Sábado, 30 de Noviembre 2024

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Visión amplia

Por: EL INFORMADOR

El resultado final de la inflación en 2009, comunicado ayer por el Banco de México, es sin duda un logro para esa institución y para todo el país. Llevamos nueve años en los que el organismo autónomo ha logrado mantener el encarecimiento de los precios a los consumidores dentro de estándares propios de países más desarrollados, pero que en México no conocíamos por lo menos desde principios de la década de los setenta.

La inflación controlada no es fatalidad; es un fenómeno económico que en sociedades maduras permite que los precios de los diversos productos y servicios se autoajusten en función de la oferta y la demanda. En sociedades menos evolucionadas, el encarecimiento de los bienes suele moverse más por temores compartidos, especulación y abuso de la ignorancia.

Sin dudarlo, México ha ganado mucho con la fortaleza institucional del Banco de México, que utiliza los instrumentos a su disposición para dar estabilidad al intercambio económico en el país. Lo que ahora está sucediendo en Argentina, donde hay un frontal enfrentamiento entre el Gobierno y el banco central por la utilización de las reservas internacionales para el pago de deuda pública, nos debe recordar de dónde venimos, y a dónde no debemos regresar.

Con justa razón se le puede reconocer a Guillermo Ortiz su aporte como gobernador del Banco de México por 12 años por haberle dado al país una estabilidad económica, con 90 mil millones de dólares en reservas y una inflación moderada, que de no existir nos habría hecho mucho más vulnerables frente a la crisis económica internacional. Hoy Agustín Carstens tiene una enorme marca por superar, para beneficio de México.

Pero lo que hace el banco central no es suficiente. Necesitamos más crecimiento económico, más oportunidades de negocios y de empleo para el bienestar general de los mexicanos. Y eso no es responsabilidad del Banco de México sino de todos los dirigentes en la sociedad: políticos, empresariales, sindicales y académicos. Todos comparten la obligación de afianzar el rumbo, dejar de lado los intereses cortos que los dividen y consolidar la evolución del país. En sus manos está el verdadero progreso de toda la Nación, y no sólo de su grupo.

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