Obama, el favorito

Por estas horas la sensación es que Barack Obama gana mañana las elecciones de Estados Unidos. Las encuestas le dan al candidato demócrata una diferencia que oscila entre los cinco y siete puntos porcentuales, los periódicos más importantes se han pronunciado a favor del afromaericano y el presidente George W. Bush ha puesto mucho de su parte para que el ciudadano medio imagine cuál será el final de la carrera presidencial.

Obama gana, al menos en el ideario popular, porque es el candidato del contexto. O, lo que es lo mismo, John McCain pierde porque su candidatura, la del Partido Republicano, quedó descontextulizada por el imperio de la circunstancia económica.

¿Para qué votar por un veterano, si hoy, en el vecino del Norte, poco y nada importan las guerras? Más que volver con gloria del frente de batalla, en el día a día estadounidense importa ver una luz al final del túnel. La seguridad, como valor fundamental conservador, hoy tiene un peso relativo, ante la necesidad, imperiosa, de cambio.

Bush, con su guerra en Iraq, hizo lo imposible para ganarse la impopularidad. Iraq, Afganistán, Pakistán, hunden el discurso de la guerra preventiva al terrorismo y del choque de las civilizaciones. No sólo hacia hacia el exterior, sino en lo que importa en esta hora: hacia adentro de la sociedad estadounidense.

El colapso económico que empezó a dibujarse al caer en bancarrota Lehman Brothers, el cuarto banco de Estados Unidos, y requerir un rescate de 700 mil millones de la Reserva Federal, o sea del gasto público, terminaron por dibujar un escenario en donde el actor McCain, no supo cómo ubicarse.
El sistema capitalista, tal como lo concibió la Casa Blanca en los últimos ocho años, ha entrado en crisis.
Es obvio que gane quien gane mañana, debe cambiar la forma en la que el capitalismo del libre mercado, caprichoso y sin controles, ha operado en los últimos años.

Y Obama, el referente ineludible del cambio, se sitúa en esta lógica que pretende un camino intermedio entre el socialismo y un forma de concebir el capitalismo, quizá hoy anacrónico, descontextualizado.