Miércoles, 27 de Noviembre 2024
México | Documento confidencial. Entrevista a hijo de uno de los negociadores

Zedillo dudaba si negociar o combatir al EZLN

Mientras Gobernación le recomendaba el díálogo, la Sedena quería darle una salida militar al conflicto

Por: ESPECIAL

El subcomandante Marcos durante un mitin en Oaxaca. Zedillo le tendió una trampa, pero no lograron capturarlo. NTX /

El subcomandante Marcos durante un mitin en Oaxaca. Zedillo le tendió una trampa, pero no lograron capturarlo. NTX /

CIUDAD DE MÉXICO (20/ENE/2013).- El proyecto original del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) “incluía un ataque sorpresivo, que causara una gran conmoción nacional y una respuesta militar violenta, quizá con excesos sobre los combatientes y la población civil, y luego la retirada a la selva desde donde se libraría una lucha que poco a poco se extendería a otras regiones del país, en plazos más largos”.

Dicha afirmación está contenida en el documento confidencial “Una Nueva Estrategia para la Negociación con el EZLN”, que fue utilizado por el Gobierno de México en 1995, en los preparativos del proceso de negociación entre el Gobierno federal y los zapatistas.

Fue elaborado en febrero de ese año y presentado ante el entonces entrante secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma. El documento nos fue mostrado por Ah Muán Iruegas, hijo de uno de los miembros del equipo negociador del gobierno, el fallecido embajador Gustavo Iruegas.

El embajador Iruegas llevó durante un lapso la voz principal en el proceso de negociación (luego lo hizo Marco Bernal, Tomás Ángeles Dauahare, y antes Jorge Madrazo y Manuel Camacho Solís).

Ah Muán Iruegas, ex diplomático y quien también participó en la elaboración del documento, fue testigo de parte en el proceso que antecedió a las negociaciones entre el EZLN y el Gobierno federal en 1995, así como de una de las reuniones entre ambos en el municipio de San Andrés Larráinzar.

— ¿Cuál es la importancia de este documento?

— Se trata de un documento interno del Estado mexicano, de carácter confidencial, que lo que pretendía era plantearle al secretario entrante una nueva estrategia de negociación.

La táctica tenía diversos elementos, de los cuales uno, el más relevante, es el que implicaba un acotamiento de la influencia zapatista, para limitar su fuerza política y ajustarla a su verdadera fuerza militar.

Intentaba también contrarrestar la propaganda zapatista, a partir de una campaña de información por la parte gubernamental, que clarificara las exageraciones y distorsiones que el EZLN difundía en sus dramáticos comunicados. Buscaba, asimismo, el desmantelamiento del EZLN como estructura militar y su incorporación a la vida política institucional.

— ¿Qué gestiones se hicieron a partir de la estrategia que el documento plantea?

— En Gobernación se dio una discusión de tipo ideológico sobre qué era lo que más convenía al Estado en relación con el EZLN y se concluyó que era preferible negociar con ellos. Inicialmente se acordó parte de esto con Beatriz Paredes. Luego se dio otra negociación de la posible postura gubernamental con el Ejército. Es decir, hubo un proceso de negociaciones internas, previo a las negociaciones con los zapatistas, en las que se afinaba la postura estatal antes de llevarla a la mesa.

Pero las visiones entre Gobernación y el Ejército, aunque las comentaron y en principio llegaron a cierto acuerdo, tendían a ser divergentes. Los militares veían un problema militar y querían una solución desde el punto de vista militar. Pero la realidad era que el problema era cada vez más político y menos militar. Mientras más militar era la supuesta solución, más se agravaba el problema político.

Es una ocurrencia completamente equivocada la que pretende adscribir al ex presidente Carlos Salinas cierta autoría intelectual o influjo sobre los zapatistas, a mi parecer.

Yo vi a sus comandantes negociando en un salón con el Gobierno y al menos, de lo que me tocó observar, como el aspecto y el comportamiento de sus miembros, era claro que se trataba de un movimiento indígena con una dirigencia compuesta por miembros locales de esas comunidades, además desde luego de intelectuales universitarios como el “subcomandante Marcos”, antiguo profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana, ausente esa vez.

Una sola ocasión estuve presente en las reuniones del diálogo del Gobierno con varios de los comandantes zapatistas, en el primer trimestre de 1995. Pero allí observé que se trataba de indígenas que hablaban a veces con cierta dificultad el castellano pues sus lenguas maternas eran del tronco maya, que a veces requerían traductor, que vestían y se comportaban a la usanza de la población local, por lo que no es verosímil que sean simplemente un grupo orquestado desde el exterior por un político.

Son gente de esas comunidades, que hablan lenguas mayas y algunos el castellano, que viven en la miseria y que se radicalizaron. Se trata de una rebelión indígena con liderazgo local y urbano.

— ¿Cómo calificarías las habilidades políticas de los comandantes zapatistas, en esa ocasión?

— Políticamente, sus capacidades no eran las mejores. Sobre todo, comparados con los líderes de otras guerrillas como las centroamericanas, que pronto se adaptaron a la caída del comunismo.

En otro momento llegué a escuchar en alguna cena las argumentaciones de líderes revolucionarios centroamericanos como Ernesto Cardenal o Sergio Ramírez Mercado. En sus disertaciones se escuchaban como verdaderos estadistas. En cambio, las argumentaciones de los zapatistas parecían un tanto rudimentarias, quizá por el dogmatismo que se adjudica a sus dirigentes, quizá porque no manejaban con total soltura el idioma español. Sea por lo que sea, los dirigentes zapatistas no me parecieron cuadros políticos muy elocuentes ni brillantes. He ahí una de las razones por las que a mi juicio, tal y como ocurrió con el zapatismo original de la Revolución mexicana, el neozapatismo del EZLN tampoco haya podido superar plenamente su carácter local, aunque lo ha intentado.

Tienen un potencial enorme, incluso internacional, pero también limitaciones en su liderazgo, que no han superado.

— ¿Qué limitaciones en particular?

— Sobre todo, los cuadros del EZLN no parecían grandes estrategas, ni mucho menos.

No pudieron interpretar adecuadamente la situación política internacional del momento, lo que se corrobora porque ignoraron olímpicamente la caída del muro de Berlín y las devastadoras consecuencias de ello para cualquier intento revolucionario en México y en cualquier país del mundo. Eran voluntarismo puro.

Por otro lado, tampoco ponderaron que el foquismo guerrillero sólo ha triunfado en América Latina cuando ha contado, además de apoyo entre el campesinado, con una alianza pluriclasista, como ocurrió a su modo en Cuba y en Nicaragua con Fulgencio Batista y Anastasio Somoza, respectivamente.

El EZLN contaba con claro apoyo de cierta parte del campesinado indígena de Chiapas. Pero la alianza pluriclasista dispuesta a derrocar al régimen priista por la fuerza, no existía en México; lo que había eran los inicios de una democracia, con toda su complejidad y sus divisiones sociales interclasistas, en lugar de alianza. En estas condiciones, no podía razonablemente pensarse que pudiera tener éxito una guerrilla en México. Pero la dirigencia zapatista pensó que sí. Todas estas tendencias son lo que a mi juicio, “Marcos” y los suyos no supieron entender y por ello no aceptaron los zapatistas la entrada a la institucionalidad democrática, que les ofreció primero Ernesto Zedillo a través de sus negociadores, y posteriormente Vicente Fox.

Considero que allí fue donde el EZLN perdió el rumbo, durante casi 12 años. Veremos si ahora lo encuentra.

— ¿La trampa del 9 de febrero de 1995 fue una recomendación del equipo negociador?

— Quisiera aquí aclarar que el intento de atrapar a “Marcos” el 9 de febrero, no fue previamente informado al equipo negociador, que por su parte, lo recibió con sorpresa y lo consideró equivocado. De hecho, fue el ala negociadora la que le hizo llegar al presidente Zedillo un mensaje con su postura en el sentido de que la llamada por los zapatistas “traición del 9 de febrero de 1995”, denominada por los militares Operación Arcoíris, era totalmente contraproducente y constituía un “error histórico”.

Con ese término se quiso enfatizar ante el presidente que las consecuencias de semejante empresa eran indeseables y de largo alcance.

— ¿Por qué se calificó como un error histórico?

— Esto se debió en buena parte, a que existía el riesgo de que, aunque el ataque pudiera triunfar en Chiapas, como aseguraban los militares, ocasionaría muy probablemente peores problemas políticos en el Centro del país, así como el posible surgimiento de células urbanas armadas en respuesta, todo lo cual sí podría convertirse en un conflicto nacional, quizá más político que militar, pero enorme. De ahí que los negociadores esgrimieran que la llamada “solución militar”, iba a ocasionar problemas mayores que los que presuntamente resolvería. Así, el costo político superaría el supuesto beneficio militar, con lo que aun en la lógica infernal del costo-beneficio (como a veces se deciden las guerras), el plan era contraproducente.

— ¿Fue ese argumento lo que llevó a Zedillo a suspender la cacería?

— Sólo en parte, pues además del mensaje de la delegación gubernamental, diversas personalidades se manifestaron en contra del tipo de respuesta empleado: Carlos Fuentes, Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, así como pronunciamientos de Umberto Eco y Bernardo Bertolucci, entre otros. Por todos estos motivos, con una corriente de opinión en contra, en la oficina de la Presidencia resolvieron entonces dar marcha atrás y volver a la línea negociadora. Pidió Zedillo también, del equipo negociador, resultados rápidos; eso hizo que los negociadores presionaran aún más a los zapatistas en la mesa. En una política oscilante, Zedillo daría marcha atrás en buena medida por la reacción en contra de la opinión pública, que iba en el sentido de la reconvención que le hizo llegar el equipo negociador.

Zedillo estaba agobiado en esos momentos por la debacle económica de 1994-95. Adicionalmente, hubo antes de la llamada traición del 9 de febrero, un encuentro del Presidente con militares, y al parecer debido a éste se tomó la decisión.

— ¿Entonces los militares influyeron en el ánimo del Presidente Zedillo para girar la orden de aprehensión?


— Algunos presidentes han tenido fama de ser influenciables, lo que en los corrillos de Los Pinos se llegó a decir por ejemplo de Fox, a quien algunos consideraban un hombre a quien casi podías sugestionar, hipnotizar…

Yo creo que con Zedillo no era el caso, sino que por un lado no era experto en seguridad nacional y por el otro, estaba absorto en la problemática económica, todo lo cual permitía un mayor rejuego entre las facciones antagónicas dentro del Estado para intentar influir sobre él. En este sentido, el EZLN tuvo una apreciación equivocada del Estado mexicano, muy monolítica, que le impedía comprender lo que en realidad ocurría. Lo que había era una lucha interna, un tanto soterrada, entre varias fracciones del aparato estatal, para definir qué es lo que debía hacerse con el EZLN e imponer a los demás las posturas propias. Zedillo oscilaba entre la postura de los duros, básicamente en la PGR y parte del Ejército y por otro lado los negociadores de Gobernación y algunos cercanos al propio Zedillo. Y “Marcos” al parecer interpretaba el proceso, que más bien era resultado de la indecisión y las limitaciones de Zedillo, como una política deliberada, pero no era exactamente así. Lo que había era una lucha de fracciones al interior del Estado, todas peleando por convencer o ganar el favor de Zedillo, por decirlo de algún modo.

— ¿Por qué fue el embajador Gustavo Iruegas designado negociador por la parte gubernamental?

— Al iniciar Zedillo su gestión, el ex canciller Manuel Tello le sugirió a Moctezuma, que andaba entonces formando su equipo, que considerara a mi padre como uno de los posibles negociadores, habida cuenta de que ya tenía experiencia en negociaciones con grupos armados extranjeros. Moctezuma aceptó y le ofreció el puesto de negociador y ante esa oferta, él respondió que en principio aceptaba, pero que si lo que querían era exterminar a los zapatistas, no era él la persona adecuada para el puesto. El secretario Moctezuma dijo que en lo absoluto quería eso, que lo que quería en principio era comprender a “Marcos” y sus motivaciones y a eso se abocó la delegación gubernamental. Gozaba también de la confianza de los militares, a muchos de los cuales conocía, e incluso el jefe de las Fuerzas Armadas [el secretario era entonces Enrique Cervantes Aguirre] le dijo a mi padre que ponía “en sus manos el honor del Ejército Mexicano en la mesa de negociaciones”, lo que lo llevaría a optar por mayor firmeza con los zapatistas.

— ¿Cómo evalúas al zapatismo en la actualidad?

— En primer lugar, el EZLN a duras penas es hoy un ejército. Como el documento menciona, el EZLN original no contaba con la paz, la paz no estaba en sus planes. Por ello hoy se encuentra en una situación ambigua, pues supuestamente es un ejército, pero hace 19 años que no hay combates. Creo que la naturaleza real del EZLN lo acerca más a ser un movimiento social. De cualquier modo, su reaparición el mes pasado muestra que sus reflejos y su sentido de la oportunidad política se mantienen en buen estado.

Por su parte, aunque Enrique Peña Nieto está planteando un programa reformista, también tiene su lado obscuro, que se observa en la posible creación de una policía política, en los amagos del priismo contra los derechos humanos del artículo primero constitucional, en los vergonzosos nombramientos de impresentables como Alberto Bazbaz y José Murat en puestos de alta responsabilidad, y en la participación de provocadores en contubernio con la Policía Federal durante el primero de diciembre.

Ante todo esto, la reaparición de los zapatistas constituye un elemento de presión contra el autoritarismo del PRI y por ello debe ser bienvenida. Sin embargo, Peña no se ha pronunciado claramente al respecto. Pareciera que teme que entrar a un tema tan complejo le va a abollar la imagen de concertador que quiere proyectar con sus pactos, si se empantana en una negociación con el EZLN. Hoy por hoy, Peña está evadiendo el problema zapatista.

SIN EMBARGO.MX

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