Responsabilidad

Mucha fiesta, copas, diversión que deja cifras rojas en la ciudad. Lo que sigue a la frase es la pregunta ¿por qué? Las noticias que se leen sobre accidentes provocados por el exceso en el consumo de alcohol cada vez son más, en frecuencia y en cantidad. En esta temporada de fiesta, cuando reina la alegría, hay personas que están en la funeraria velando a uno, dos y hasta a una familia completa por culpa del alcohol.

El alcohol no es malo, lo malo es la falta de responsabilidad del que toma. Y los bebedores se justifican con argumentos baratos que carecen de fundamento, por ejemplo: “Nada más me tomé una”, ¿una? Una más de las que acostumbra normalmente.
El volante y el alcohol no se mezclan, el auto a altas velocidades y sin control es un arma mortal, y así es como deberían considerarla los tapatíos, no sólo en esta temporada, sino a lo largo de año.

No debemos esperar a que las autoridades nos den respuestas o soluciones que están en manos de todos. ¿Por qué pedirle al Gobierno que actúe, cuando todos podemos hacerlo? Si la comunidad se une para orar en los velatorios, también puede unirse para hacer campaña y evitar estas tragedias que dejan huellas profundas en la base de la sociedad: en la familia.

La solución comienza creando conciencia de que la bebida y el volante no se llevan; de hecho, hace algunos años una compñaía vitivinícola sostuvo una campaña intensa sobre la problemática, pero actualmente los bebedores son más jóvenes y es necesario comunicarles de forma eficaz el mensaje de prevención, no como un castigo o una regla, inculcarlo como convicción.

En la Ciudad de México no hubo otra opción e implementaron el programa “Conduce sin alcohol”, iniciativa que desde luego tiene un valor, pero también un costo.

La invitación para optar por el camino de la responsabilidad debería ser una opción natural guiada por el instinto de supervivencia, no como una regla impuesta. El trabajo es empezar, hoy puede ser un buen día para hacerlo.