Sábado, 19 de Octubre 2024
México | Por Vicente Bello

Tren parlamentario

¿Y los impuestos, se quedan?

Por: EL INFORMADOR

Por segundo día consecutivo, el PRI y el PAN en San Lázaro siguieron tildándose unos a los otros de mentirosos y cobardes. Pero, ambos partidos, volvían a coincidir en un cruce de caminos: Soslayaban a ultranza, una y otra vez, responder preguntas como la siguiente, que les hacían Jaime Cárdenas, Mario di Costanzo, Gerardo Fernández, Laura Castillo, y el priista Pedro Ávila Nevárez: ¿Quién les dio esa autoridad para utilizar la sangre de los mexicanos como moneda de cambio? Y, también, reiteradamente, se hacían los desentendidos cuando les pedían dar la cara a la nación, pidiendo perdón a la gente y a retirar los impuestos y los incrementos a la gasolina.

Pero más allá del silencio convenenciero de estos dos partidos, en torno de lo que les recriminaban petistas y perredistas —y don Pedro Ávila— volvían a chocar estruendosamente las filas priistas y panistas.
“El gobierno de Calderón se acabó, porque ya no gobierna”, había soltado el prominente priista Rubén Moreira Valdez. Y afirmaba de paso que el PRI “tenderá la mano a otras opciones políticas más responsables que Acción Nacional”.

Hacía unos minutos, César Nava, en la tribuna, había lanzado un desafío brutal, que la cúpula priista no recogió: debatir a donde quieran, como quieran y cuando quieran con Enrique Peña Nieto y Beatriz Paredes Rangel.

También hacía unos instantes, la diputada panista María Elena de Tejada había clavado la pica, sin misericordia, a Enrique Peña Nieto: “No lo digo yo, lo dicen algunos medios. Pero el gobernador Peña Nieto habría asesinado a su esposa Mónica Pretelini, muerta en oscuras circunstancias en 2007”.

Ya. Ya. A los priistas les llegaba hasta el tuétano. Y el griterío se soltó en el Bronx priista, a donde reinan los oaxaqueños. “Pen..., lo tendrás que sostener”, una voz femenina rugió desde el anonimato. Y fue tal la ira ciega del priismo que su fuerza gravitó sobre la versión estenográfica, que suprimía de plano las palabras de De Tejada.

El furor entre priistas y panistas irrumpió desde el primer tercio de la sesión, cuando el panista César Nava pidió ir a la tribuna también con el mismo gesto súbito que había tenido la priista Beatriz Paredes el día anterior.

En su ataque, Nava, como después De Tejada, Javier Corral y Carlos Alberto Pérez Cuevas, había punzado con rigor la llaga del PRI personificada en el gobernador Enrique Peña Nieto. “No he aceptado ni aceptaré por respuesta la mentira y la falsedad”, decía el dirigente nacional panista. “Ni la mentira ni la falsedad que han sido la respuesta del gobernador Peña Nieto, que fue el peticionario, el presunto beneficiario, el divulgador y que luego ha guardado un silencio sospechoso, para posteriormente reiterar que en el fondo el acuerdo no hubo ninguna obligación del PRI”.

Beatriz Paredes no podía evitar un rostro lívido. Era una imagen inédita de una de las mujeres de mayor aplomo en la política nacional. César Nava picoteó con saña otra vez: “Reafirmo y ratifico la verdad. El PRI en ese acuerdo se obligó a aprobar la Ley de Ingresos en el Senado, en los términos aprobados originalmente en la Cámara de Diputados”.

Y Beatriz, desde su curul: “No pediré la palabra por alusiones, porque no tiene sentido hablar con César Nava. Pero quiero preguntarle si cree que miente el secretario de Gobernación cuando dice que el acuerdo en el que él fungió como testigo fue un acuerdo para construir gobernabilidad en el país”.

Nava, desde la tribuna, respondió: “El secretario de Gobernación el pasado viernes afirmó categóricamente que en todo momento estuvo a cargo del PRI la obligación de aprobar en sus términos el paquete de ingresos, ya aprobado previamente por la Cámara de Diputados el 21 de octubre”.

Y volvió a saetear a Beatriz, diciéndole: “Lo ha confirmado el secretario de Gobernación; lo ha confirmado el coordinador de su bancada (se refería a Francisco Rojas); lo he confirmado y lo he sostenido. Y solamente usted y el gobernador Peña Nieto lo niegan”.

Ahí, precisamente, estaba el intríngulis del debate. Nava juraba que la firma fue no aliarse el PAN con “un partido ideológicamente contrario” (alusión directa al PRD) en la elección del 2011 en el Estado de México, a cambio de la promesa priista de aprobar la Ley de Ingresos en el Senado.
Beatriz seguía negándolo. Pero nuevos elementos en esta argumentación de preguerra aparecieron ayer: el PRI ha tildado de espurio a Felipe Calderón, a quien le han dicho ayer que no ganó realmente la Presidencia en el 2006 y que, ahora, su gobierno “ya se acabó”.

Sólo un diputado del PRI se sumó a la exigencia del PT y PRD de echar para atrás el alza de los impuestos: el duranguense Pedro Ávila Nevárez, quien, desde su curul, desjarretó así a su propia bancada: “Es denigrante, vergonzoso, que estemos tratando aquí del polígrafo, tratando de que comparezca fulano o zutano, cuando hay miles de gente en toda la República que se mueren de hambre, de desolación por todos esos impuestos”.
Y les volvía a restregar: “Debe haber seriedad aquí en nuestros planteamientos, porque somos representantes de la nación y no payasos de un circo. Les pido que terminemos este debate que no lleva a ningún lado y que todos juntos le pidamos al Presidente Calderón que cesen los impuestos y las agresiones contra el pueblo de México”.

En esa feria de nuevos argumentos, uno que provenía del PRI y PT saeteó con gran fuerza, desde la tribuna de San Lázaro, los lomos del Ejecutivo federal: Debe renunciar Felipe Calderón, ya.
Pero más allá del choque brutal entre panistas y priistas, las consecuencias de aquel pacto del 30 de octubre siguen: ni priistas ni panistas opinaron sobre qué debería hacer el Congreso con los impuestos más injustos, e inconstitucionales, que se recuerden en México.

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