Jueves, 28 de Noviembre 2024

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NOSOTROS, EL PUEBLO

Por: EL INFORMADOR

Ah, el pueblo, la masa, al parecer amorfa, de seres humanos que forman o integran una comunidad más vasta y compleja, la sociedad civil, aquella que debidamente organizada ejerce presión sobre los circuitos de poder y logra, al final de cuentas, objetivos precisos para su bienestar común, para conseguir una mejor calidad de vida. Nosotros, el pueblo, parafraseando a Leo Huerban, pero con otro sentido, con otro significado.

Vox populi, vox dei, dice antiguo y conocido adagio latino, y que sigue siendo válido en los tiempos actuales en que hay una lucha sorda entre eso que es el humanismo social, contra una tendencia tecnocrática a ultranza, en donde el ser humano es desplazado por el empuje irrestricto de la maquina; lucha, se debate por la sobrevivencia.

Según Jules Michelet, el pueblo, debidamente dotado de un alma y un instinto inalienables, no puede ser abarcado por las estadísticas ni por los economistas ni suplantado por la política.

El instinto del pueblo, señalaba Michelet, alterado pero poderoso, y en efecto el pueblo unido, tiene la capacidad más que suficiente para tomar grandes decisiones. Ellos, nosotros, como parte del pueblo, es decir la clase trabajadora en general, tiene la fuerza, la potencia, el vigor más que suficiente para hacer las revoluciones, las revoluciones sociales, políticas, económicas, culturales que como su nombre lo indica deben revolucionar un estatus superado y anacrónico, en donde el trabajo, en un primer plano, ha de ser el motor que da vida a ese cambio trascendente e histórico.

El pueblo, la patria, la nación, la condición humana, la organización, las luchas sociales, las luchas de clase son partes integrantes de una totalidad, de un todo de una función específica, de un vinculo inalterable, de la familia en instancia postrera, en donde se reúne el ser humano, el hombre, con su circulo vital de solidaridad social que viene a ser vellis nollis, el mismo pueblo, la Sociedad civil, que en conjunto clama por la presencia de un estado de derecho, y de un orden social que estarán por encima de las leyes humanas que en última instancia favorecen a las cúpulas de poder, a los que detentan el poder político y por ende económico.

Únete pueblo y así jamás serás vencido, es una consigna clásica de luchas sociales recientes, pero que a pesar de todo, continúa teniendo certidumbre, validez, cohesión, cohesión social al fin y al cabo, que es parte de la sustancia del humanismo social que algunas voces pregonan allá y acullá.

Liberalismo y conservadurismo, términos abstractos, confusos, complejos, y si se quiere ambiguos, liberalismo social, liberalismo político, liberalismo económico y ahora neoliberalismo, ahora globalización social, todo el esquema vuelto al revés, de abajo para arriba, en donde el último recurso que queda es “darse baños de pureza de pueblo”.

El hombre, elemento alícuota del pueblo, viene a ser una realidad personal, pero a pesar de los cambios y de las reincidencias, aún no se llega al fin de la historia, porque la presencia del pueblo y de sus luchas lo están impidiendo. Es decir, como señala Hayek, libertad como ausencia de coacción, pero nosotros diríamos libertad con coacción bien dirigida y con fines predeterminados. Pero el pueblo para alcanzar metas reales y efectivas, además del reto de organizarse, debe penetrar en el mundo del conocimiento; de reconocer su condición humana y social; de unificar sus luchas, para lograr no meramente simples reformas, sino cambios constantes de alcances profundos, y de esa manera, no habrá eso que llaman algunos críticos, el fin de la historia.

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