Martes, 26 de Noviembre 2024

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Incongruencias ubicuas

Por: EL INFORMADOR

Un alto porcentaje de los habitantes de Guadalajara, y de Jalisco, son personas pobres, que todos los días deben de hacer cuentas para ver qué si y qué no podrán comer, qué dolor se puede aguantar antes de pensar en acudir al médico o a la farmacia, y cómo hacerle para que la ropa siga sirviendo, para poder seguir pagando los servicios elementales y ajustar para el o los camiones que se deben tomar para ir al trabajo.

Viven su pobreza por diversos rumbos de la ciudad, pero se concentran muchos en las periferias que rodean la salida a Los Camachos, o  por el Cerro del Cuatro, o en los bordes de la carretera a Tesistán, o en los rumbos periféricos que van a Tonalá. Algunos han logrado construir una o dos habitaciones en colonias carentes de servicios, otros se hacinan en los pavorosos y envejecidos edificios del Infonavit. La mayor parte de estas personas deben trabajar uno o dos turnos, tanto el esposo como la esposa, para ganar cuando mucho tres o cuatro mil pesos mensuales.

Estas personas, que viven a duras penas, se enteran luego por los medios de comunicación de que la situación económica del país no se va a mejorar sino hasta dentro de uno o dos años, como afirmó el señor Carstens, aquí en Guadalajara, y que por lo tanto el panorama de un progreso real se aleja dejando una gran secuela de sueños rotos, pero sobre todo, una lista interminable de necesidades básicas que deberán ser satisfechas a medias, en el mejor de los casos.

En contraparte, también los medios de comunicación divulgan por todas partes las formas sinuosas e incongruentes por las cuales el Congreso estatal se sale con la suya, aumentando vergonzosamente las partidas presupuestales para los partidos políticos, así como los salarios de los consejeros electorales, que ganarán ahora, cada 20, lo que antes ganaban cada año, aún sin que estos aumentos estuviesen considerados en el presupuesto estatal, razón por la cual, según declaraciones del titular de finanzas, habrá que sacarlos de otras partidas.

Oiga ¿y los defensores del dinero público que hace algunas semanas todavía salían a las calles a vociferar en contra del donativo al Santuario de los Mártires, dónde están ahora? ¿Era solamente una pose, la pervivencia de un prejuicio? Evidentemente no hay congruencia, la tal defensoría del dinero público y los centenares de quejas ante Derechos Humanos no eran otra cosa que poses y reacciones amañadas. Bien se ve que a todos esos indignados manifestantes lo que menos les importaba era el dinero público o el Estado laico, eran solamente hermosos pretextos para armar bulla; o cabría incluso pensar que los otrora conductores de tales manifestaciones se ven ahora beneficiados por las reformas del Congreso, si no ¿cómo explicarnos su silencio?

Nuestro tiempo está herido por la ubicuidad con la que las incongruencias aparecen,  por el cinismo y la vergonzosa insensibilidad de estos personajes públicos que de tal forma ignoran la situación real de pobreza en que vive la mayor parte de sus representados.

ARMANDO GONZÁLEZ ESCOTO / Licenciado en Historia.

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