Sábado, 19 de Octubre 2024
México | Por Vicente Bello

Tren parlamentario

El laicismo del secretario

Por: EL INFORMADOR

Su andar violento y rápido, por un instante, se contrapunteó con su propia voz, cuando decía: “Soy un hombre muy feliz y estoy muy tranquilo”.  Y entonces el todavía secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, evadía casi por completo a quienes, preguntas en ristre, desde hacía horas le esperaban.
–¿Cree usted que el Presidente Calderón lo sostenga en el cargo hasta el final del sexenio – una pregunta lo alcanzó.

Y fue entonces cuando el secretario soltó: “Yo creo en Dios”,
¿Qué parte del cuerpo o del alma de Gómez Mont había tocado esa pregunta transfigurada en dardo, que respondió lo que respondió?

Del vehículo de donde se apeó habíase ido hacia el salón donde le esperaban como una exhalación. La prisa venía sin duda traslapada en el aura turbulenta del secretario.  Como si vinieran persiguiéndole --cual viento alisio escapado del costal de Ulises-- los rumores de la víspera de que está a punto de dejar de ser el secretario de Gobernación, y de que su relevo no será otro que el hombre del Presidente que más fama tiene de siniestro, méndigo y desalmado: el secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón. Lozano, por cierto, hacía unos minutos había dicho –-en otro sitio de la ciudad-- que “realmente está muy contento, pleno y satisfecho”, y que su “compromiso y lealtad es con el Presidente Felipe Calderón”, de quien “yo hago lo que él me pida”.

Algo así había dicho Gómez Mont en esos cuatro segundos que utilizó para cruzar el pasillo que lo condujo al salón donde diputados ya lo esperaban para la inauguración del grupo de trabajo de la Cédula de Identidad Nacional, aquí, en el Palacio Legislativo de San Lázaro. “La decisión de permanecer o dejar el cargo (de secretario de Gobernación) corresponderá al Presidente Felipe Calderón”, hubo dicho. Como también dijo cuando se le preguntó su opinión sobre las versiones de que es inminente de salida de Bucareli: “Pregúnteles a ellos”, respondió en alusión a quienes han manejado la versión de marras en medios de información. “Yo estoy tranquilo”.

A la mesa, Gómez Mont se le miró entonces con el espinazo bien levantado y bien derecho. Pero sus movimientos rápidos en pos del vaso con agua remitían pensamientos al desasosiego. No. Definitivamente no traslucía un alma en reposo.  Y cuando concluyó todo, se iba, igual, en medio de gente que le amurallaba el paso de vuelta al vehículo.

Era la hora en que, en Los Pinos, se reunía Calderón con el senador del PRI Manlio Fabio Beltrones. Inobjetablemente el primer priista que se ha reunido con Calderón en los días post electorales.

Una frase que pronunció Beltrones días antes de la celebración de las votaciones del domingo 4 de julio, ha comenzado a escocer en un sector importante del PRI. Ese sector que, al interior de ese partido, insuflaba desde que inició la LXI Legislatura la aspiración presidencial de Enrique Peña Nieto.

“En lo que se debería estar pensando es en el 5 de julio”, había dicho Beltrones esa vez. Y, ayer, le estaba concediendo un peso específico Calderón a su posicionamiento, al reconocerlo como primer gran interlocutor. Y causaba, ya, ya, un gran escozor en las filas de Peña Nieto.

Manlio y Calderón, se había informado en un comunicado de la Presidencia, hablaron de la agenda legislativa que tendría que ver con la gobernabilidad y la estabilidad política del país mediante la reforma del Estado.

En San Lázaro, justo en la reunión a la que asistió Fernando Gómez Mont y, también, el presidente del consejo general del Instituto Federal Electoral, Leonardo Valdés Zurita, fue el PRI el que advirtió que la cédula de identidad ya no es un asunto del Gobierno federal, como en 2006 lo planteó implícitamente Felipe Calderón, sino de todas las instituciones del Estado mexicano.

El senador priista Jesús Murillo Karam  dijo: “No estamos hablando de una credencial que identifique a los ciudadanos. Estamos hablando de un sistema nacional de identidad fundamental en este siglo. Estamos hablando de un tema del siglo que requiere necesariamente de un cuidadosísimo análisis en sus consecuencias. ¿Qué necesitamos? No una cédula de identidad, sino un sistema de identidad nacional, que tiene que nacer desde los propios centros que origina la identidad en el país, que son fundamentalmente los registros civiles”.

Y apostillaba el hidalguense: “La identidad hoy tan precisada, tan fundamental en el campo de cualquier actividad, recae ahí; es ahí donde debemos empezar a hacer el gran trabajo; es ahí en donde debemos empezar a reimaginar, repensar el sistema nacional de identidad”.

El PRI, en voz de la diputada Claudia Ruiz Massieu, había advertido que un nuevo modelo de identidad tendrá que reconocer al IFE como institución fundamental. Y el IFE, en voz de su titular, había advertido también que ahí están las instituciones y los trabajos de identificación, como ha sido la credencial del IFE, como punto de partida de lo que se quiera, en materia electoral.

Hacía unos instantes, en otro sitio de San Lázaro, Valdez Zurita había estado también en el Foro Migración y el Voto Mexicano en el Extranjero, en cuyo uno de sus organizadores, el diputado Humberto Moreira, hubo exhortado que no se vea como algo imposible que mexicanos radicados en el extranjero puedan ser legisladores en el Congreso federal y en los estatales.

Se escuchaba en el pasillerío hablar del periodo extraordinario como una posibilidad remota, a reserva de las señales que Beltrones arroje a su partido a raíz del encuentro que sostuvo con Calderón.

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