza de ser sinceros, socialmente seguimos cerrados por lo que toca al tema de la discapacidad, en la irrealidad, el sonambulismo y la soledad, falta mucho para dar paso a la realidad, la materialidad y la solidaridad.

Afortunadamente la mayor parte de estos casos corresponden a personas que, si bien con muchos esfuerzos y superando obstáculos, han logrado integrarse a los ámbitos escolares, laborales y sociales de una manera regular.

Sin embargo, en lo que se refiere a las mujeres existe un tema, desafortunadamente considerado tabú, que muchos las arremete sobre todo en el campo afectivo y que se refiere al justo y natural derecho de querer ser madres y formar una familia. Superar el miedo a lo desconocido es el primer y monumental reto.

En nuestro país, dada la conformación económica, social y cultural de la comunidad, aquellas mujeres que deciden casarse, juntarse en pareja o simplemente concebir un hijo, terminan abandonadas por el hombre en el peor de los casos, o rescatadas por su familia paterno-materna en el mejor de ellos. Es importante aclarar que las posibilidades de que los hijos de madres con discapacidad intelectual “invisible” tengan algún trastorno físico o intelectual son mayores que para el resto de las parejas, pero no necesariamente debe ocurrir, amén de que a través de estudios genéticos es posible detectarse las condiciones de riesgo.
Renunciar a enfrentar estos casos, dado el derecho que la mujer tiene a ser madre y tener una familia, es dar paso a la indiferencia y a la injusticia. Muchos de los necios impedimentos son producto de ideas y conceptos que tienen su origen en prejuicios ancestrales, los convertimos en receptores pasivos de nuestras erróneas ideas, de nuestra omisión para hacer análisis concienzudos.

No se puede negar el derecho a la sexualidad y a la reproducción a una mujer que antes que otra cosa lo que requiere es atención adecuada; se trata, en última instancia, de mujeres (y hombres en su momento) con discapacidad intelectual moderada que requieren de ayuda especializada. Un caso de estos fue abordado en una buena película que protagonizó Sean Penn, Yo soy Sam, film que retrata el enorme sufrimiento de un padre cuando deciden quitarle a su hija bajo el argumento de que no estaba apto para educarla, la niña en comento, como en muchos casos, no presentaba ningún trastorno ni físico ni intelectual, sin embargo es juzgada, como en la vida real lo hacemos, por la discapacidad de su padre sometiéndola a todo tipo de discriminaciones.
Quizá en este singular asunto, como en muchos otros que abordan el tema de la libertad y la tolerancia, el gran reto, antes que nada, es ponernos de acuerdo en lo que es moral y lo que es inmoral. Para tal efecto hay que invocar la luz que otorga la serena inteligencia. Amén de los amenes.

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