Domingo, 13 de Octubre 2024
Suplementos | Celebrar la resurrección de Jesús es abrimos a la energía vivificadora de Dios

¡Aleluya, aleluya, el Señor resucitó! ¡Aleluya!

Celebrar la resurrección de Jesús es abrimos a la energía vivificadora de Dios. El verdadero enemigo de la vida no es el sufrimiento sino la tristeza

Por: EL INFORMADOR

Lo primero es tomar conciencia de que la vida está habitada por un Misterio acogedor que Jesús llamaba Padre. ESPECIAL /

Lo primero es tomar conciencia de que la vida está habitada por un Misterio acogedor que Jesús llamaba Padre. ESPECIAL /

LA PALABRA DE DIOS
Primera lectura

  • Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (10,34a.37-43):

“El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados”.

Segunda lectura

  • Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3,1-4):

“Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria”.

Evangelio

  • Lectura del santo evangelio según San Juan (9,1.6-9.13-17.34-38):

“Él había de resucitar de entre los muertos”.

GUADALAJARA, JALISCO (16/ABR/2017).- La resurrección de Cristo es la máxima prueba de que es Dios, igual al Padre y al Espíritu Santo. Es el centro, la base, la piedra fundamental del cristianismo. Porque Cristo resucitó, no es vana nuestra fe.

Hoy es la cumbre más alta del cristianismo. Toda la Cuaresma fue un camino de purificación, de sacrificios, de penitencias, para poder contemplar, desde ésta, la mayor elevación para el creyente, a Cristo glorioso, vencedor de la muerte. El evangelista San Juan, testigo cercano y ocular, da testimonio de lo que sus ojos vieron y sus oídos oyeron; su pensamiento, su sentimiento, todo lo que de él, con las potencias del alma, vivió esa mañana del domingo. María Magdalena va de mañana, muy agitada, y avisa a Pedro y Juan que viene del sepulcro de Jesús y encontró rodada la piedra que lo cubre y el sepulcro vacío. Ni siquiera esperaron a darle respuesta, y echaron carrera. Juan corre más aprisa y llega primero; mas, por respeto, espera que llegue Pedro. Juntos se asoman al sepulcro y “contemplaron los lienzos puestos en el suelo, y el sudario que había estado sobre la cabeza de Jesús, no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte”.

Vio y creyó, porque hasta entonces no había entendido. Seis veces había anunciado el Señor a sus discípulos, que subiría a Jerusalén a padecer, a ser sentenciado a muerte, a ser condenado injustamente, a ser levantado en alto en la cruz, y que el tercer día resucitaría. Ahora Pedro vio y creyó, hasta que sus ojos vieron el sepulcro vacío. Ese mismo día, al atardecer, 10 de los discípulos recibieron la visita del Señor, glorioso, resucitado, allí donde ellos se encontraban encerrados por miedo a los judíos; y entró sin abrir puertas ni ventanas.

Cristo ha resucitado, y con su claridad ilumina al pueblo rescatado. El núcleo, el centro, la base del cristianismo, es este hecho. Pedro, cabeza del Reino fundado por Cristo, por primera vez ejerce su nuevo oficio. Ante una multitud de unos tres mil hombres, el apóstol entrega su primer mensaje, que es el testimonio de lo que él mismo vio. Valientemente les dijo: “Judíos y habitantes todos de Jerusalén, tened todo esto entendido y prestad atención a mis palabras: Jesús, el Nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por Él en medio de vosotros, como vosotros mismos sabéis, a Éste, entregado según el designo determinado y la paciencia de Dios, a quien disteis muerte fijándole a la cruz por mano de impíos, Dios lo resucitó”. Y luego los otros 10 apóstoles, incontenibles, audaces, intrépidos, van por distintas partes dando la gran noticia de que quien expiró el viernes clavado en la cruz, ante una multitud llena de odio, ha resucitado glorioso al amanecer del día domingo.

“Destruid este templo y en tres días lo reedificaré”. Cuando Jesús arrojó del templo a quienes allí adentro compraban y vendían, los fariseos le reclamaron con ira: “¿Con qué autoridad lo que has hecho? Danos una señal de la autoridad que tienes”. Él les contestó que destruyeran ese templo y en tres días lo reconstruiría. Mucho se rieron ellos: “46  años tardaron nuestros padres en construir?, y tú, ¿en tres días lo vas a reconstruir?”. No entendieron. El hablaba de su propio cuerpo, y ese era un anuncio más de su muerte y su resurrección. El Señor cumplió la profecía a su debido tiempo y guardó la palabra que había empeñado, de reconstruir en tres días el templo.

José Rosario Ramírez M.

Renació la esperanza

La fiesta de Pascua no es sólo una celebración litúrgica. Es, antes que nada, una manifestación del amor poderoso de Dios que hemos de celebrar, vivir y disfrutar en el fondo de nuestro ser. ¿Es posible experimentar hoy su fuerza vivificadora?

Lo primero es tomar conciencia de que la vida está habitada por un Misterio acogedor que Jesús llamaba Padre. En el mundo hay tanto mal y tal «exceso» de sufrimiento que la vida nos puede parecer algo caótico y absurdo. No es así. Aunque, a veces, no sea fácil experimentarlo, nuestra existencia está sostenida y dirigida por Dios hacia una plenitud final. Esto lo hemos de empezar a vivir desde cada uno de nosotros: yo soy amado por Dios; a mí me espera una plenitud sin fin. Hay tal acumulación de frustraciones en nosotros, nos queremos a veces tan poco, nos despreciamos tanto, que po demos ahogar en nosotros la alegría de vivir. Dios resucitador puede despertar de nuevo nuestra confianza y nuestro gozo.

A pesar de tantas noticias, datos y experiencias en contra, podemos vivir sin angustiamos por el futuro. Vivimos, a veces, con tal tensión y ansiedad que se nos puede hacer difícil trabajar con fe por un mundo más humano. La resurrección de Jesús nos pone ante el verdadero horizonte de todo. No es la muerte quien tiene la última palabra sobre el dolor y la muerte, sino Dios. Es su amor salvador el que reconstruye y da sentido a nuestros sufrimientos, fracasos y muertes. Hay tanta muerte injusta, tanta enfermedad dolorosa, tanta vida sin sentido, que podemos hundimos en la desesperanza. La resurrección de Jesús nos recuerda que Dios existe y salva. Él nos hará conocer la vida plena que aquí no hemos conocido.

Celebrar la resurrección de Jesús es abrimos a la energía vivificadora de Dios. El verdadero enemigo de la vida no es el sufrimiento sino la tristeza. Nos falta pasión por la vida y compasión por los que sufren. Y nos sobra apatía, compulsión hacia la propia felicidad y hedonismo barato que nos hace vivir sin disfrutar lo mejor de la existencia: el amor. La Pascua puede ser fuente y estímulo de una vida nueva. Felices Pascuas de Resurrección, es momento de hacer latir nuestro corazón al mundo que Cristo nos presenta.

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