¿A golpes?

La concepción y elaboración de un proyecto de movilidad para una metrópoli como la de la Gran Guadalajara, que arrastra un rezago de décadas en cuanto al desarrollo de su red de transporte público, no es algo que se haga de la noche a la mañana, ni que tenga la garantía de acuerdos por parte de todos los sectores de la sociedad. La unanimidad en la aplicación de políticas públicas (como ocurre en la mayoría de los casos), no sólo es imposible, sino hasta indeseable.

En la construcción de acuerdos para sacar adelante los grandes proyectos de impacto social, siempre se debe tener contemplada la divergencia, que es justamente la que propicia que se produzcan debates. Y éstos, bien encauzados, deben llevar a resultados que satisfagan no a todos, sino a la mayoría; que respondan a sus necesidades, que apunten a transformaciones de largo alcance, que sumen el ingrediente de los expertos, para que lo propuesto sea lo que un conglomerado social necesita en tiempo y espacio.

Con esa dinámica arrancó, desde antes que resultaran electas las actuales autoridades municipales y estatales, la discusión sobre las necesidades en materia de movilidad de la sociedad tapatía. Actores sociales no vinculados con partidos políticos o autoridades de uno u otro signo, como fue el caso de la agrupación Guadalajara 2020, se dieron a la tarea de abrir a la exposición y el debate las opiniones de especialistas en esta materia, que han conocido e intervenido en proyectos similares en otras latitudes, para que junto con sus similares que aquí han vivido, vislumbraran las mejores opciones para facilitar la movilidad de los habitantes de la zona metropolitana.
En ningún momento se ha dicho que se arribó a la solución perfecta, sino que se ha avanzado hacia el objetivo de encontrar la “formula tapatía”, que conjunte las distintas modalidades de transporte, y logre articularlas para facilitar los traslados; hacerlos más rápidos y baratos.

Lamentablemente, intereses mezquinos han entrado en juego, en el río revuelto de la contienda electoral, para tratar de sacar de su ruta al proyecto del Macrobús. Ahí están las imágenes periodísticas: pretenden frenar un proyecto a golpes, como si se hubieran acabado los argumentos. Triste papel el de quienes se empeñan en dividir, en lugar de sumar.