Martes, 26 de Noviembre 2024

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Un gran reto

Por: EL INFORMADOR

La Humanidad ha avanzado a lo largo de la historia gracias al ingenio, a la inventiva. En los últimos dos mil años obtuvo más logros que en todos los milenios previos, y hoy duplica los logros cada 20 años. Pero este aceleramiento no es fruto de la inventiva casual, sino de un proceso muy depurado.

Si se aplicara una encuesta a los mexicanos para buscar que describan cómo somos, entre los 10 calificativos con mayor puntuación estaría seguramente el ser ingeniosos. Y lo somos para resolver apuros, aprobar exámenes y hasta para bromear. Finalmente, somos un pueblo alegre.

Pero también hay mexicanos que usan el ingenio, convertido en picaresca, para brincarse las reglas que como sociedad tenemos, para brincarse los plazos y hasta para ahorrarse, con la consabida “mordida”, trámites y multas. Desgraciadamente, aún no hemos desarrollado con vigor el ingenio para producir inventos, artefactos y procesos creativos que, debidamente registrados y protegidos, generan grandes utilidades.

Hace 30 años, los habitantes de Corea del Sur generaban, en promedio, la mitad de lo que producíamos los mexicanos. Hoy es a la inversa. Asombra que, de acuerdo con estadísticas mundiales, mientras los mexicanos solicitamos el registro de seis patentes al año por cada millón de habitantes, los japoneses realizan dos mil 884, los coreanos dos mil 189 y los estadounidenses 645. El promedio planetario es de 148 solicitudes de patente. Aún estamos lejos.

De 1999 a 2008 aumentó 50% la cantidad de patentes solicitadas por mexicanos. A esta velocidad, tardaríamos 38 años en alcanzar la productividad de los japoneses, y eso si ellos decidieran dejar de crecer a su ritmo.

La inventiva es comercialmente muy redituable. Produce riqueza, mucha más que la producción agropecuaria o manufacturera tradicional que ahora reina en nuestro país.
Tenemos que convencernos de que México, la décimo segunda economía del planeta, requiere un proceso muy exigente y disciplinado para recuperar la posición que debería tener.
Nuestros jóvenes con las mentes más lúcidas deberían recibir la mejor preparación, y luego incorporarlos en proyectos institucionales de inventiva perfectamente acondicionados, como hacen otros.

El reto es nuestro. No podemos conceder que nuestro ingenio se siga desaprovechando.

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