Salarios máximos

La Cámara de Diputados aprobó ayer, en comisiones, el conjunto de reformas constitucionales que dará cimiento a la construcción de la Ley de Salarios Máximos. La Comisión de Puntos Constitucionales, que preside el perredista Raymundo Cárdenas Hernández, dictaminó un conjunto de enmiendas a la Constitución que tienen como finalidad mandatar jurídicamente para que ni un solo funcionario o servidor público del país tenga un salario superior al del Presidente de la República.

No hay que ser adivino para conocer los motivos por los cuales el Partido Acción Nacional (PAN) y el grupo cupular de priistas cambiaron de opinión repentinamente, y decidieron sumarse a la oposición aprobando, unánimemente, la aparición de la Ley de Salarios Máximos: no quieren correr riesgos de cara a las elecciones intermedias del próximo mes de julio. Este jueves, el dictamen será presentado al Pleno de los 500 diputados en la modalidad de “primera lectura”, y, en su segunda —lo que representará también su discusión y votación final—, el martes de la semana próxima.

Los dirigentes partidistas han externado sus opiniones con matices que van desde el festejo claro hasta la declaración casi forzada. El vicecoordinador perredista Juan Guerra ha afirmado que el dictamen “ha sido un buen resultado”. Y que lo diga un perredista, es nota. Emilio Gamboa y Héctor Larios hicieron declaraciones de aceptación, aunque consideran que el dictamen puede encontrar obstáculos para su aprobación en el pleno.
Desde el Senado, el autor de la iniciativa —el senador Pablo Gómez planteó desde 2006 lo de los salarios máximos— advertía que tampoco se la está creyendo, porque hay riesgo aún de que el PAN y el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el Senado atoren la minuta.

En marzo de 2007, el Senado aprobó las iniciativas enviándolas, para su refrendo, a la Cámara de Diputados; ésta la ha aprobado en comisiones a punto de cumplir dos años desde que la recibió, pero como le hizo cambios a lo que proponían los senadores, ahora éstos deberán avalar dichas reformas y regresarlas a San Lázaro, y en esa serie de rebotes todo puede suceder. Por eso, nadie ahora puede cantar victoria todavía.