Viernes de Dolores… y de esperanza

Así se llama este viernes previo a Semana Santa. En mi niñez era costumbre que en algunas casas del Centro, por donde vivían mis abuelos paternos, hubiera enormes ollas con aguas de jamaica y de chía para regalar, y más de alguna vez me tocó gozar luego de la generosa y fresca tradición en el Museo Regional y en los hermosos altares de Dolores que por años se instalaron bajo el auspicio de Margarita Sánchez Van Dyck y su comunidad de entonces en el centro cultural Las Calas, en Chapalita.

Quise titular este artículo “La esperanza cura”. No están ustedes para saberlo, y una dama no debe andar contando de sus adentros, pero de la vida interior estuve quebrantada, y no me refiero a la espiritual, aunque quizá por ahí empezó la debilidad, con un dolor solidario con tantos papás y mamás que, como Javier Sicilia, tienen a un hijo muerto violentamente en México, y con la noticia del cruel hallazgo de las fosas con personas asesinadas en San Fernando, Tamaulipas, que ya van siendo más de 100 y se suman a aquellas 72 de centroamericanos encontrados en 2010 en un rancho ahí mismo, a la intemperie misma de la vida que les fue arrebatada con tanta maldad.

Así pues, mis dolores, que son pocos comparados con los del país, encontraron su cura, además de por obra y gracia de manos sabias y afectuosas, por la mera escucha de Sergio Fajardo, el ex alcalde de Medellín que tanto hizo por frenar la violencia en dicha ciudad colombiana.

Fue invitado por el Tec de Monterrey esta semana en Guadalajara, convocatoria a la que se han sumado otros actores para aprovecharlo, y mientras ustedes leen estas líneas en su desayuno, celebra una reunión privada con Iluminemos México y varios colectivos a los que esta organización abrió las puertas, y más tarde, con eminentes figuras políticas del PRI local. Cruzo mis dedos: ¿Habrá forma de aprender de este muchacho? Así parece con sus pantalones de mezclilla y su desparpajo; se atrevió a llegar al poder sin compromisos de esos que dejan manchadas las alas desde el despegue, y pudo por lo mismo hacer por su ciudad verdaderos milagros para colocar los dineros públicos justo ahí donde hacen falta para que brote la dignidad en barrios donde sólo aparecían la exclusión y el rencor… excelentes puertas para entrar en el mundo de la delincuencia. ¿Alguien entenderá que no es con más casinos ni table dances como nuestra zona metropolitana será menos violenta?

Su fórmula, dicha ayer en el Tec, aún con más gracia y familiaridad con nuestro país que en aquel 2008 cuando inició en Monterrey sus viajes a México: “Lo más bello, para los humildes”. Ya la hemos citado en esta Luciérnaga ciudadana, pero repetirla cura de la desesperanza. Y más si nos anima a ponerla en práctica.