Sábado, 30 de Noviembre 2024
México | TRIGO SIN PAJA POR FLAVIO ROMERO DE VELASCO

Temas para reflexionar

Todos los humanos nos acogemos a esas cómoda amnesia selectiva que nos permite olvidar lo que no nos conviene

Por: EL INFORMADOR

Flavio Romero de Velasco.  /

Flavio Romero de Velasco. /

Dignos de ser maldecidos, son aquellos que en nombre de Dios han puesto miedo en los humanos; quienes han quitado al hombre el gozo de vivir haciéndole creer que todo es pecado; a quienes nos han dicho que el cuerpo es algo sucio, y que al decirnos eso nos ensuciaron el alma; aquellos que nos han impuesto desde niños el peso de la culpa... Por ellos, los niños sueñan pesadillas de infiernos y demonios porque han llenado sus mentes infantiles de oscuros pensamientos, que acaso puedan volverlos carne de psiquiatra. Quizás no sean pocos los creyentes que impregnadas sus conciencias de tanta medrosidad y mentira, hayan luchado buena parte de su vida para librarse de tanta falsedad y amenazas que desde la niñez les han inculcado.

Dag Hammarskjöld, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas muerto trágicamente en 1961, dijo: “La UNO no fue creada para conducirnos al cielo, sino para salvarnos del infierno”.

En México, la oratoria del poder ha sido tradicionalmente aldeana y opaca. Los presidentes son parlanchines; se sienten obligados a prodigarse en el discurso; su presencia multiplicada diariamente en los más variados escenarios, los impulsa a pronunciar un mensaje; así, hablan de lo humano y lo divino, del mal y del bien, del infierno y el paraíso, de las sombras y de las luces, de la verdad y de la mentira. En fin, de todo, y en el balance, de nada.

Cuando se atraviesa por una crisis se presenta una clara disyuntiva: o se enfrenta con medidas tan severas como exija la gravedad de la propia crisis, o se asume una actitud de resignada impotencia dejando que ella conduzca al país, se haga crónica, inveterada, y cada vez más grave. Si practicamos el principio del liberalismo clásico de “dejar hacer y dejar pasar”, será la crisis quien nos gobierne.

El laicismo es la defensa de la independencia del individuo, la familia y la sociedad del poder eclesiástico. El laicismo es el valladar para impedir que se inicie un proceso de concentración de la educación, y que de nuevo caigamos en la educación única, en la escuela-iglesia.

Las dudas no acumulan evidencias, pero sí estimulan la sospecha.

Todos los humanos nos acogemos a esas cómoda amnesia selectiva que nos permite olvidar lo que no nos conviene.

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