Martes, 26 de Noviembre 2024
México | Por Rossana Fuentes Berain

Tropas en la frontera

No cabe duda que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, habla suave y carga un garrote grande. Así es, recibió al Presidente Felipe Calderón con palabras de reconocimiento, incluso de aliento, por su trabajo, pero días después firmó la orden de enviar hasta mil 200 uniformados a patrullar la frontera con México

Por: EL INFORMADOR

No cabe duda que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, habla suave y carga un garrote grande. Así es, recibió al Presidente Felipe Calderón con palabras de reconocimiento, incluso de aliento, por su trabajo, pero días después firmó la orden de enviar hasta mil 200 uniformados a patrullar la frontera con México.

El envío de efectivos se puede explicar de distintas maneras: para aplacar a los senadores de estados fronterizos que buscan popularidad electorera camino a los sufragios de noviembre ofreciendo a sus electores más seguridad; es para evitar el tráfico de armas; es para combatir narcotraficantes, o todo lo anterior…
explicaciones hay muchas, pero el hecho es que con este anuncio, cerca de 30 mil individuos ejercerán ya actividades relacionadas con funciones policiales y de mantenimiento del orden público en los estados fronterizos de la Unión Americana.

Una herramienta frecuentemente usada por todos los ejércitos del mundo, es realizar lo que se llama “escenarios de guerra”, planteamientos hipotéticos en los cuales se parte de preguntas clásicas en las escuelas de guerra, como ¿qué pasaría si el país “A” mueve tropas a la frontera con el país “B”?

En el caso de los tres mil kilómetros de frontera entre Estados Unidos y México se está pasando de las preguntas hipotéticas a los hechos consumados, pues para mediados de 2010 hay ya decenas de miles de hombres y mujeres armados en el territorio colindante, y aunque no portan el uniforme del Ejército estadounidense, no son sólo soldados regulares, importante resaltarlo, porque sí portan armas y realizan labores de patrullaje que pueden hacerlos entrar en contacto con personas de nacionalidad mexicana.

Sería descabellado plantear que este escenario es uno de guerra, para nada, lo que sí implica es que los contactos entre agentes de seguridad estadounidenses, ciudadanos y autoridades mexicanas aumentan en tanto que el elevado nivel de presencia de efectivos estadounidenses.

La cancillería mexicana se refirió al nuevo despliegue tratando de ver el vaso medio lleno y en términos de resaltar que este grupo podría hacer operaciones mayores de vigilancia de norte a sur, es decir, del tráfico en ese sentido que consiste en armas y en pacas de dólares.

Podrían sí, ¿pero lo harán? Está por verse, y más bien hay que recordar que a pesar de que se nos ha hablado con suavidad, declarando lo que durante tanto tiempo quisimos oír: que “el fenómeno del narcotráfico es una responsabilidad compartida entre Estados Unidos y México”, el hecho es que hasta ahora ninguna acción emprendida por el Gobierno del presidente Obama demuestra compromiso alguno con usar sus fuerzas policíacas para detener el tráfico de estupefacientes en su territorio, o de las herramientas —armas y dinero— para llevarlo a cabo en el nuestro.

El garrote se aferra nuevamente contra los vecinos, no contra los elementos criminales que viven en territorio estadounidense, porque los inmigrantes no son eso, criminales. A pesar de lo que diga la gobernadora de Arizona, son simple y claramente en su inmensa mayoría personas cuyo único delito es cruzar la frontera para buscar un trabajo y una paga que está disponible para ellos al norte; eso sí, una vez que libran a los uniformados.

No es la primera vez que por la amplia frontera que nos une a los vecinos el contacto se da a ritmo de pisadas de botas. Hace un siglo, durante la Revolución Mexicana, otro presidente de los Estados Unidos, Thomas Woodrow Wilson, mandó no sólo que la tropa reforzara la frontera, sino incluso permitió que el general John Joseph “Black Jack” Pershing realizara una incursión a territorio mexicano.

Dentro de las celebraciones del Centenario y del Bicentenario se recuerda ese episodio con el estreno, esta semana, en las pantallas de cine nacional, de la película “Chico Grande”, obra del reconocido cineasta Felipe Cazals.

Cine de autor, de un ojo educado que fotografía los impactantes cielos, la aridez del desierto y la dureza del roce entre quienes hablan idiomas distintos y se explican al mundo y sus complejidades también con argumentos distintos.

Duele que 100 años hayan pasado y en la frontera sigamos recreando la misma película.

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