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A comer, ¿orgánico o convencional?
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Sin conservadores. Los alimentos orgánicos ofrecen amabilidad con el medio ambiente y bajo riesgo para la salud. /
GUADALAJARA, JALISCO (21/SEP/2012).- Los alimentos orgánicos están en boca de todos. Más que una moda por sumarse a iniciativas que buscan un mejor ambiente y calidad de vida, Eugenio Galindo, socio y administrador de Ecotienda, considera que es una tendencia que progresivamente gana terreno en las hortalizas del país y en los refrigeradores de los tapatíos.
Destaca que el proyecto floreció luego de que el Colectivo Ecologista Jalisco emprendiera cursos y talleres para establecer un “consumo responsable” en la forma de vida y sobre todo de alimentación, sumando al territorio jalisciense como el tercer Estado en ejercer esta dinámica luego de que Veracruz y la Ciudad de México optaran por esta filosofía.
Galindo refiere al consumo responsable como una medida que implica consumir productos que no generen un impacto negativo en el medio ambiente y la sociedad.
La Ecotienda oferta alimentos con estas cualidades: respetan su origen, desde la tierra hasta el empacado. Todo es orgánico. Sin embargo, los esfuerzos por posicionar estos productos han tenido que romper con los mitos que los rondan respecto a sus verdaderos valores nutricionales y costos.
Eugenio advierte que no es lo mismo un jitomate orgánico que uno “normal” (el que se adquiere en los mercados); el orgánico responde a una producción trabajada bajo una metodología que no impacta ni altera el medio ambiente en el que fue sembrado.
Los jitomates convencionales, a pesar de que son también del campo, suelen ser adaptados con químicos para librarlos de plagas y así asegurar su producción, y quizá hasta mejorar su aspecto al incrementar su tamaño y color.
“Lo orgánico impacta en varias áreas: una es el ecosistema de su producción, al conservar un ambiente sano. La segunda es que el consumidor tiene un producto sin ingredientes sintéticos ni químicos que pueden ser o no cancerígenos; el tercer beneficio es colateral, pues no requiere de la agricultura convencional ni de agroquímicos que vienen del petróleo, que a la vez es un recurso no renovable y aumenta de precio. Si los agroquímicos suben de costo, lo mismo sucede con las frutas y verduras que dependen de esta variable”, explica Eugenio Galindo.
Ni más ni menos
Ana Cecilia Zúñiga Barba, coordinadora del programa de la licenciatura en Nutrición y Ciencia de los Alimentos del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), destaca que las propiedades nutrimentales entre los alimentos orgánicos y los convencionales no son muchas respecto a sus valores.
En el caso de las carnes, Eugenio Galindo se remonta al caso específico de la vaca convencional que es alimentada con hormonas, antibióticos y por lo regular vive hacinada con una alta población dentro de los ranchos: “Las vacas orgánicas, por el contrario, tienen un espacio, salen a caminar y cuando rebanas un filete no tiene gorditos, la grasa está adentro del músculo sano, llamado marmoleado”.
Aunque la diferencia no es tan apreciable a primera vista –pues los aguacates orgánicos y los “normales” lucen iguales–, Alejandra Reyes, consumidora de los alimentos cosechados en las técnicas ancestrales, asegura que el sabor es distinto una vez que el paladar se habitúa y se aleja de los alimentos convencionales.
Hace dos años, Alejandra comenzó a subir de peso aumentando las posibilidades de desarrollar diabetes, por lo que el médico dictó una dieta más gobernada por las frutas y verduras de índole orgánica para evitar químicos que compliquen su metabolismo y procesos de digestión.
No sólo su cuerpo denotó los resultados unos meses después, sino que su vitalidad y energía le permitieron adquirir mejor concentración; además, su bolsillo también fue impactado reduciendo su posibilidad económica: Para seguir tomando café, una bolsa de medio kilo me cuesta 215 pesos, cuando en la tienda el frasco cuesta 40; la almendra orgánica está en 30 pesos (por) 250 gramos, y normal está en 15”, comenta.
En este sentido, Eugenio Galindo refiere que los alimentos orgánicos no son caros, sino un poco “más costosos” en la tarifa común, pues el precio que tienen en el estante retribuye al proceso de producción, que es escasa y no tan popular como los productos normales de marcas ya adoptadas por el mercado.
“La gente se enamora del sabor, porque dicen que la naranja (orgánica) sabe como cuando eran niños, como al rancho de su abuelo, y así tiene que saber, aquellos eran ranchos a los que no le ponían nada a su proceso, ni sintéticos ni químicos”, explica Eugenio.
Cualquier alimento puede ser orgánico, desde las tortillas, lácteos y semillas; prácticamente todo lo de la canasta básica, a diferencia de la cátsup, la mostaza, pastas o cereales, que implican un proceso más tecnificado.
Gato por liebre
Actualmente, México es un gran exportador en alimentos orgánicos, desde el mango, café, guaraná, jitomate, aguacate, cherry, papaya, piña, sábila y hasta chicles, destacando estados como Jalisco, Chiapas, Oaxaca, Michoacán, Quintana Roo y Veracruz: “Como país somos grandes productores de orgánicos, pero no somos grandes consumidores, apenas se le está apostando al mercado interno”.
Eugenio Galindo advierte que tampoco hay que abalanzarse al primer producto que se anuncie como orgánico (o natural), pues la mercadotecnia y falta de regularización en su forma de ofertarse al público en ocasiones cae en la exageración.
“El (concepto de alimento) orgánico nace en Europa por los años setenta, porque vieron que muchas personas buscaban productos naturales, y un empresario notó que ahí había negocio y decidió nombrar a su producto como natural, lo sacó al mercado y pegó, pero no lo era, así que al difundirse, los consumidores cayeron en cuenta en que tenían el derecho a la información (en sus valores nutricionales y químicos), todo puede decir natural porque no existe una regularización”.
Para evitar engaños o dejarse llevar por un bonito empaque, Eugenio recomienda echar un vistazo siempre a la tabla o etiqueta de propiedades que informan los verdaderos valores nutrimentales o la cantidad de químicos que contienen, evitando aquellos con colorantes artificiales, fragancias, saborizantes y conservadores químicos.
Por su parte, Cecilia Zúñiga del ITESO, destaca que “es importante no polarizar los alimentos, que si los convencionales tienen ciertas características no benéficas y los orgánicos sí (…) todos tienen sus bondades y puntos que habrá que valorar; son diferentes formas de agricultura, la orgánica es la verdadera, la que teníamos”.
PARA SABER
El dato
En los alimentos orgánicos, las palabras ecológico y biológico, fungen como sinónimos para etiquetar a estos productos.
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