Miércoles, 27 de Noviembre 2024

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Y ahora, ¿quién es el padre?

Por: EL INFORMADOR

La reforma de consenso que se aprobará hoy en el Senado para cambiar varias leyes que rigen el funcionamiento de Petróleos Mexicanos (Pemex) tal vez no sea la “gran reforma energética” que requiere el país. Casi todos coinciden en que el resultado final de nueve meses de debates, polarizaciones, protestas y negociaciones es más la “reforma posible” que la que hubiera sido deseable o necesaria para modernizar a la estratégica paraestatal.

Pero conforme se conoce a detalle su contenido final y sus alcances, no puede negarse que hay avances importantes que le darán a Pemex un respiro y la posibilidad de avanzar en esquemas de autogestión e inversión de sus propios recursos en la modernización de áreas que deliberadamente se dejaron caer a partir del sexenio de Carlos Salinas, con intenciones de abrir la puerta a una “necesaria privatización”.

De entrada, lo plausible de esta reforma es que finalmente se generó por consenso, algo que hace todavía unas semanas, en el ambiente crispado y de confrontación política, se veía como imposible. No es algo menor que las posiciones políticas y partidistas, que llegaron a representar dos visiones totalmente opuestas de país, hayan logrado finalmente conciliar y encontrar puntos de entendimiento. Eso hay que reconocerles a los congresistas de todos los partidos y al mismo Gobierno calderonista, que finalmente sacrificó la mayor parte de su iniciativa original en aras del consenso.

Pero como en la historia del sapo y el alacrán, aunque son capaces de tener de pronto gestos de civilidad y grandilocuencia política, al final, a nuestros políticos, todos, acaba traicionándolos su naturaleza y aflora su peor parte.

Porque, incluso antes de que se vote y, todo indica, se aprueben hoy los últimos dictámenes de la reforma petrolera en el Senado, ha iniciado ya un jaloneo y una rebatinga del más bajo nivel para ver quién se adjudica la paternidad final de las iniciativas o, más concretamente, quién se cuelga la medalla de haber sido el “promotor del consenso”.

Del lado del Gobierno calderonista, si bien han mantenido en los últimos días una prudente actitud de bajo perfil para facilitar los entendimientos en el Senado, hay toda la intención, una vez que se vote la reforma, de buscar que el Presidente Calderón capitalice la aprobación de “una reforma estructural más” en su administración. No importa que la mayoría de las propuestas, por no decir todas, que hizo el Presidente en su iniciativa original fueran cambiadas, en Los Pinos difícilmente dejarán que la oposición, priistas, perredistas y menos lopezobradoristas, se lleven todo el mérito de la reforma a Pemex.

Los priistas, por su parte, instalados en su papel de “oposición responsable”, querrán cobrar la factura de haber logrado sentar en la misma mesa a los partidos Acción Nacional (PAN) y de la Revolución Democrática (PRD), y haber logrado que las propuestas de Calderón encontraran un punto de encuentro con las de Andrés Manuel López Obrador. Para eso, los “jefes” de la cúpula priista ya circulan la especie de que, si fue posible el consenso y el Presidente aceptó sacrificar su iniciativa original, fue porque ellos le advirtieron a Calderón: “Si la aprobamos tal como tú la quieres, con la crisis económica que ya tenemos y un loco en la calle con una antorcha, se va a incendiar el país, y nosotros no estamos dispuestos a asumir ese riesgo”.

Pero la más grotesca pelea por la paternidad de la reforma petrolera tiene lugar dentro del PRD. El martes, en el desayuno que tuvieron en la casona Colonia, hubo un pleitazo por ver de quién era el mérito de haber finalmente incluido 16 de las propuestas del Frente Amplio Progresista (FAP) en las iniciativas finales. Los Chuchos, representados ahí por Carlos Navarrete y Guadalupe Acosta, reclamaron abiertamente el reconocimiento, pero López Obrador los paró en seco: “Éste es un logro de la gente que respondió al llamado de resistencia”.

Al final, en el jaloneo perredista que llegó a tomar niveles de ruptura, Andrés Manuel tuvo que ceder en su intento de desconocer los avances de la reforma, y ayer en el Hemiciclo a Juárez les pidió a sus seguidores “mantenerse en alerta” para estudiar a detalle los dictámenes y los reglamentos que se elaborarán de las leyes secundarias para evitar que ahí se metan elementos privatizadores. “No es un armisticio”, le aclaró López Obrador a su equipo más cercano cuando terminó por aceptar lo que le recomendaban voces como la de Manuel Camacho Solís, Ricardo Monreal o Graco Ramírez, que sirvió de “puente” para evitar el rompimiento entre López Obrador y los Chuchos.

Así las cosas, la reforma que hoy se vota en el Senado tendrá por lo menos cuatro padres. ¿Quién será el verdadero?

SALVADOR GARCÍA SOTO

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