La reforma, secuestrada

Los temas fundamentales del país se atoran con frecuencia en un drenaje saturado por los intereses inmediatos de los actores políticos. Ese drenaje, esa tubería, es el entramado institucional del país: un marco que favorece actitudes cortoplacistas, que desincentiva la negociación política y que inhibe la corresponsabilidad. Para cambiar ese esquema es indispensable una reforma política, pero el problema es que ésta debe hacerse por los mismos actores que hoy medran con la parálisis.

El círculo, evidentemente, se vuelve perverso. Esto quedó claro en las posturas de los dirigentes de los partidos durante el seminario de análisis de la reforma política organizado por el Senado. El foro es un peldaño más en la larga historia de propuestas electorales y de cambio institucional en el país, pero además, tuvo la particularidad de contar con una propuesta ya enviada a los Legisladores por el Presidente Felipe Calderón Hinojosa. La citada iniciativa propone reducir el número de legisladores y abrirle la puerta a su reelección y a la de los alcaldes; subir el umbral para mantener un partido político y al mismo tiempo permitir las candidaturas sin partido; impulsar la segunda vuelta electoral, darle facultades de iniciativa a la Suprema Corte y ampliar las facultades legislativas del Poder Ejecutivo.

Con base en ese documento, la dirigente nacional del Partido Revolucionario Institucional, Beatriz Paredes, abrió fuego y calificó de autoritaria la iniciativa presidencial. En el Partido Acción Nacional su homólogo César Nava desplegó un escudo y afirmó que no hay ningún tufo autoritario. Con eso pusieron sus cartas sobre la mesa, dictaron línea partidista, se acomodaron para la carrera electoral y encontraron espacio en los medios de comunicación, pero al mismo tiempo secuestraron y paralizaron la discusión.

Ni Paredes, ni Nava, ni Marcelo Ebrard, ni Fernando Gómez Mont han desmenuzado los adjetivos que ya pusieron a la iniciativa presidencial. Siguiendo con la metáfora, metieron más basura a la tubería. Lo que los ciudadanos, y los mismos actores políticos necesitan, es que los dirigentes dejen de vociferar para escuchar a los especialistas del foro. Urge poner atención al diagnóstico responsable de las ventajas y desventajas de contar con una segunda vuelta, con candidaturas independientes, con reelección y un congreso reducido. Mientras eso no suceda, no habrá reforma alguna. La tienen secuestrada.