Miércoles, 27 de Noviembre 2024
México | PALESTRA 20 POR JORGE O. NAVARRO

Terremotos y reencarnaciones

¿Qué parentesco puede haber entre las sacudidas de la Tierra y algunas novelas más o menos afortunadas en las cajas registradoras?

Por: EL INFORMADOR

Durante los días que corren, cuando los terremotos ganan espacio cotidiano en medios de comunicación, ya sea que ocurran en Haití, Chile o Baja California, puede parecer arbitrario relacionar estos fenómenos naturales con un escritor mexicano, Antonio Velasco Piña, quien fue muy conocido por la generación de mexicanos que hoy son “jóvenes maduros”.

Es cierto que este abogado del Distrito Federal (nació en 1935) nunca tuvo aspiraciones de ingresar en las exclusivas cúpulas de los literatos mexicanos —su prosa, por lo demás, no le otorga méritos para ello— pero sí puede presumir la exclusiva de haber mezclado, con éxito de ventas en librerías, los movimientos estudiantiles de la época de 1968 con una singular visión de la historia precolombina de México.

La pluma de Velasco Piña firma obras como “Regina” y “Tlacaelel”, entre otras. Además, circula una novela que, aparentemente, inauguró el sincretismo de una visión casera de tradiciones orientales, historia fácil de las culturas mesoamericanas y una percepción liviana del movimiento político de 1968: “La Mujer Dormida debe dar a luz”. Ésta, sin embargo, está acreditada a un tal Ayocuan quien, cuenta la leyenda urbana, fue maestro del segundo.

¿Qué parentesco puede haber entre las sacudidas de la Tierra y algunas novelas más o menos afortunadas en las cajas registradoras? Un poco de paciencia. Ya vamos.

El común denominador de las obras citadas es un abierto exhorto (¿o anhelo?) a “despertar” e impulsar, ya sea de modo individual o colectivo, el desarrollo de nuestro país.

En estas narraciones se acepta el supuesto oriental de la reencarnación y se otorga vida a entes como volcanes y montañas; precisamente la Mujer Dormida o Iztaccíhuatl, junto con el Popocatépetl, tienen “la misión” de “despertar” con temblores y erupciones a los mexicanos para que alcancen de una buena vez la conciencia y consoliden una nación que, cuando menos, se asemeje al Imperio Azteca. La idílica visión apunta que el proceso se completó con las manifestaciones y el asesinato de estudiantes aquel 2 de octubre; entre los caídos habría estado la Regina de la historia de Antonio Velasco, reencarnación ella de una princesa azteca.

Apenas ayer, el Presidente Felipe Calderón estuvo en Baja California, donde lo sorprendió un sismo tan fuerte como el que había sacudido a Mexicali y poblaciones vecinas horas antes. Las consecuencias, si afortunadamente no arrojan una gran pérdida de vidas, sí son de destrucción y daños económicos todavía incuantificables.

Ya dedicados a lamentar, atestiguamos que al Norte del país le llueve sobre mojado: al azote del narcotráfico y la ineptitud de las autoridades, se le une el rigor de la Naturaleza. En verdad, los paisanos de aquellos lares derrochan entereza y valor, por decir poco, porque bien “despiertos” sí que están.

En términos de Velasco Piña, ya nomás les falta una reencarnación de Gustavo Díaz Ordaz, porque Luis Echeverría sigue vivito y coleando.

No la amuelen, dénles tregua.

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