Martes, 26 de Noviembre 2024
México | PERGEÑO POR VÍCTOR E. WARIO ROMO

Treinta años

Son éstos, días de recuentos. Y de agradecimientos. Para quienes han depositado su confianza en mi trabajo

Por: EL INFORMADOR

Víctor Wario Romo.  /

Víctor Wario Romo. /

No se levantó de su sillón ejecutivo en el que despachaba detrás de su escritorio. La molestia era evidente en su rostro. La sorpresa no se apartaba de su gesto malhumorado. Le había comunicado mi decisión de apartarme de la empresa que me había dado mi primer empleo como periodista; apenas tenía poco más de tres meses como aprendiz de reportero, y había decidido cruzar la puerta siguiendo los pasos de periodistas consagrados que habían sido injustamente despedidos.

En sus palabras, un tanto atropelladas, quiso dejar en claro que la empresa no me entregaría ni un peso como liquidación, por si ésa era mi pretensión. Y me advirtió sobre lo incierto de mi futuro profesional: “Tú no eres nadie”. Por si no me había dado cuenta. Dije que no esperaba que se me indemnizara, como se haría con otros, y que por supuesto estaba consciente de que, con apenas un trimestre trabajando como periodista, “no era nadie”; no sólo eso, sino que muy probablemente nunca lo sería. Profesionalmente hablando, claro.

Mi primera encomienda en la redacción había sido, apenas el 4 de noviembre de 1980: monitorear, a través de la televisión y las agencias de noticias, los pormenores de la elección presidencial de Estados Unidos. El republicano Ronald Reagan enfrentaba al demócrata James Carter. Un martes de pesadilla para los demócratas, como el que acaban de vivir el martes pasado, cuando los republicanos le dieron “una paliza” a la administración de Barack Obama.

El caso es que para febrero de 1981 ya estaba yo en las filas del desempleo. Pero por poco tiempo, porque al mes siguiente me incorporé, por primera vez, a la redacción de EL INFORMADOR, atendiendo una inesperada invitación de quien entonces fungía como jefe de redacción, José Luis Álvarez del Castillo Diéguez.

Son éstos, días de recuentos. Y de agradecimientos. Para quienes han depositado su confianza en mi trabajo. Para quienes han seguido mi labor en prensa escrita, en radio y en televisión, con su mirada analítica y crítica, con su opinión constructiva, con su propuesta para mejorar la labor que comienza cada día como si fuera el primero. Para quienes han compartido sus conocimientos en la talacha reporteril y además se han mostrado generosos con su amistad o su acompañamiento.

Es difícil, si se ha trabajado como periodista aunque sea un rato, no coincidir con la célebre sentencia de García Márquez, quien lo ha definido como el mejor oficio del mundo. En el caso de este reportero, son ya 30 años, siempre con las mismas ganas de “ser alguien”, pero sólo si sirve para que los demás tengan la información o la opinión que necesitan.

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