Miércoles, 27 de Noviembre 2024
México | Palestra por Jorge O. Navarro

Trampas en el Congreso

Sostengo, con la mano derecha sobre una Biblia, que he escuchado esta frase en voz de conocidos políticos del Estado varias veces en los últimos años

Por: EL INFORMADOR

“Creí que en el Congreso del Estado no podían caer más bajo, pero los diputados de esta Legislatura lo están consiguiendo”.

Sostengo, con la mano derecha sobre una Biblia, que he escuchado esta frase en voz de conocidos políticos del Estado varias veces en los últimos años. Eso ya es mucho decir, porque uno de los deportes más practicados es la crítica a los diputados: a los que cobran aquí y a los que van a cobrar a San Lázaro. Pero que lo digan en confidencia sus propios compañeros de partido —anhelantes también, de ocupar una curul— es una violación evidente a las reglas no escritas de este juego.

Resulta que de la iniciativa del gobernador González para el presupuesto estatal del año entrante, se deriva la propuesta de desaparecer un órgano del que poco se escucha, como no sea para conocer las pugnas entre sus miembros: el Consejo de la Judicatura. Naturalmente, los afectados no iban a pasar a la historia con resignación y ya se oponen ferozmente.

Acusan al gobernador y al titular del Supremo Tribunal de Justicia de aliarse para acabar con la autonomía del Poder Judicial.

Parte de este sometimiento, dicen, estriba en que el gobernante quiere ser quien proponga al Congreso a los nuevos candidatos a integrarse como magistrados del Supremo Tribunal; elegiría a sus favoritos.

El señor del Tribunal lo negó, pues aduce que la facultad de proponer será exclusiva de los magistrados en pleno. Pero el secretario general del Gobierno corrige: el gobernador sí quiere ser quien proponga a los candidatos, para que los aprueben a su vez los diputados. Y se cerró el círculo.

Lo singular del caso es que hay dos iniciativas —afirman las partes—, una en cada sentido. Y ambas están en el Congreso, recibidas y en supuesto proceso de estudio. Sin ánimo de revolver más las cosas: eso es trampa.

No es posible que las máximas autoridades del Estado mantengan prácticas que tanto se criticaron en el pasado. Y lo impensable: los diputados no suben a la palestra para despejar las dudas y aclarar cuál es la auténtica propuesta de reforma.

Hace no muchos ayeres, la imagen del diputado (o diputada) llevaba una característica implícita: la apariencia de dominio total de la materia legislativa. A los legisladores les estaba impedido no saber. Siempre vigilaba tras ellos un asesor de toda confianza que en caso apurado, podía recitarles la respuesta al oído o de plano, tomarle nota al insolente que cuestionaba, mientras el diputado se  ocupaba en asuntos de verdadera importancia.

Hoy, a la mayoría de diputados les importa poco reconocer que “no saben”, pero lo que pudo haber sido sana práctica de humildad se transformó en vicio de comportamiento. No sólo no les afecta el desconocimiento; no les interesa conocer. Y nos amolamos todos.

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