Domingo, 24 de Noviembre 2024
Suplementos | Durante más de 40 años, Serge Bahuchet ha estudiado la relación de los pigmeos Aka

''Aprendemos de la Naturaleza a través de la televisión''

Durante más de 40 años, Serge Bahuchet ha estudiado la relación de los pigmeos Aka con su entorno natural. Actualmente dirige un departamento de investigación en el Museo Nacional de Historia Natural de Francia

Por: EL INFORMADOR

LECCIÓN. “Los pigmeos nos muestran que el mundo moderno nos corta del aprendizaje de la Naturaleza'', señala Serge Bahuchet.tu ESPECIAL /

LECCIÓN. “Los pigmeos nos muestran que el mundo moderno nos corta del aprendizaje de la Naturaleza'', señala Serge Bahuchet.tu ESPECIAL /

GUADALAJARA, JALISCO (14/ABR/2013).- En su estancia de tres días en Guadalajara, Serge Bahuchet decidió hospedarse en un pequeño hostal del Centro de la ciudad. Y no es que no gane lo suficiente: el experto en etno-ecología dirige el departamento Hombres, Naturaleza, Sociedades, del Museo Nacional de Historia Natural de Francia, pero prefiere los hoteles pequeños e independientes. Y como en visitas anteriores se quedó por la zona de Chapultepec, esta vez decidió explorar un barrio distinto.

Aun con cambio de horario, Bahuchet luce fresco en la mañana siguiente a su cátedra en el Centro Interpretativo Guachimontones Phil Weigand, donde charló con el público acerca de sus investigaciones. El tema que lo ha acompañado —desde que era muy joven y hasta la fecha— es la relación de los grupos humanos con los bosques tropicales, y dos en particular: los pigmeos Aka de África central, y las poblaciones nativas de la Guayana Francesa.

Para llegar a comprender la historia, cosmogonía y prácticas de supervivencia de los pigmeos —esos hombres de piel oscura y talla pequeña— Bahuchet debió realizar 21 misiones a la República Centroafricana, Camerún y Zaire, donde vivió en total 66 meses de su vida. Desde 1972 hasta 1985, el académico dedicó varias temporadas a observar de cerca una sociedad de cazadores-recolectores completamente ajena al mundo moderno.

De mirada bonachona, cabello cano hasta los hombros y barba tupida, el francés recuerda que fue bien recibido desde su primera inmersión en el grupo africano. Se hizo acompañar de un guía, quien no sólo lo llevó hasta el campamento, sino que fungió como traductor durante esa primera estancia de dos meses. El joven investigador instaló su tienda de campaña cerca de las casas construidas con hojas y ramas y, aunque fue inevitable sentir un poco de miedo, también quedó maravillado ante un modo de vida por completo distinto.

“Los pigmeos son gente muy amable, pero también muy tímida”, cuenta Bahuchet en la terraza del hostal. Quizá por ese carácter, pero también para evitar ponerlo en peligro, aquella primera vez los cazadores dejaban solo al francés en el campamento. Fue a partir de la segunda visita cuando el joven antropólogo logró ser aceptado para acompañarlos en todo tipo de misiones.

Como director de uno de los siete departamentos de investigación del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN) de Francia, Bahuchet supervisa el trabajo de 200 investigadores y es profesor en los programas de maestría y doctorado que ofrece la institución pública. Una, por cierto, de enorme prestigio y tradición en el país galo, ya que sus comienzos como escuela para médicos y jardín de plantas medicinales, se remontan al siglo XVII.

Hoy en día, la institución tiene una de las colecciones de historia natural más importantes del mundo y cuenta con un presupuesto anual de casi 105 millones de euros (más de mil 600 millones de pesos), de los cuales 49 millones son generados por la actividad del propio museo.

La razón por la que Bahuchet ha visitado en más de una ocasión Guadalajara y Jalisco —pues su agenda incluye el CUCSUR, en Autlán— es el convenio de colaboración entre el MNHN y la Universidad de Guadalajara, gracias al cual el investigador ha impartido cursos a estudiantes de diversas áreas de las Ciencias Naturales.

La realización de la charla en Guachimontones, por su parte, tuvo que ver más bien con la relación de amistad con Leobardo Padilla, director del Centro Interpretativo. Y aunque Bahuchet acepta no saber nada de arqueología mexicana, la dificultad del estudio de una cultura extinta justifica de alguna manera el trabajo que él mismo ha realizado durante más de 40 años:

“La civilización de Guachimontones desapareció. Se han perdido sus recuerdos, y hace falta un gran esfuerzo intelectual y técnico para reconstituir lo que pensamos que fue su vida, pero que no sabremos jamás si realmente fue así o no (…) Lo que hacemos entonces cuando trabajamos en África Central o en el Amazonas, o en las montañas de México, es registrar una memoria, e intentar capturar algunos elementos de un saber que necesariamente va a transformarse”.

—En el Museo Nacional de Historia Natural ha continuado con la investigación de los pigmeos Aka ¿Por qué seguir estudiando este grupo en particular?

—Porque la investigación es un proceso acumulativo. Comenzamos por plantearnos una pregunta, y esa trae otra y otra y otra. Cuando yo estudié la historia de los pigmeos llegué a hacer algunas hipótesis, pero no más. En cambio, cuando llegué al laboratorio, ahí hay un equipo de genética que pudo contribuir con la cuestión. Ya tenemos mucha información sobre los pigmeos, y al trabajar juntos, podemos ir más lejos.

—En el departamento de investigación que usted dirige ¿se estudian también las relaciones de las sociedades modernas con la Naturaleza?

—Sí. Tenemos un equipo que estudia la relación de los parisinos con las plantas y animales de la ciudad. También trabajamos en diferentes regiones de producción agrícola, con la cuestión de la denominación de origen. Es interesante porque la denominación de origen protege un producto comercial, pero también es una manera de conservar una forma tradicional de producir. Por ejemplo, cuando se hace la protección de un queso, se dice que se necesita un tipo de leche de vaca en particular, que la vaca debe comer un tipo de plantas, que el queso debe hacerse con ciertos útiles particulares. Entonces está el saber técnico y también la ecología. Para nosotros es un medio de conservar el medio ambiente y la biodiversidad.

—¿Cómo se explica que grupos como los pigmeos mantengan una forma de vida tan primitiva, en comparación al resto de las sociedades contemporáneas?

—Hay muchas razones. La primera es que esa gente y sus vecinos viven en países muy pobres, con muy pocos medios económicos, poco acceso al dinero y a los bienes modernos que conocemos. Pero el hecho de que los pigmeos sean mayoritariamente cazadores y recolectores, es una elección. Ellos conocen los otros modos de vida. Conviven con gente que practican la agricultura y tienen conocimientos, pero no quieren practicarla. Son hombres del bosque por voluntad, por el gusto de llevar ese modo de vida. Pero claro que si les damos medios de vida más modernos –como rifles para la caza— los toman y se quedan muy felices. No es que rechacen la modernidad; pueden utilizar los objetos modernos para llevar el modo de vida que quieren.

—¿Qué lecciones pueden darnos estas sociedades en cuanto a  su relación con la Naturaleza?

—Los pigmeos nos muestran que el mundo moderno —la tecnología, la política, la educación— nos corta del aprendizaje de la Naturaleza. En las sociedades rurales como éstas, los padres y los abuelos enseñan a los niños a sentir, observar y utilizar los recursos. Y eso se ha perdido en la educación moderna. Ahora aprendemos la Naturaleza a través de la televisión o los libros, pero no la vivimos. Cuando comemos, no sabemos de dónde viene la comida. No sabemos qué es la Naturaleza, y en consecuencia, mucha gente tiene miedo de ella. Antes las personas vivían en la Naturaleza porque era la vida cotidiana. Hoy, como esa Naturaleza no tiene aparentemente una utilidad para nosotros, es necesario hacer políticas de conservación, y esas políticas suelen tener una oposición con la vida.

—¿Cuál considera que es la principal amenaza que sufre el entorno natural en la actualidad?

—Creo que la falta de educación en general. El hecho de que consideramos que la Naturaleza es superflua y no necesaria para la vida. La principal amenaza es creer que la técnica va a resolver los problemas de la Naturaleza, y eso es absolutamente falso. Es necesaria para la vida física, para la vida mental, y estoy convencido que el enorme estrés que existe en todas las ciudades del mundo está ligado a la falta de la Naturaleza. Esa es la principal amenaza: consideramos que la Naturaleza es un extra, cuando en realidad es la base.

—¿Cree que las acciones individuales como el reciclaje y el ahorro de energía, pueden realmente hacer una diferencia, o sólo es posible invertir las tendencias con la acción política?

—Son necesarias las dos. Existen muchos esfuerzos que son hechos de manera individual, como reciclar los desechos, comprar mejores productos comestibles… Pero no todo el mundo lo puede hacer, porque se necesita mucho dinero. Si queremos comprar alimentos de mejor calidad, son más caros que los normales. Pero si lo hacemos, eso obligará a los campesinos a hacer mejores productos porque saben que los pueden vender, así que tiene consecuencias en cadena. Pero además de las actividades individuales, son necesarias las actividades en asociación, acciones de la sociedad civil. Hace poco tuvo lugar la conferencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo Rio +20 (junio 2012), que debía ser la decisión de los gobiernos de crear una economía verde, pero de hecho fue la decisión de posponerla otros 20 años, y de mantener a la industria como hasta este momento. Fue un fracaso político. Ahí nos damos cuenta que no serán los políticos quienes tomen esas decisiones, porque tienen miedo; porque están ligados al desarrollo industrial y no pueden pensar en otro modelo de desarrollo. Eso quiere decir que son las personas y las asociaciones civiles quienes deben tomar acciones para obligarlos, ya que los políticos son elegidos. Hasta ese momento se podrán tomar decisiones de desarrollo sustentable.

—¿Confía en que es posible revertir las tendencias?

—Es obligatorio. Si no, no tenemos futuro.

—Quizá el futuro sea regresar a lo esencial, como los pigmeos…

—Sí, pero sin regresar a las dificultades de vida. La gente de África tiene dificultades enormes, no tienen medicinas, mueren jóvenes. No hay que tener una imagen idealista de la vida primitiva, o tradicional, porque nuestros tatarabuelos tenían también vidas muy duras. Podemos vivir de una manera moderna e inteligente, pero es necesario cambiar el modelo. Podemos hacer una industria ecológica, de la que tenemos necesidad. Pero al menos en Francia, actualmente, las decisiones políticas no van a promoverlo. Lo dicen, pero no lo hacen. Ese Gobierno no comprende que incluso hay un potencial económico en otra lógica de desarrollo.

Tapatío

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