Llenos de poesía

Toda mi gente sabe que me gustan los libros, así que tanto familiares como amigos me los regalan los días que hay que regalar y los que no también. Y yo me alegro, aunque a veces me llegue un libro que sea una desilusión, pero en la mayoría de las ocasiones son un encanto y me gusta imaginarme al autor ante sus hojas en blanco, lleno de ideas que ha de transformar en palabras escritas. ¿Prosa?  ¿Verso?
 
Si nos sentamos tranquilos, sin urgencias de nada, dejando que el pensamiento vuele por el ayer, por nuestros proyectos de mañana, nos daremos cuenta, a  pesar de nuestra vulgaridad, de que estamos llenos de poesía. Hasta el peor de los humanos ha de tener un  ratillo para darse cuenta de que algo bello está cerca.
 
Dukce en sus expresiones, interesante en sus sentidos versos, este es el caso de la poetisa Reyna Isabel Alvarado Mejía de Chávez. Me la imagino repleta de versos y éstos no podían quedarse en silencio, teníamos que gozarlos todos y así ha sido con su libro "Horas Profundas".
 
Generalmente una mujer que escribe lleva en sí una gracia, un don y tiene la obligación de compartirlo con los demás.
 
Felicito a Reyna Isabel por haber puesto a mi alcance la riqueza de sus versos.
 
Es difícil elegir el poema que más me agrada. Creo que el titulado  "Yo"  y todos los alegres que cantan al viento, al pájaro, a las olas, a los sueños, a la música, al amor, los dedicados a los hijos, a los padres, al esposo.
 
Leyendo y leyendo me digo: "Si esto mismo lo pienso yo".
 
Como ocurre con la poesía  "El Viaje" que se refiere al de la madre ida para siempre. Pero yo me he consolado, porque todas las noches hablo con ella en mis oraciones y la veo coser o en la cocina preparando las comidas o pacientemente tomándome la lección. Ella está aquí y, a veces,  cuando necesito un consejo o elegir un camino me oigo decir: "Mamá".
 
También hay versos tristes en este interesante libro, pero no los releo. Tristezas hay por aquí y por allá. Los tapo con los que cantan a las flores y a las ilusiones, éstas no acaban nunca.
 
Leamos  "Anos eterno" y repitamos: "el que busca tu mirada... “y si se ha tenido esa suerte podemos hacer del poema una canción y repetirla constantemente.
 
¡Felicidades!