Ruta crítica: De Dolores a Baján

En este año en que se está conmemorando el bicentenario del inicio de la Revolución de Independencia que comprende de 1810 a 1821, están apareciendo, como por arte de magia, cantidad de libros de toda laya y de autores conocidos o desconocidos, todos ellos tratando de echar su cuarto de espadas a ese importante movimiento cuyo resultado habría de ser el surgimiento de una nueva nación, pero con la salvedad de que su proceso de integración fue muy difícil en extremo, pues incluso en el sinuoso siglo XIX mexicano, el país como tal estuvo a punto de desaparecer, absorbido totalmente, como ya se tenía planeado por el coloso del norte, que estaba en plena etapa de expansión territorial.

Pues, bien entre esos numerosos libros que se refieren a esta temática, consideramos que el escrito por Jean Meyer, en forma de novela-histórica, sintetiza de manera cabal, lo que realmente sucedió en la primera fase de la también llamada Revolución de Independencia, es decir, según Meyer, un recorrido lleno de vicisitudes de Hidalgo, sus capitanes y una masa enorme de seguidores de toda laya –los insurgentes-, marcha que se inicia precisamente en Dolores, Guanajuato –gran emporio minero de la época-, y el itinerario de Hidalgo prosigue por el centro del país –entonces el reino de la Nueva España-, llega a Toluca, sigue por Santiago Tianguistenco, llega al Monte de las Cruces –ya dentro del Valle de México-, se encuentra con las tropas realistas de Torcuato Trujillo, y después de una victoria pírrica, continua su avance hasta llegar a Cuajimalpa, desde donde contempla panorámicamente la ciudad de México, la capital del importante virreinato, silenciosa, calmada, inmersa en un palpitante compás de espera, pero Hidalgo titubea al sopesar la trascendencia del momento, vacila, pese a la presión de sus generales, y teniendo al alcance de su mano la emancipación política de lo que seria México, retrocede, y de ahí perdida la confianza de sus generales, da inicio a la meta que el destino le había designado –¡Aculco, Puente de Calderón!, hitos inolvidables en la retirada insurgente-; seguir la ruta rumbo a Acatita de Baján, un sitio perdido en la inmensidad de los desiertos chihuahuenses, lugar totalmente desconocido de no ser que por ahí se consumó el trágico fin de la aventura de Don Miguel Hidalgo, que debido a una indecisión inexplicable pudo haber sido realmente el libertador de México, y haber evitado muchas pérdidas e incongruencias a lo largo de una década de luchas y contra luchas; se pudo haber ganado la independencia de estas tierras, precisamente en el campo de batalla, y no a través de una tortuosa negociación, de la que surgieron de inmediato muchas ambiciones políticas y el derrotero trágico para lograr, tardíamente, la constitución de un estado moderno.

El libro de Meyer es pues, una viva recreación de las batallas y la agitada travesía del cura Hidalgo en el proceso del movimiento de independencia de México. Por eso, este libro es doblemente insólito; pues se trata de una novela de no ficción escrita por este conocido historiador de origen francés, y es una viva recreación esculpida en bronce. Se iluminan así con la potencia de las mejores novelas histórica, los años iniciales y decisivos de la guerra, de la caída de Fernando VII en 1808 a la muerte de Hidalgo en 1811.Se iluminan hasta volverlas deslumbrantes, las batallas y también el agitado espíritu de la época. Se iluminan sobre todo los cuerpos de los protagonistas de esta historia –el exaltado Hidalgo y el implacable Calleja, el insurgente Mercado y el realista Riaño- hasta demostrar que, debajo de su disfraz oficial, todos ellos eran seres de carne y hueso y para expresarlo en una sola frase, el camino a Baján es una vibrante pieza de imaginación histórica, y la meta insuperable de la de Hidalgo y de sus principales seguidores. El esfuerzo de Hidalgo y de sus insurgentes había fracasado, todo por un titubeo...