Obispo Cabañas… ejemplo

Hay obras que se pierden en el tiempo, son intrascendentes y vanas. Casi siempre construidas por personajes miopes, proclives a la inmediatez, con poca o nula conciencia de futuro.

En Guadalajara, los tapatíos podemos sentirnos y sabernos privilegiados por las obras bicentenarias de dos hombres generosos y visionarios: Fray Antonio Alcalde y el obispo Juan Ruiz de Cabañas y Crespo. Sus acciones siguen derramando beneficios en las comunidades, desde lo social y lo humano.

El Hospicio Cabañas, aun cuando cambió su residencia del edificio que es hoy Patrimonio de la Humanidad; y es conocido hoy como Instituto Cabañas, es la misma obra altruista que hace 200 años el obispo ideó y llevó hasta el terreno de los hechos.

Niños sin padres, pequeños desamparados por diversas circunstancias, sin un hogar en dónde dormir, un pan qué comer ni una cobija con qué defenderse del frío, han encontrado refugio a lo largo de dos siglos en una obra que permanece, pese a las convulsiones precisamente del año en que abrió sus puertas y las que siguieron a lo largo del siglo XIX, incluida la Guerra de Reforma.

El espíritu es el mismo; ha cambiado —y para bien (estructura, administración, capacidad de respuesta)— una institución que ahora ofrece sus servicios en un contexto en donde los conflictos sociales que llevan al abandono de cientos de niños es cada vez más complejo.

El Instituto Cabañas no sólo es refugio, sino un espacio en donde se abren oportunidades para que los pequeños tengan una familia que los acoja mediante la adopción legal.

Es tal la trascendencia de esta obra del obispo Cabañas, que pese a las modernas convulsiones políticas y partidistas, de ejercicio público, de inseguridad, pobreza y crisis económica, el Presidente de la República, Felipe Calderón, decidió asistir a la celebración por los 200 años del Hospicio Cabañas, una obra que podría, debería servir de ejemplo a las nuevas generaciones de políticos y servidores públicos, que sin duda alguna eso era también Juan Ruiz de Cabañas y Crespo.

Enhorabuena a todos por esta obra que pensó para siempre el obispo, y en Guadalajara se ha sabido mantener y enriquecer.