Jueves, 23 de Enero 2025

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Transparencia y prudencia

Por: EL INFORMADOR

Cuenta una historia más o menos popular que, si se mete una rana en una olla llena de agua hirviendo, el animal se convulsionará hasta salir, antes de quemarse. En cambio, si se le pone en la misma olla pero con agua templada, y luego se calienta lentamente, el batracio se mantendrá plácidamente hasta que, sin darse cuenta, se convertirá en caldo de rana.

Algo así nos está sucediendo con el peso y el mercado cambiario. El 8 de agosto pasado los bancos lo vendían en 9.70 pesos. Ayer la moneda estadounidense se comercializó hasta en 15.73 pesos. Esta pérdida de valor de nuestra moneda —una devaluación, en correcto castellano, aunque en Hacienda cause comezón— asciende a 62% en siete meses. Si esta reducción de valor se hubiera producido en unos días o en un mes, hubiera habido un escándalo mayúsculo.

Pero en lugar de agitarnos, estamos tranquilos, y hasta confiados. “Las condiciones financieras en México permanecen sólidas y permiten sortear la crisis financiera global”, expuso apenas el jueves pasado la Comisión de Cambios, integrada por el Banco de México y la Secretaría de Hacienda. Se sienten seguros de que México librará una crisis que tiene al mundo en total incertidumbre.

Ayer se puso en función una nueva forma de influir en el mercado de dólares, que no sirvió porque el billete estadounidense sigue estando cada vez más caro, beneficiando a los exportadores y a los que reciben remesas, pero perjudicando nuestro uso o consumo de productos foráneos.

Hace unas semanas, el secretario Agustín Carstens reconoció que había especuladores con el tipo de cambio en perjuicio del peso. Una mayor transparencia en exhibir los ataques contra nuestra moneda daría confianza a los mercados. Esto y que los políticos en funciones, de todos los colores, gastaran el dinero del erario con mayor prudencia y sentido del interés general, y no con la desfachatez de grupo con la que a veces se hace desde la Federación, el Gobierno del Estado y los municipios.

Los mercados operan no sólo con certezas; también con presunciones. Y los políticos, actuales y en contienda, no están ayudando con ejemplos contundentes a estabilizar los precios.

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