Domingo, 24 de Noviembre 2024
México | BUCARELI POR JACOBO ZABLUDOVSKY

Terremoto

Al paso de los años el recuerdo se hace más profundo y amargo

Por: EL INFORMADOR

Jacobo Zabludovsky.  /

Jacobo Zabludovsky. /

No necesita mayor explicación. El hecho se ha incorporado a la historia de México con una sola palabra; al oírla sabemos de qué terremoto se habla.

Aunque la conmemoración del cuarto de siglo fue hace algunas semanas, su recuerdo se alarga y siguen los trabajos periodísticos, los programas especiales, el rescate de documentos gráficos y testimonios de testigos.

El History Channel presentó recientemente un estupendo reportaje de 90 minutos con escenas y relatos, algunos inéditos, que integran un conjunto estremecedor para quienes ignoran la magnitud del sismo, quienes han olvidado detalles y consecuencias e incluso para quienes vimos la ciudad destruida.

Llama la atención que el público mexicano tenga necesidad de acudir a una televisora extranjera para recibir la relación del acontecimiento más trágico sufrido por la capital mexicana en toda su historia. Fueron entrevistados vecinos afectados como el que perdió a sus siete hijos, el dueño de la cafetería Super Leche que ahí perdió madre, hermana y negocio, vecinos de Tlatelolco y de la Colonia Roma, rescatadores y analistas.

Hace cinco años me dediqué a buscar a los hombres y mujeres, soldados, policías, civiles, niños y ancianos que 20 años antes había entrevistado sobre las ruinas de sus casas, en la calle, prestando auxilio voluntario o repartiendo agua y café gratuitos.

Solicité insistentemente por radio se comunicaran conmigo los deudos y testigos que entrevisté el día de la tragedia. De los 40 entrevistados respondieron 38 y produje un programa de radio de varias horas, contrastando las entrevistas de la transmisión original con las de 20 años después. Así se llamó el programa “Veinte años después” y lo transmití una sola vez por Radio Centro. Para mi sorpresa, esta semana me fue solicitado por una escuela de periodismo para integrarla a su plan de estudios. El interés crece con el tiempo.

Hace unos días, Juan Villoro publicó una magnífica columna titulada “Sentir la tierra”, dedicada al terremoto, y recuerda cuando le sugirió al compañero con quien desayunaba “…fuéramos al coche a oír el radio. Escuchamos la narración de Jacobo Zabludovsky. Al llegar a su oficina en Avenida Chapultepec, el cronista no pudo contener las lágrimas. También el edificio donde trabajaba mi amigo se había venido abajo”.

En vísperas del aniversario 25 fui invitado por el Presidente Felipe Calderón a la ceremonia anual de recuerdo ante la Bandera monumental en el Zócalo. Debo reconocer que, a pesar del contendido crítico de algunos Bucarelis, fui el único invitado en la plancha del Zócalo y el Estado Mayor me colocó junto a la señora Margarita Zavala de Calderón. Al terminar el acto solemne, el Presidente caminó en diagonal hacia mí, cruzando la valla por la que debería regresar al Palacio Nacional, y después de agradecer mi presencia me preguntó si quería hablar en la asamblea que sobre seguridad civil tendría lugar una hora más tarde en el salón de la Tesorería. Acepté. Ya estaba un lugar con mi nombre entre las 10 personas de la mesa de honor, frente a unos 400 asistentes. Tan reiteradas distinciones sólo las entiendo por mi narración radiofónica. Tal es la sombra que proyecta la catástrofe.

Terminé el improvisado discurso diciendo: “Pagamos la lección a precio altísimo, a costa de un número impreciso de muertos, tal vez 15 mil, otros tantos heridos, la pérdida de escuelas, oficinas, viviendas, la traumática interrupción de la vida normal en la ciudad pasmada. Fue aquél un día de tristeza y de lágrimas, pero también de aliento y esperanza, por el ejemplo sorpresivo del ciudadano heroico y generoso, habitante anónimo de nuestra ciudad.

“A las pérdidas irreparables va unida esta conducta que nos obliga a confiar en los incalculables impulsos de los mexicanos, a encausar esa voluntad de servir lindante con el espíritu de sacrificio, hacia las mejores causas de México. A recordar que frente a la adversidad, éste es un pueblo dispuesto a enfrentar la crueldad de la Naturaleza o los problemas de la coexistencia entre humanos.

“A pesar del tiempo transcurrido, la herida no cicatriza. Tampoco la gratitud a esos mexicanos cuyo recuerdo no morirá, porque en un momento crucial supieron colocarse en lugar de honor de la historia de México. Muchas gracias”.

Al paso de los años el recuerdo se hace más profundo y amargo. Nuevas generaciones de mexicanos encontrarán testimonios antiguos y datos inesperados cuando indaguen lo ocurrido aquella mañana. En los libros de texto siempre habrá un capítulo titulado con una sola palabra: Terremoto.

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