Guadalajara

Hoy Guadalajara cumple 468 años desde su fundación y tanto las autoridades municipales como varias organizaciones privadas están “echando la casa por la ventana”.

El motivo sí es de celebración: permanecer después de tantos años en un entorno complejo, de crisis vial, de un fenómeno de despoblación que mantiene la curva a la alza y, hay que admitirlo, de pérdida de identidad, es una hazaña digna de reconocimiento.

El reto es grande. A los espectáculos, exposiciones y demás presentaciones que se incluyen en el programa de festejos, se deberían agregar actividades para elevar los niveles de conciencia y pertenencia, a tal grado que los tapatíos y los tapatíos por adopción confirmen el sentimiento de que Guadalajara es su casa, su casa grande, digna de ser cuidada, protegida, defendida y remozada.

Esta gran metrópoli sigue siendo la segunda más importante de México, la primera en el Occidente del país, y esta realidad va más allá de su vocación comercial. Cuatrocientos sesenta y ocho años se dice y se escribe fácil, pero habría que echar un vistazo a su historia para entender lo que ha costado y por lo que se ha tenido que pasar para estar en donde está y ser la que es. Tendríamos que conocer y reconocer a quienes han contribuido con su trabajo y su empeño, su generosidad y visión de futuro para construir este espacio, y aprender de ellos.

Guadalajara merece más de sus habitantes y un regalo para esta ciudad que se mantiene bella a pesar de todo, podría ser tan simple como no ensuciarla, pensar dos veces antes de arrojar papeles y desechos en la vía pública; y caminarla, reconocer sus calles, sus plazas, sus edificios modernos, ponderar sus cambios, ubicar sus fuentes, un presente que nos sería devuelto con creces.

Están bien la fiesta, los conciertos, las muestras que exponen el talento de su gente, pero hace falta más, Guadalajara merece mucho más que eso: el trabajo de todos para mejorarla y reconocernos en ella, identificarnos con ella.