Sábado, 07 de Septiembre 2024
México | POR FLAVIO ROMERO DE VELASCO

Trigo sin paja

Hay distintas maneras de morir. No es preciso para morir separarse del cuerpo. Es posible que la muerte física sea la menos importante de todas las muertes concebibles

Por: EL INFORMADOR

Flavio Romero de Velasco.  /

Flavio Romero de Velasco. /

Nadie enloquece de pronto. En todo loco evidente ha habido, en infinidad de casos, un loco escondido que sólo espera el factor desencadenante para alcanzar la plenitud de su locura. Para algunos, ese factor desencadenante es el poder. Por eso, no hay tiranos cuerdos, como lo demuestra la infinita legión de los Calígulas y los Nerones.

Queremos integrarnos al mundo, corresponsabilizarnos de él, no llevar nuestros hijos mañana a pedir perdón a la Humanidad por lo que nosotros hemos hecho hoy. Requerimos de la ayuda de todos para no contar las generaciones por las fechas de nuestras guerras.

La persona que grita y manotea le sobra miedo y le faltan argumentos.

Ya dice la Biblia en la única estadística confiable que existe, que el número de imbéciles es infinito.

Hay distintas maneras de morir. No es preciso para morir separarse del cuerpo. Es posible que la muerte física sea la menos importante de todas las muertes concebibles. La muerte moral, la muerte de los sentimientos más nobles y la muerte por soberbia y ausencia de amor, acaso sean las muertes más lamentables.

Desde nuestros orígenes, la contradicción ha sido el signo permanente de México. Ya alguna vez se dijo, con Vasconcelos, que si la conquista la habían consumado los propios indígenas, las condiciones que hicieron posible nuestra independencia política fueron establecidas y alentadas por los españoles.

Todos sabemos que el grito motinero del sargento Pio Marcha pidiendo un trono para Iturbide, fue oficializado nada menos que por Don Valentín Gómez Farías, abuelo de la Reforma, y que fue “Su Alteza Serenísima” quien encabezó el primer intento armado para instituir el régimen republicano.

Porfirio Díaz en sus rebeldías de La Noria y Tuxtepec se pronunció contra la reelección, considerando la permanencia de un mismo hombre en el poder como origen y causa de todos los males de nuestra patria.

Venustiano Carranza encabezó la rebelión contra Huerta en 1913 para reivindicar la vigencia de la Constitución de 1857, y cuando triunfó se apresuró a sustituirla por la de 1917, para lo cual convocó al constituyente y la proclamó como norma suprema.

La no reelección sigue siendo lema oficial en el México post-revolucionario debido a la locura de un monaguillo fanatizado, y no, como pudiera suponerse, a la firmeza de las convicciones de los paladines de nuestro movimiento social, quienes en abrumadora mayoría siguieron a Álvaro Obregón en su empresa reeleccionista.

¿Son esas sucesivas contradicciones las que han insensibilizado al mexicano ante esa frontal oposición entre lo que se dice lo que se hace, o por el contrario, la naturaleza misma del mexicano pone en juego ese interminable proceso sin que nadie se desconcierte, se asombre o reclame coherencia y formalidad?

En nuestro país el folclor es una forma de vida y una pésima expresión de subdesarrollo.

Las tesis del sector empresarial de México se nutren de evidentes propósitos de servicialidad al sistema político mexicano. Accidentalmente, las nupcias de este sector con el Gobierno se deterioran cuando el trato cordial se transforma en riña pasajera, pero invariablemente regresan a los establos idílicos de las vacas contentas, como el hijo pródigo que busca mansamente la reconciliación.  

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