Martes, 26 de Noviembre 2024

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Entre veras y bromas

Por: EL INFORMADOR

— Sensatez (I)

Se tomó casi tres meses para observar las reacciones que él mismo, en Casa Jalisco, cuando se anunció el donativo de 30 millones de pesos y se prometieron 60 millones más para la construcción del Santuario de los Mártires, previó cuando dijo que el gesto del gobernador Emilio González Márquez —generoso para algunos, insensato para otros— resultaría polémico...

—II—

Se enteró de las reacciones que provocó la llamada “macrolimosna”: desde los comentarios críticos —a los que el gobernador dadivoso reviraría, un mes después, con la célebre “mentada”— hasta los miles de mensajes de todo tipo, de personas que, a la reprobación del famoso donativo, anteponían su calidad de católicos..., pasando por las miles de quejas interpuestas ante la Comisión Estatal de los Derechos Humanos, y las consignas conceptuosas (“Sí al santuario / sin dinero del erario”), ofensivas (“Emilio, ratero, / regala tu dinero”, etc.)... o de plano impublicables, coreadas en las marchas. Mientras reflexionaba sobre la moralidad del donativo, tanto desde la perspectiva del donante como del beneficiario, dejó que el escándalo pasara por el Congreso del Estado, por el Congreso de la Unión, por la Subsecretaría de Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación y llegara a los tribunales. Además, enterado de lo que costará el parche —“más caro el remedio que la enfermedad”— que requiere el colector de la avenida López Mateos dañado la semana pasada, entendió, seguramente, lo que el gobernador, en su momento, no: que la construcción del Santuario de los Mártires, en justicia, debe ocupar un lugar bastante rezagado en la lista de prioridades del Gobierno.

—III—

El caso es que, finalmente, el cardenal Juan Sandoval pasó de las cavilaciones a la conclusión de que “la paz y la concordia deben estar por encima de todo”, y a la decisión de proponer la devolución de los 30 millones recibidos y la renuncia a los 60 adicionales prometidos.

Qué bien que fue la de Su Eminencia, finalmente, la voz sensata en este asunto. Porque si se hubiera atenido al donante, éste, probablemente, hubiera esgrimido como pretexto para seguir montado en su macho, la verdad dogmática de que “El que da y quita, con el diablo se desquita”.

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